En caso de que no lo hayas notado, existe un estigma en contra de que los hombres accedan a servicios de salud mental. Se me había inculcado que solo me lo aguantara y que dejara de estar triste. Incluso a la edad de ocho años, mis padres no tenían tolerancia alguna para mi miseria. Los dos son de China. Como padres chinos tradicionales, no creen en la terapia. Solo querían que me hiciera más fuerte.
Pero lo único que sentía era debilidad.
No estoy seguro, exactamente, de cuándo convertí a los sentimientos en amigos imaginarios, pero no recuerdo ningún momento sin ellos. Sus nombres son Ansiedad y Depresión. Supongo que los culpo por todos mis problemas. Cuando me visitan, sé que las cosas se pondrán mal. Puedo estar en un lugar congestionado, y ellos me causarán un ataque de pánico que tomará control de mi cuerpo. Duermen encima de mí por la noche, constriñendo mi respiración. Me siguen de lugar a lugar sin ningún remordimiento. A decir verdad, me acechan.
Ansiedad es un hombre delgado sin brazos. Está completamente desnudo, con dedos que salen de su piel. Burbujea baba y escupe pedazos de moco por todos lados. Cuando no está babeando, me está murmurando cosas. Siempre murmurando. «Tus padres te odian». «Nunca serás nadie». «Te morirás pronto». Su voz suena sorprendentemente como el inglés maltrecho de mi padre. Las cosas que dice son terribles, pero es cuando me toca que es inaguantable. Su piel de dedos diminutos se cepilla contra la mía como si fuera un milpiés. Me encojo y me rasco. Mi madre ha encontrado cortes largos en mis brazos. He tratado de explicarle que fue Ansiedad, pero solo me ha acusado de querer atención.
Depresión es muy diferente. Se ve como una mujer normal en una mitad de su cuerpo, pero la otra mitad está completamente derretida. Hay una herida abierta en su cuero cabelludo, la cual sangra constantemente y escupe charcos de pus verdoso. En lugar de lágrimas, llora dientes de leche sobre el pliegue de su propia piel. Le gusta usar su brazo bueno para aplicar presión sobre mi pecho. El peso de ella me hace encorvarme. No habla por medio de palabras; más bien, produce un gemido grave como el llamado de un búho. Lo escucho todo el tiempo. El sonido melancólico hace que mi corazón me duela. No puedo dormir por culpa de ese ruido, pero tampoco me puedo salir de la cama por su presión constante.
Lógicamente, sabía que no eran reales en un sentido tradicional. Eran producto de mi imaginación. Pero su impacto era innegable. Trabajaban juntos para hacer mi vida lo más difícil posible. Me encontraba totalmente solo, excepto por ellos dos.
Al menos hasta esta mañana.
Me desperté con Depresión durmiendo sobre mi pecho. Su herida de cabeza repugnante estaba escupiendo pus dentro de mi boca. Traté de hablar, de pedir ayuda, pero su bilis mantuvo mi voz en silencio. Ansiedad se escabulló desde el suelo. Cepilló su terrible piel de dedos a lo largo de mis brazos. Apenas podía respirar. Ansiedad sonrió con superioridad y escupió baba encima de mi cara.
Llegaron tres golpes a la puerta. Depresión y Ansiedad se pusieron rígidos, liberando sus agarres por un momento. La voz de mi hermana Kim provino desde el pasillo.
—Levántate. Mamá dice que te tengo que llevar a la escuela.
Traté de hablar, pero la acidez de Depresión aún estaba atascada en mi garganta. Kim suspiró ruidosamente y abrió la puerta a la fuerza.
—¡Dije que te levantaras!
Grité cuando la vi. Ella tembló por la sorpresa.
—¿Qué mierda pasa contigo? —me cuestionó.
Mi hermana se quedó parada en el marco de la puerta, su rostro era una combinación de confusión y repulsión. Pero, en su hombro... estaba una criatura. Era un esqueleto como el de un ave con sus garras enterradas en el cuello de ella. Su cabeza era un tazón pútrido de vómito. Había dos ojos flotando en el líquido rancio, girando en círculos. Kim me observó, completamente inconsciente de la cosa que estaba encima de ella.