Abril 1

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"Sólo que la gloria de esta campaña que vas a emprender no será para ti, porque el Señor entregará a Sisara en manos de una mujer."

Jueces 4:9

Débora mira a los soldados reunidos en la cima del monte Tabor. Se siente conmovida al verlos. Con los primeros rayos del Sol, piensa en la valentía de esos hombres y en la fe de su comandante, Barac. Aunque son un ejército grande de 10.000 soldados, todos verán puesta a prueba su fe y valor. Tienen muy pocas armas y están por enfrentarse a un enemigo sanguinario que los supera en número. Pero aquí están, listos para la batalla, y gracias al valor de una mujer. Débora la profetisa, gobernó a Israel durante el reinado de Jabín, un rey cananeo que fue muy cruel con los hijos de Israel. La vida en las aldeas era dura; la gente era saqueada y huía a las ciudades fortificadas para tener protección.

Dios levantó a Débora, que fue como una madre amante para Israel. Mediante ella, Dios envió un mensaje a Barac, a fin de que se preparase para enfrentar a Sísara, el capitán del ejército de Jabín. Barac rehusaba ir a menos que Débora lo acompañase. Ella consintió en ir, pero lo previno que la victoria sobre Sísara sería entonces acreditada a una mujer.

 Ella consintió en ir, pero lo previno que la victoria sobre Sísara sería entonces acreditada a una mujer

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Débora celebró el triunfo de Israel con un canto sublime y apasionado. En él, le dio a Dios toda la gloria por su liberación, y llamó al pueblo a alabarlo por sus maravillosas obras. Alertó a los reyes y príncipes de las naciones vecinas acerca de lo que había hecho Dios por su pueblo, y los previno de no intentar dañarlos. Mostró que el honor y el poder pertenecen a Dios, y no a los hombres o a sus ídolos. Recordó las majestuosas manifestaciones del poder divino en el Sinaí. Con un lenguaje exuberante, comparó la indefensa y angustiante condición de Israel bajo la opresión de sus enemigos, con la gloriosa historia de su liberación. El Dios de los ejércitos luchó a favor de Israel, y ni la capacidad bélica ni la superioridad numérica ni el equipo que poseían pudieron soportar el ataque. Las huestes de Sisara fueron presas del pánico... Sólo Dios pudo haber derrotado al enemigo, y la victoria sólo podía adjudicarse a Él.

Tesoro de Jueces 6-7

Hacer concesiones al servir a Dios, nos quita la victoria que Dios quería darnos.

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