He ido por todos lados del mundo para encontrar la mejor comida. Seis continentes, miles de regiones, infinidad de platillos; todo en búsqueda de la comida perfecta. Por un tiempo, pensé que nunca podría pasar. Siempre había algo que estaba un poco mal; sal, frescura, temperatura... quejas diminutas y quisquillosas que, para cualquier otra persona, serían insignificantes. Pero para mí eran la diferencia entre la perfección y lo mundano. Mi búsqueda siguió.
Durante mis viajes, había aprendido acerca de un «club clandestino de comidas ligeras» en Moscú que se reunía una vez cada año. Aunque «club clandestino» suena misterioso e ilícito, es solo un lugar que opera de forma casual; es decir, sin una licencia. Cocineros de todos lados lo hacen todo el tiempo para sus amigos. He asistido a muchos.
Se suponía que este sería diferente. Tenían el mejor caviar.
El caviar es un platillo de lujo, pero incluso en Rusia, en donde están obsesionados con los lujos, ha comenzado a perder popularidad por problemas de sustentabilidad. Aún está disponible ampliamente, pero los ingredientes buenos se están volviendo más y más difíciles de encontrar. Es casi imposible obtener los mejores ingredientes; han sido apropiados por las oligarquías y las cabezas de los países. Si no eres uno de ellos, o de su compañía cercana, te has quedado sin suerte. Así que cuando escuché que ese club de comida ligera estaría sirviendo lo mejor de lo mejor, supe que tenía que conseguir un cupo.
No fue fácil.
Me tomó cuatro meses para integrarme entre los amantes de la buena comida más influyentes de Moscú. Gasté miles y miles de dólares en sus restaurantes, construyendo una reputación, escribiendo artículos acerca de su comida y cultivando relaciones. Vasily Protchenko, un dueño de restaurante y una celebridad de menor escala en Moscú, me notó. Con el paso del tiempo, nos convertimos en amigos. No tenía seguro si él estaba al tanto del club, pero si alguien lo estaba, él tenía que ser uno de ellos. Pero no dije nada. Esperé.
Una tarde, Vasily y yo estábamos hablando acerca de caviar, específicamente acerca de las mejores fuentes. Él mencionó las aguas frente a Japón, lo cual me pareció extraño, dado que el desastre de Fukushima había ahuyentado a las personas de ciertos tipos de pescados en esa área. Él concordó en que era moderadamente desconcertante, pero insistió con que el caviar de los pescados de esas aguas era sublime. Luego sucedió.
—¿Sabes? —me dijo—. Existe algo incluso mejor. Algo que prácticamente nadie conoce. ¿Puedes guardar un secreto?
Hice mi mejor esfuerzo para contener la emoción. Eso tenía que ser lo que había estado esperando.
—Por supuesto —le dije y me incliné para escuchar.
Vasily me contó acerca del club de comida ligera. Había veinte cocineros y unos cuantos de sus amigos cercanos de todas partes del mundo. Se reunían en un restaurante calle abajo del restaurante de Vasily, y si yo estaba dispuesto a colaborar con los cinco mil dólares y a mantener mi boca cerrada, se me permitiría asistir. Una hora y un viaje al banco después, y ya tenía el dinero. Lo único que tenía que hacer era esperar.
La noche de la cena, me encontré con Vasily en su restaurante y compartimos un trago. Luego caminamos hacia el punto de encuentro, el cual tenía un letrero en el frente diciendo que estaba cerrado por el fin de semana. Caminamos por la parte trasera hacia la cocina y abrimos la puerta. La cocina estaba llena de cocineros. Reconocí a uno que otro por mis viajes, pero la mayoría eran desconocidos. Todos estaban ocupados preparando los platillos para la noche.
Nos sentamos en la sala del comedor principal y admiramos la decoración. La habitación era iluminada suavemente por la luz de candelas, y las ventanas habían sido tapizadas con papel negro. Era obvio que este era un evento privado y que no se permitían ojos curiosos.