LONDRES, INGLATERRA
6:58 AM
El sueño aun me pesaba en los parpados así que preferí mantener los ojos cerrados. Entonces y como si de una secuencia se tratara, los recuerdos de la noche anterior me llegaron a la mente. Abrí los ojos de golpe y sonreí con satisfacción, me giré esperando encontrarme con ella, pero el otro lado de la cama estaba vacío. Aquello me extrañó.
¿Dónde estaba Vicky?
De pronto un mal presentimiento me invadió así que me paré de un salto y salí de la habitación en su búsqueda. No estaba en su recamara y la casa se oía en completo silencio.
Corrí al segundo piso y tampoco estaba. Bajé de nuevo y entré en la cocina, pero no había rastro de ella. Tampoco en la biblioteca, o en la sala...
¿Y si se había ido? ¿Si se había arrepentido de lo que había sucedido entre nosotros, y de nuestros planes?
No pude evitar angustiarme en sobremanera y me sorprendí al sentir algo así. Definitivamente no estaba confundido y la amaba. La amaba de verdad.
La cocina daba a un pequeño jardín que colindaba con la casa de enseguida y me asomé por las puertas sin salir ya que me congelaría de inmediato con eso de que solo me había puesto el pantalón de dormir. Miré el cielo nublado y entonces el sonido de un flash me desconcentró, retrocedí rápidamente creyendo que se trataba de uno de esos paparazzi, pero recordé otra cosa muy importante: Vicky era fotógrafa.
Subí corriendo las escaleras y no me detuve en el segundo piso, sino que seguí al pequeño ático de la casa, una diminuta habitación vacía cuya ventana daba una vista espectacular al amanecer y atardecer de gran parte de la capital inglesa.
Como lo imaginé, la silueta de Vicky estaba en el balcón con la cámara de fotografía en sus manos y guardando la maravillosa vista del cielo matinal frente a nosotros. Caminé hacia ella y sin dudarlo un segundo pasé mis brazos por su cintura y hundí mi rostro en el hueco de su cuello dejando un suave beso en su lugar. Vicky giró levemente su rostro y por el rabillo del ojo creí ver su sonrisa.
—¿Por qué no estabas conmigo? Creí que habías huido.
—¿No confías en mí? —Su voz con aquel ronquito particular en ella fue como música para mis oídos.
—No se trata de eso —aseguré—. Pero después de que te perdieras por tanto tiempo no quise correr el riesgo de una repetición —añadí.
—Simplemente no pude dormir más, me despertó la nariz congestionada así que tuve que buscar un medicamento —explicó.
Dejó colgar la cámara en su cuello y se giró quedando frente a mí, dedicándome una amplia sonrisa, de esas que ella acostumbraba darme y a las que no me podía resistir. Sus ojos azules brillaron centelleantes y me cortaron la respiración por unos segundos.
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El momento [in]oportuno #WeAreWorld
RomanceLa amistad entre un hombre y una mujer, el debate de siempre. ¿Qué tan cierto es eso de que un hombre y una mujer no pueden ser amigos? ¿Quien formuló aquella máxima? Y lo más importante, ¿por qué lo hizo? El amor ha cambiad...