Las personas son estúpidas. Lo sé, sueno como un cretino cínico, en su mayoría porque soy un cretino cínico. Estoy muy al tanto de que la persona promedio es una imbécil de mierda. Por mi parte, no soy ningún Einstein, pero incluso siendo alguien con inteligencia ligeramente por encima del promedio, he descubierto cómo controlar a las personas para hacerlas creer lo que las quieres hacer creer, lo cual supongo que en este caso fue mi perdición.
He cometido un error estúpido, un GRAN error estúpido. Confundí locura avanzada con locura regular, y ahora tengo que lidiar con las consecuencias.
Hace unos meses, fui a una fiesta a la casa de un amigo. Era relativamente casual, de traer tu propia cerveza, nada importante. No había bebido en un tiempo, y un amigo mío fabricaba su propia y muy potente cerveza rubia, la cual me emborrachó bastante pronto.
Entra Luna. Estaba ardiente; pechos masivos, cintura delgada, no mucho trasero, pero era firme y sus pantalones de yoga lo agrandaban hermosamente. Tenía cabello rubio suave que bajaba hasta su cintura y una piel pálida libre de imperfecciones.
Se me acercó, algo que por lo general es poco excitante. Disfruto la cacería, enfocar mi vista en una chica en particular y hacer que me desee. Luna ya sabía que me deseaba, le quitaba la diversión, pero estaba ebrio y ella era linda, así que le seguí la corriente.
Le permití divagar acerca de sus gustos, fingiendo interés mientras la desvestía mentalmente, concibiendo mi mejor plan de ataque. Al final, tomamos un Uber hacia mi apartamento y lo pasamos completamente bien. Era más retorcida de lo que había pensado que sería, y pude hacer algunas cosas que la mayoría de las chicas rechazarían incluso en concepto.
La mañana siguiente, sorprendentemente me desperté sin resaca, y en una cama vacía. Conforme con que mi invitada nocturna se hubiese escabullido, me estiré, me levanté de la cama y me dirigí a la cocina en una búsqueda por café.
Fue en el momento en que llegué a la cocina, que me di cuenta de la magnitud de la locura con la que estaba lidiando. Luna estaba en mi cocina invadiendo mi comedor y observando a la tostadora. Los resortes se activaron con un pitido suave, y sus ojos se ampliaron a medida que las tostadas se alzaron.
—Eh, sigues aquí. —Saludé con mi mano levemente, captando su atención.
Luna ensanchó su sonrisa antes de caminar a brincos, literalmente, hacia el mostrador. Agarró una pieza de tostada y la mordió antes de meter su dedo índice directamente en la jalea de frambuesa, chupándola desde su dedo.
—¡Qué tal! —Se rio por lo bajo—. Duermes bastante.
—Pues, es fin de semana, y no duermo mucho durante la semana —Me encogí de hombros. ¿Por cuánto tiempo había estado despierta? Me preguntaba qué tanto había revisado de mis cosas—. En fin, tengo planes para hoy... —Me alejé, esperando que captara la indirecta. No lo hizo.
Después de su extraño desayuno, Luna se pasó a la sala de estar y se acostó boca arriba en el sofá, con los pies contra el regazo y su cabello acumulándose en el suelo mientras observaba a la televisión apagada. En verdadera una tipeja extraña, y ya no estaba de humor para consentirla. Era sábado y lo único que quería era recostarme y ver televisión basura en ropa interior, sin la duendecilla chiflada que estaba haciendo una rutina embarazosa de yoga en mi sofá.
Como dije, estoy al tanto de que soy un cretino cínico. Racionalmente, sé que solo debí haberle pedido que se fuera, pero para ese momento no estaba pensando racionalmente. Así que apliqué un plan que había funcionado antes muchas veces. Tenía que rebasar su locura.
—Oye, ¿Luna? —dije caminando hacia la sala de estar y sentándome junto a su cabeza—. Tengo que decirte algo.
Ella se giró para verme, incrédula.