Como un solo tornillo destruyó un laboratorio de investigación

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Mi presencia siempre fue pasada por alto. Ignorada. Olvidada. Fui degradado a nada más que un conserje. Pero no solo estoy aquí para recoger basura. Soy personal de mantenimiento, claro, pero también soy culto. Debo serlo, tengo que lidiar con el desperdicio médico de un laboratorio de investigación privado. Manipulo residuos patológicos de todo tipo a diario. Los investigadores se olvidan de que estoy aquí y pasan a mi lado sin decirme nada, pero que no me vean no significa que sea ignorante. Sé más de lo que aparento: tengo acceso ilimitado y veo la mierda jodida que hay aquí. Puede que no entienda la ciencia detrás de todo ello, puede que no sea capaz de explicar para qué son todas las pruebas o qué hacen todas las máquinas, pero lo veo todo. He visto mariposas de cuatro alas, he avistado palomas extrañamente deformes, he limpiado manchas de piel de animal derretida, he visto a un mono aprendiendo a controlar un brazo biónico, y, ayer, atestigüé el final de toda esta instalación y de su equipo de investigadores, cuando uno de sus experimentos salió mal.

Skinny Rogue. Así es como lo llamaban. Su nombre oficial era «Espécimen E5-2187», pero nadie se refería a él de esa manera. Verás, los científicos tienen mala reputación: no son, ni por cerca, tan fríos y desconectados como ves en la televisión o en las películas. Tienden a apegarse a sus creaciones más de lo que creerías. En el caso presente, había una pieza de cinta adhesiva en la esquina del tanque de Skinny con su apodo y una carita feliz a su lado.

Hasta donde podía observar, Skinny Rogue era un tipo de serpiente. Medía un poco más de medio metro de largo y era delgado, como una lombriz solitaria. Tenía una cabeza redondeada con dos diminutos ojos de azul vidrioso que nunca se movían. La totalidad de Skinny era blanco, aparte de su pequeña lengua roja bífida que a veces se deslizaba por su boca y se agitaba como una bandera en la brisa. Se le mantenía en un terrario suave en el subnivel seis. Solo una capa de gravilla y espacio abierto, nada más que le hiciera compañía. Mientras limpiaba, lo había visto serpenteando por las paredes de vidrio durante la noche. Me recordaba a un juego antiguo de una serpiente comiendo pixeles y tratando de no chocar contra sí misma a medida que crecía. No estaba seguro de si Skinny me podía ver, pero, a veces, parecía que me estaba siguiendo. Skinny Rogue era en definitiva uno de los especímenes más únicos que había visto.

...

FASE UNO

La semana pasada, mientras barría el piso, vi al equipo de investigación parado frente al tanque de Skinny. Catherine, John y David. Sí, me sabía sus nombres, pero que Dios me condene si alguno de ellos se sabía el mío. El trío había instalado una cámara apuntando hacia el tanque. Catherine estaba sosteniendo un milpiés con un par de tenazas. David desenroscó el tornillo de cabeza plana que mantenía cerrada la tapadera del tanque de Skinny. John la abrió. Catherine tiró el milpiés adentro, y los otros dos cerraron la tapadera con rapidez y la aseguraron.

Le tomó a Skinny Rogue un total de dos segundos para notar al intruso. Antes de que el milpiés tuviera tiempo de orientarse, Skinny arremetió contra él. Un mordisco fue lo único que se necesitó para que el milpiés desapareciera.

No había manera de que hubieran instalado la cámara solo para grabarlo comiendo. Tenía que ser más intricado que eso. Los tres empezaron a tomar notas, exhalando jadeos de emoción. Estaban tan distraídos que me pude acercar un poco más sin atraer mucha atención hacia mi persona.

¿Saben cómo, cuando una serpiente se come algo grande, puedes ver que su cuerpo está moldeando la forma de la presa? Bueno, podía ver al milpiés dentro de Skinny. Pero no solo la parte de su estómago en donde se había asentado, sino que veía a cada una de las pequeñas piernas desprendiéndose de la piel pálida de Skinny. Las piernas se estaban extendiendo a través del largo de Skinny, separadas entre sí para poder acomodarse proporcionalmente a la criatura que era diez veces más grande que el milpiés. Luego, cuando las piernas al fin terminaron de ubicarse, se movieron.

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