Julio 6

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Amasías hizo lo que agrada al Señor, aunque no de todo corazón
2 Crónicas 25:2

Amasías, hijo del gran reformador Joás, continuó con el reinado de Judá siguiendo los piadosos pasos de su padre. De hecho, el buen comienzo que tuvo lo logró al adherirse estrictamente a la ley de Dios. ¡Qué diferente habría sido todo para él y para su reino si hubiera continuado como comenzó!

Si uno revisa el diccionario hebreo, la palabra traducida en este capítulo como 'perfecto' significa "ser o estar completo". Podemos concluir entonces que la perfección del corazón no es tener una religión, ser ejemplo de virtud o nunca haber pecado, sino que consiste en una entrega completa. Alguna cámara del templo de Amasías estaba cerrada, conservada en secreto con fines egoístas. Pese a la política establecida, algunas de las decisiones del rey permitieron transigencias tales como permitir sacrificios continuos y ofrendas de incienso en los lugares altos, por lo que el registro bíblico señala que no llegó a la altura que tuvo su antepasado David.

Exteriormente Amasías hacía lo correcto, pero interiormente, a menudo, se resintió por lo que debía hacer

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Exteriormente Amasías hacía lo correcto, pero interiormente, a menudo, se resintió por lo que debía hacer. En el mejor de los casos, su obediencia iba con desgano. Sí, Amasías hizo cosas que agradaron a Dios, pero no las hizo de todo corazón. De hecho, cuando el profeta prometió la liberación de Dios previo a un combate, Amasías primero se quejó acerca del dinero que se había perdido, poniendo de relieve que en realidad él valoraba más el éxito militar que la voluntad de Dios. Amasías escuchó y comprendió el mensaje de Dios de su mensajero, pero hay algo en su pregunta que hoy día sigue resonando, por lo común que se está volviendo este pensamiento al interior de la cristiandad: ¿Cuánto me costará ser obediente? ¿A qué tendré que renunciar por obedecer a Dios? ¿De qué amistades debería prescindir? ¿Qué placer debo dejar con tal de seguir a Cristo?

Ciertamente, como Amasías, muchas veces ignoramos la verdad con la que el profeta reprendió al rey: "Dios puede darte mucho más que esto." Cueste lo que cueste la obediencia, en última instancia siempre es más barata que la desobediencia.

El obedecer de mala gana no es la obediencia que Dios desea. Debemos descubrir en nuestros corazones cualquier resistencia a obedecer a Dios y desarraigarla sin importar el costo, porque sin duda alguna, será mejor perder familia, dinero o estatus con tal de no perderlo a Él.

Tesoro de 2° de Reyes 14 y 2° de Crónicas 25:
Un verdadero Rey, obedece a Dios sin importarle el costo

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