Febrero 16

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"Éstas son las instrucciones en cuanto a los animales, aves y todo lo que vive y se mueve en el agua, y todos los animales que se arrastran sobre la tierra, para que puedan distinguir [...] entre los animales que se pueden comer y los que no se pueden comer."

Levítico 11:46-47

Levítico 11 ha sido motivo de interés no solamente para los cristianos, sino que también ha sido útil inclusive, para los estudiosos de la antigua fauna del Medio Oriente dado que Todo este capítulo trata con el tema de los animales permitidos y los prohibidos, tanto para tocar, como para comer. A fin de comprender mejor el por qué de estas instrucciones, es necesario que recordemos el contexto en el que se encontraba la audiencia a la que estaban dirigidas originalmente estas palabras: Los Israelitas vivieron en el desierto y en tiendas de campaña por años, expuestos a muchos riesgos de salud como epidemias o virus contagiosos, además, también vivían rodeados de pueblos paganos que podían contaminarlos. Se cree que todas estas instrucciones tenían un doble objetivo: Primero, prevenir que el pueblo de Israel de siguiese los mismos malos hábitos de las naciones paganas alrededor (como la idolatría) y segundo, cuidar la salud de Israel evitándole epidemias, virus y enfermedades mortales de aquel tiempo. Así que podemos decir que cubría dos aspectos: mantenerlos sanos en cuerpo y espíritu.

Aquel que creó todas las cosas sabe lo que más conviene a nosotros sus criaturas y, de acuerdo con su sabiduría, da consejos y recomendaciones. Dios No quitará el bien a los que andan en integridad. Lo que Dios prohíbe no lo impide en forma arbitraria, sino para el bien del hombre y aunque puede que elijamos menospreciar el consejo divino, la experiencia y los resultados finales siempre demostrarán la sabiduría celestial.

Dios le dio al hombre un cuerpo maravilloso con capacidades increíbles, pero también el cuerpo consta de muchos órganos delicados, que deben ser cuidadosamente protegidos del abuso, si es que deseamos su buen funcionamiento. Dentro del cuerpo mismo Dios ha dispuesto lo necesario para el cuidado y el mantenimiento de sus diversos órganos, y aun para su renovación, siempre y cuando se sigan las instrucciones dadas por él. ¿Afecta a la mente el alimento? ¿Afectan el espíritu la comida y la bebida? Por supuesto, tal como dicen: Uno es lo que consume.

Las leyes divinas que rigen la alimentación no son pronunciamientos arbitrarios que privan al hombre del gozo de comer. Son más bien leyes sensatas y justas que el hombre hará bien en acatar si es que desea mantener la salud, o si ya está enfermo, recobrarla.

Tesoro de Levítico 11-13:

Debemos adorar a Dios incluso con nuestra alimentación

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