Julio 11

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AMÓS

Éste es el mensaje que Amós, pastor de ovejas del poblado de Tecoa, recibió de parte de Dios acerca de Israel, dos años antes del terremoto, en tiempos de Ozías, rey de Judá, y de Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel.

Amós 1:1

Amós, cuyo nombre significa "el que lleva una carga", era un campesino de Tecoa, una pequeña población situada a unos veinte kilómetros al sur de Jerusalén, cercana al mar muerto y en pleno desierto. Si te suena el nombre del pueblo, es porque la 'mujer astuta' que empleó Joab para convencer a David de que dejara regresar a su exiliado hijo Absalón, era también de ahí.
Amós, aunque era un simple y ordinario recolector de fruta silvestre y pastor de ovejas, había adquirido conocimientos sobre geopolítica poco comunes en su tiempo; quiero decir, a diferencia de la mayoría de pastores de ovejas, él conocía los hechos más relevantes de la historia de su pueblo (como lo del terremoto del versículo 1:1) y, ademas,  por las descripciones precisas de los pecados de los reinos vecinos, podemos inferir que el profeta estaba perfectamente al tanto de todo lo que estaba ocurriendo en el reino de Israel y en las naciones vecinas.

Sin embargo, lo que más impresiona en el estilo de Amós es la sobriedad. Pocas palabras le bastan para lanzar un oráculo incisivo, violento y lleno de imágenes sugestivas. Tampoco faltan en su lenguaje las sutilezas del estilo sapiencial y ciertos toques de punzante ironía (como el capítulo cuatro) además de la reiteración de imágenes que para entonces les eran cercanas: Muros que se queman y palacios que se caen a pedazos. 

Y

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Y... ¿A quién llevó este mensaje lleno de malos augurios?

Jeroboam II y Uzías habían tenido éxito en restaurar sus respectivos dominios hasta el punto de que, combinados, alcanzaban aproximadamente la extensión del imperio de David y de Salomón. Como resultado, una marea engañosa de prosperidad cubrió el país. Al mismo tiempo, la idolatría floreció y el estado moral de la sociedad cayó a un punto mínimo, mientras los ricos oprimían a los pobres y los jueces vendían la justicia al mejor postor. Ni los gobernantes ni el pueblo del reino del norte se daban cuenta de que su nación estaba vacilando al borde mismo de la catástrofe y que 40 años más tarde la nación dejaría de existir y su pueblo sería llevado a la cautividad asiria. En estas circunstancias el Señor envió tanto al profeta Amós como a Oseas, para advertir al reino del norte de su destino inminente y ofrecerles una oportunidad final de enmendar sus caminos perversos. Amós les presenta un mensaje con símiles, recordando cómo es que a través de la historia, los juicios divinos caen tarde o temprano sobre los pecadores y que no hay palacio edificado por el hombre que resista el poderoso día del Señor, ese día terrible, lleno de oscuridad. Amós llevó su mensaje al centro de la adoración apóstata, Betel, la capital religiosa del reino del norte. Allí Amasías, el sumo sacerdote de Betel, procuró intimidar al profeta y hacerlo salir del país por hablar en contra del corrupto sistema del que dependía (Aunque eso lo veremos mañana).

A propósito, con Amós empieza la "edad de oro" del profetismo bíblico. Antes que él, muchos otros profetas habían intervenido activamente en la vida política y religiosa de Israel. Pero ninguno de ellos había escrito nada, y la tradición sólo había conservado el recuerdo de sus acciones y ocasionalmente algunas de sus palabras. A partir de Amós, en cambio, lo que importa en primer lugar es la palabra del profeta, y ese mensaje -recogido y recopilado por sus discípulos- ha llegado hasta nosotros en forma escrita. Así se inicia la era de los llamados "profetas escritores".

Tesoro de Amós1-5

Todos debemos vivir para ser instrumentos de Dios, no importa nuestro origen

📖Tesoros en la Biblia [Editando durante el 2022]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora