El monstruo

9 3 1
                                    

Él corría por toda la casa buscando una salida, yendo y viniendo. ¿Hacia dónde? Donde estuviera a salvo de esa criatura. Él la había invocado, y pagaría las consecuencias.

Sentía cada gota de sudor que le caía por la cara y estaba cansado, pero aun así seguía corriendo mientras agradecía que la casa fuera lo suficientemente grande como para correr sin detenerse o esconderse. Doblaba, se metía en una habitación, se escondía, y cuando ese monstruo enfurecido entraba, él huía de su escondite por otra dirección.

Correr era en vano, en algún momento lo iba a atrapar; pero a él no le importaba. Corría como si su vida dependiera de ello, y, a decir verdad, dependía de ello. Él pensaba que si esa bolsa repleta de insultos se cansaba, lo iba a dejar en paz, pero no sería así.

¿Salir de la casa? Era una gran idea... si supiera en dónde estaban las llaves.

«Perdón, perdón, perdón», decía cada tanto mientras corría por los interminables pasillos, aunque ese monstruo solo contestaba con más injurias. ¿Por qué se disculpaba? Porque había enfurecido a la criatura.

Por fin localizó el manojo de llaves. Agradeció al universo y corrió hacia la puerta. Aunque, si salía, ¿qué haría cuando tuviera que volver a esa casa? Tarde o temprano tendría que regresar y enfrentar de nuevo a la bestia. Buscaba una solución para ese problema, hasta que vio la puerta principal. Sonrió y se dirigió a la salida. Por suerte, logró meter las llaves de una y evacuar cerrando la puerta detrás de sí.

Sabía que aquello no abandonaría la casa, así que deambuló con tranquilidad, pensando acerca de lo que se había salvado...

Porque... ¿quién no le tendría miedo a una mamá enojada?

Creepypastas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora