A todos nos agradaba don Winscot. No se molestaba cuando utilizábamos la colina en su propiedad para deslizarnos en trineo, y daba los mejores dulces de Halloween del vecindario. Es por eso que, cuando oímos que había sido llevado por el Hombre Alto, todos estaban muy consternados.
Tú no conoces al Hombre Alto, así que déjame explicarte. El Hombre Alto ha sido una leyenda en mi pueblo por décadas. Aquellos que afirman haberlo visto, dicen que mide más de dos metros y medio de alto, que es delgado y pálido, y que tiene una sonrisa excesivamente cortés. Mi papá me dijo que el Hombre Alto es un recolector; le gustan los objetos. Que su objeto favorito son las personas tristes, edificios vacíos y sueños. Tengo que admitir que se ha robado mis sueños en más de una ocasión.
Cuando don Winscot no se presentó a la iglesia el domingo, nadie pensó que era un evento raro. Luego, cuando transcurrió el lunes y no llegó al trabajo —en el cual es colega de mi papá—, las personas empezaron a rumorear. Mis padres pensaron que era extraño, pero nada que meritase el preocuparnos.
Entonces los rumores de que el Hombre Alto se lo llevó se esparcieron. Un niño en mi clase dijo, incluso, que había visto al Hombre Alto por la ventana de la casa de don Winscot. Le dije a mis papás que Jake lo había visto, pero solo se rieron.
Tyler y yo pedaleábamos hacia la casa de don Winscot todos los días para poder ir adonde nuestro amigo Rory. Nunca nos detuvimos en frente de don Winscot para tratar de ver al Hombre Alto por la ventana —como Jake lo había hecho—. Ni siquiera disminuíamos la velocidad.
Pero un día jugamos hasta tarde con Rory. Como no queríamos ir en bicicleta por la noche, llamamos a nuestros padres y preguntamos si nos podíamos quedar a dormir. A Tyler le dieron permiso; a mí no.
Traté de no mirar en tanto pedaleaba por la parte del vecindario de don Winscot. Casi lo logré, pero mi curiosidad me sacó una mirada de reojo hacia su casa. Las luces estaban todas encendidas y mis ojos fueron atraídos a la cara en la ventana. Vi al Hombre Alto observándome. Me atraganté entre jadeos de pánico y mi pie no dio en el pedal conforme intentaba aumentar la velocidad para escapar. Trastabillé solo por un segundo —mis ojos nunca se despegaron del rostro en la ventana— antes de pedalear a casa lo más rápido que pude.
La mañana siguiente, en la escuela, le conté a Rory y Tyler sobre el Hombre Alto. Ellos no me creyeron, por supuesto; no le habían creído a Jake tampoco. Sabía que tenía que mostrárselos o pensarían que era un mentiroso. Esperamos el anochecer y luego pedaleamos hasta la casa de don Winscot. El Hombre Alto estaba ahí —justo como les había dicho que sucedería—, viéndonos desde la ventana arriba de la puerta principal. Era una puerta tan alta, que pensé que el hombre alto debía medir más de tres metros para poder vernos desde esa ventana. Parecía que casi estaba sonriendo, pero su expresión denotaba cierto disgusto. Tyler se cayó de su bici.
—¡A la mierda! ¡Corran!
Lo hicimos. Tan pronto como nos alejamos de esa parte del vecindario, todos comenzamos a intercambiar impresiones bajo el pánico aturdidor.
—¡No puedo creer que viéramos al Hombre Alto!
—¡¿Viste su cara?!
—¡Tenemos que llamar a la policía!
Regresamos la mañana siguiente con más amigos, pero el Hombre Alto se había ido. Regresamos la mañana después de esa, pero, de nuevo, no pudimos ver a nadie detrás de la ventana. Empezamos a preguntarnos si el Hombre Alto solo aparecía por la noche. Unos días más tarde, cuando estábamos sentados en el sótano de Rory esperando a que llegara la pizza, decidimos escabullirnos y ver si nuestra teoría era cierta.
