Febrero 5

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"Así que, si ustedes me obedecen en todo y cumplen mi alianza, serán mi pueblo preferido entre todos los pueblos, pues toda la tierra me pertenece." 
Éxodo 19:5

Siempre es complicado hablar de esta parte de la Biblia. 
Los Diez Mandamientos, con sus órdenes y prohibiciones, son diez promesas que se nos aseguran si prestamos obediencia a la ley que gobierna el universo. Si amamos a Dios, entonces guardaremos cada uno de sus mandamientos, pues en el amor es donde está el meollo y la sustancia de la ley de Dios.
Fue en las dos tablas de piedra donde se bosquejaron los términos de la salvación para cada hijo e hija de Adán.

Los diez santos preceptos enunciados por Cristo en el monte Sinaí fueron la revelación del carácter de Dios e hicieron conocer al mundo, el hecho de que él tenía potestad sobre toda la heredad humana. Esa ley de los diez preceptos del amor más grande que pueda ser presentado al hombre es la voz del Dios del cielo que habla al alma la promesa: "Haz esto, y no quedarás bajo el control y dominio de Satanás". No hay nada negativo en aquella ley aunque parezca así pues literalmente es: HAZ, y Vivirás.

Nuestro deber de obedecer esta ley ha de ser la nota dominante del último mensaje de misericordia al mundo. La ley de Dios no es algo nuevo. No es la santidad creada, sino la santidad dada a conocer. Es un código de principios que expresan misericordia, bondad y amor. Presenta el carácter de Dios ante la humanidad caída y declara llanamente todo el deber del hombre.

 Presenta el carácter de Dios ante la humanidad caída y declara llanamente todo el deber del hombre

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En los Diez Mandamientos, Dios ha establecido las leyes de su reino. El Señor ha dado sus santos mandamientos para que sean una muralla de protección en torno de sus seres creados, y los que deseen preservarse de la contaminación de apetitos y pasiones, pueden llegar a ser participantes de la naturaleza divina. Sus percepciones serán claras. Sabrán cómo preservar sanas sus facultades, de modo que puedan ser presentadas a Dios en términos de servicio.

Como consecuencia de la continua transgresión, la ley moral fue repetida desde el Sinaí con aterradora grandeza. Cristo dio a Moisés preceptos religiosos que debían gobernar la vida cotidiana. Esos estatutos fueron dados explícitamente para resguardar los Diez Mandamientos. No eran símbolos borrosos que terminarían con la muerte de Cristo. Debían estar en vigencia para los seres humanos de todos los siglos mientras durara el tiempo. Esos mandamientos recibían su fuerza del poder de la ley moral, y clara y definidamente explicaban esa ley y como la Ley de Dios es eterna, debemos guardarla para poder seguir correctamente el buen camino en nuestra peregrinación hacia el Cielo.

Tesoro de Éxodo 19-21
Peregrinar es guardar TODA la ley de Dios.

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