Marzo 13

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"Éstos son los mandamientos, leyes y decretos que el Señor su Dios me ha ordenado enseñarles, para que los pongan en práctica en el país del cual van a tomar posesión."

Deuteronomio 6:1

Luego de oír los mandatos de Dios, todos deberíamos prestar atención sincera y tomarlos en serio. Los 10 mandamientos no están basados en ideas humanas, sino en palabras que vienen de Dios directamente. El problema de las personas es que muchas veces no escuchamos, no ponemos atención, y la Palabra de Dios nos puede "entrar por un oído y salir por el otro". 

Cuando colocamos nuestra vida en completa obediencia a la ley de Dios, considerando a Dios como nuestro Guía supremo, y nos aferramos a Cristo como nuestra esperanza de justicia, Dios obrará en nuestro favor. Esta es una justicia de fe, una justicia oculta en un misterio del cual los mundanos no saben nada y que no pueden entender. No solo basta hacer el esfuerzo por escuchar, también es necesario esforzarnos en llevarlos a la práctica en nuestra vida diaria. Es lo que se esperaba de Israel y también es lo que se espera de nosotros: No contentarse sólo con escuchar la palabra, sino Llevarla a la práctica. El que escucha la palabra pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es. Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla.

 Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla

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Los mandamientos de Dios, diligentemente estudiados y practicados, nos abren una comunicación con el cielo y hacen que distingamos lo verdadero de lo falso. Esta obediencia da como resultado en nosotros la voluntad divina que produce en nuestra vida la justicia y perfección que se vieron en la vida de Cristo

Dios quiere una relación con nosotros, quiere que aprendamos a amarlo, que seamos sinceros con él, que enfoquemos todos nuestros pensamientos y emociones a agradarlo, que disciplinemos nuestros cuerpos para hacer su voluntad, Después de todo: Amar a Dios es el primer mandato más importante. ¿Cómo está tu amor por Dios? ¿Estás esforzándote por amarlo sinceramente con todo tu corazón (mente), toda tu alma (emociones) y todas tus fuerzas (disciplina física)? ¿O te permites amarlo parcialmente, dejando alguna o algunas de estas áreas sin entregárselas a él? Si tus pensamientos o tus emociones o tu disciplina está fuera de control, entonces no lo estás amando con todo tu ser, completamente.

Podríamos decir que el sueño de Dios para nuestra vida es que SIEMPRE mantengamos un corazón dispuesto y fiel y que encontremos FELICIDAD verdadera para nosotros y nuestras familias. ¿Cuánto estamos haciendo realidad este sueño? Si te preguntas qué quiere Dios de ti como creyente, esta es la respuesta, este es su sueño. ¡Hagamos que el sueño de Dios sea una realidad todos los días en nuestra vida!

Tesoro de Deuteronomio 5-7

Recordar es necesario para poner en práctica el conocimiento

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