Viajamos por la acera en nuestras bicicletas silenciosamente, y luego hacia la calle. Salimos rumbo a la casa de don Winscot, con una noción ambivalente de querer que el Hombre Alto estuviese ahí, y rezar por que no fuera así.
Lo vimos tan pronto como pedaleamos en su parte del vecindario. Aún seguía parado ahí después de todo, y esta vez el Hombre Alto estaba frunciendo su ceño marcadamente.
—Está molesto —dijo Rory—. Quiere que nos vayamos.
—No comprendo por qué solo sale en la noche —comentó Tyler.
—Quizá nos observa durante el día también —continuó Rory, encogiéndose de hombros—. Quizá solo lo podemos ver durante la noche porque es entonces cuando las luces del pórtico se encienden y brillan a través de la ventana.
Era un pensamiento enervante. Decidimos probar la teoría de Rory el próximo sábado, incentivados por la suposición de que el Hombre Alto solo nos observaba, pero que nunca salía.
Tan pronto como el sol se ocultó aquella tarde, pedaleamos hacia donde don Winscot. Nos queríamos aproximar por el borde del pavimento, pero Tyler vio al Hombre Alto aún en la ventana.
Hice binoculares con las mano y entrecerré los ojos mirando a la ventana hasta que Tyler nos dijo de súbito que nos fuéramos, montándose en su bicicleta y yéndose de ahí. Lo alcanzamos unas cuadras más tarde.
—¡¿A qué demonios vino eso?! —le reclamé.
—Fue porque... el Hombre Alto estaba ahí, pero se veía diferente.
—¿Se veía cómo? —preguntó Rory.
—No lo sé, se veía molesto o solo... mal. De alguna forma.
Fue días después que pudimos convencer a Tyler de que regresáramos a la casa del Hombre Alto, e incluso entonces él insistió en llevar a su hermano adolescente (Matt) con nosotros. Matt no estaba impresionado para nada por las historias que le habíamos contado. No nos creía, pero nos acompañó de todas formas.
Tan pronto como pudimos ver al Hombre Alto en la ventana encima de la puerta, Matt se bajó de su bici. Observó y enfocó su mirada, y siguió observando un poco más. Se acercó —más y más de lo que nos habíamos atrevido a acercarnos durante la noche—. Lo seguimos con nerviosismo.
Matt recorrió la acera y luego el camino de piedra que había en el pórtico. No nos atrevimos a ir tan lejos. Luego, Matt subió los escalones en el pórtico y fue hasta la puerta.
—Puta... madre —susurró, repitiéndolo un par de veces más. Matt huyó del pórtico inmediatamente.
—¿Qué pasó? —le preguntó Tyler.
—No es el Hombre Alto —dijo, jadeando—. Llamen a la policía. Ahora.
Y estaba en lo cierto, no era el Hombre Alto después de todo. Nos quedamos lo suficiente como para ver a la policía forzar la puerta y bajar el cadáver roído de don Winscot del techo, en donde se había colgado de la lámpara fijada en su sala de estar. El cuerpo se había descompuesto como si se estuviese derritiendo todos esos días que lo vimos desde la calle. Don Winscot no había escrito ninguna nota ni se había despedido, dejando atrás la huella lamentable de un hombre divorciado de mediana edad padeciendo de una muy bien oculta depresión.
Le tomó semanas al pueblo para perder el interés en el trágico suicidio, y tomó meses antes de que los niños dejasen de pedirnos que describiéramos el cuerpo con la fidelidad de todos los detalles mórbidos. Eventualmente, incluso Tyler y Rory dejaron de hablar de ello. Todos siguieron adelante. Todos menos yo.
Verás, hubo un detalle que siempre me molestó, una cosa que nunca le conté a Rory o a Tyler. Fue sobre la primera vez que vi al Hombre Alto, aquella vez que pedaleaba solo. Vi a don Winscot esa noche: estaba cenando a solas en la cocina. Pero también había algo más. En la ventana del cuarto de arriba se encontraba un hombre —imposiblemente alto, imposiblemente pálido— regresándome la mirada. Y me sonreía cortésmente.
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