Enero 12

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EL PECADO DE ELIÚ

"Pero no creas que yo voy a callar porque ellos callan. Voy a tomar parte en el asunto y diré lo que tengo que decir."
Job 31:6

Otra vez el silencio llenó la conversación de aquellos cuatro hombres.

¿Qué más podían discutir? Habían hablado de la majestad y soberanía de Dios, sobre el problema del pecado, el destino de los malos, la restitución final de los justos, habían cubierto casi cada centímetro del tema y concluido que Job en efecto, ¡no había cometido ninguna falta digna de todo ese sufrimiento!
Ninguno de los tres pudo probarle a Job lo contrario o indicarle cuál era su pecado. Habían fallado en su pobre intento de "vindicar" a Dios y encima, habían sido reducidos uno a uno, al silencio.
En ese contexto, un Bucita (un probable descendiente de Nacor, el hermano del patriarca Abraham) de nombre Eliú, habló.
Cuatro veces la Biblia dice que este joven estaba furioso, furioso porque los viejos que se decían sabios no habían convencido a Job, furioso con Job por justificarse y furioso porque todos ahora estaban callados.

 ¿Alguna vez has intervenido en una discusión con tu corazón lleno de ira?
Nunca es buena idea entrar a una disputa importante en ese estado, muchos errores se pueden cometer en lo que decimos o en lo que hacemos, incluso aunque usemos principios bíblicos y verdaderos. Tengamos cuidado con nuestro estado emocional al entrar a una discusión específica.

 Los representantes de Dios que ceden a la ira descontrolada o al resentimiento, están abriendo el corazón a Satanás

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 Los representantes de Dios que ceden a la ira descontrolada o al resentimiento, están abriendo el corazón a Satanás. La amargura y animosidad deben ser desterradas del alma si queremos estar en armonía con el cielo.  

 Nadie puede reducir tanto nuestra influencia como nosotros mismos cuando cedemos ante nuestro mal humor. El que es malhumorado por naturaleza, no sabe lo que es la verdadera felicidad, y rara vez está contento. Siempre espera llegar a una situación más favorable o cambiar su entorno para tener paz y reposo mental. Parece que su vida estuviera bajo el peso de cruces gravosas y muchas dificultades; en cambio, si hubiera dominado su mal humor y le hubiera puesto freno a su lengua, se podría haber evitado muchas incomodidades. Es la "blanda respuesta" la que "quita la ira".  Un temperamento bien controlado ejerce una buena influencia sobre todo lo que lo rodea; pero "el que no gobierna su propio espíritu es como una ciudad derribada y sin muros"  (EGW)

Si hoy estás atravesando algún sufrimiento, alguna enfermedad, o cualquier circunstancia adversa, lo mejor que puedes hacer es orar y pedirle a Dios que te revele qué quiere de ti en esa situación y si hay alguna lección que necesitas aprender o algún aspecto de tu carácter que quiere que desarrolles.

Sólo evitando el pecado de la ira  podrás convertirte en un buen representante de Dios.

Tesoro de Job 32-34:
Representar a Dios es hablar con prudencia


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