CAPITULO 28

52 4 0
                                    

El cuarto se volvió pesado y el silencio de ultratumba calo en mis oídos. No me arrepentía de lo que había dicho y por primera vez las reacciones de mis hermanos me fueron indiferentes. Estaba harta de todo y de todos. Quería dejar de pensar, escuchar y sentir lo que estaba pasando a mí alrededor. Dolía que hasta mis propios hermanos se dieran cuenta del terrible cambio en mí. La vida de los Mukami se vería completa a causa de Yui y todo volvería a la normalidad para ellos; aunque sonara egoísta, ya no tendrian que preocuparse más por mí.

El ruido sordo y el ardor en mi mejilla hicieron que despertara del ensueño en el que me encontraba, abriendo los ojos sin creer lo que acaba de hacer Reiji.

–¿Qué estás diciendo? ¡¿Ya te escuchaste?! – gruño exaltado. Voltee a verlo lentamente con los ojos cristalizados por las lágrimas que no tardaron en salir.

–Reiji, no creo que sea la manera de...

–Mantente callado Mukami – espeto hacia Ruki dirigiéndole una mirada amenazadora.

–Ya no quiero seguir con esto – Hable en un hilo de voz – Estoy cansada... – solloce agachando la mirada mientras las lágrimas corrían como cascada por mis mejillas –...por favor – rogué abatida. Reiji se acercó y con delicadeza me envolvió en sus brazos cubriéndome de los ojos de los demás.

Tome su playera entre mis manos con coraje y me permití llorar ignorando la presencia de los demás

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tome su playera entre mis manos con coraje y me permití llorar ignorando la presencia de los demás. Reiji seguía acariciando mi cabeza suavemente tratando de confortarme mientras apretaba aún más mi cuerpo contra el suyo de manera protectora. Apoye mi frente en su pecho y deje que el cansancio me llevara lentamente esperando no despertar.

Los gritos de mis hermanos no tardaron en aparecer sonando desesperados al ver que no respondía por más que me llamaban dejando de escucharlos después de unos segundos de obscuridad.

La cabeza seguía dándome vueltas evitándome el pensar en donde me encontraba, percibiendo el terrible dolor en todo mi cuerpo. Sentía que habían pasado días desde que no había abierto mis ojos al punto de sentir que mis parpados se pegaron a mis ojos.

–¿Qué mierda está pasando? ¿Por qué no despierta? – la voz de alguien sono, confundiéndome al escucharla lo bastante lejos como para no percibir de quien se trataba pero si para percibir lo exaltado que se encontraba.

–¿No está muerta o sí? No puede estarlo... – un desesperado Kou hablo.

–No digas estupideces – gruño Ayato.

–En que estará pensando – Indago Kanato con voz tranquila y distante – Se ve tan tranquila.

–Rina siempre a tenido esa expresión. Como si nada la alterara – la voz de Shu resonó en mí dejando una dulce sensación de ternura.

–Tan imperturbable – siguio Raito.

–Es imposible que muera. Nosotros los seres de la vida eterna – declaro sombríamente Yuma.

Intente abrir mis ojos pero falle penosamente apareciendo repentinamente la imagen de mi madre sonriendo como muy pocas veces la había visto hacerlo logrando que una lagrima se escapara de uno de mis ojos delatando mi estado.

–¿Está llorando? – pregunto Ayato sonando bastante confundido posando sus dedos en mi mejilla, limpiando con delicadeza la lagrima que continuaba su camino.

–¿Está llorando? – pregunto Ayato sonando bastante confundido posando sus dedos en mi mejilla, limpiando con delicadeza la lagrima que continuaba su camino

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

–¿Qué es lo que te atormenta, Rina? – susurro Reiji con voz cansada.

NARRA SUBARU.

Había pasado una semana desde que Rina entro en coma logrando que la situacion se volviera aun mas tortuosa de lo que estaba siendo. Los Mukami no se habían separado en ningún momento del hospital lo que me dejaba pensando en la verdadera relación que tenían con mi hermana.

Odiaba que mi mente me jugara malas pasadas con la idea de que iba a morir y me abandonara al igual que mi madre, quedando estaba vez completamente solo de las únicas personas que llegaría a amar.

La cara de Reiji al hablar con el doctor día a día, no hacía más que deformarse en pena y preocupación aumentando cada vez más. El supuesto doctor no hacía más que suministrarle la misma porquería que supuestamente lograría hacer que se despertara.

Las esperanzas no hacían más que esfumarse al no ver signos de reacción alguna y a pesar de eso, el hecho de ver que hacíamos algo para ayudarla, nos mantenía esperanzados de que en cualquier momento despertaria.

Shu se notaba más cansado y decaído que de costumbre. Raito no hablaba para nada dedicándose a observar a Rina reflejando infinitos deseos de que se despertara. Kanato se la pasaba hablando con Teddy más que de costumbre. Reiji acariciaba la mano y el ahora corto cabello de Rina tomándolo como una nueva manera de calmarse dejando él Te de lado. Ayato por primera vez dejo de lado su ego ignorando por completo a los Mukami.

Kou miraba con los ojos brillosos a Rina cada que podía reflejando un cariño indescriptible al igual que Ruki pero de una manera más gélida.

Azusa continuaba preguntándole a las enfermeras sobre Rina y Yuma nos observaba con desprecio cambiándolo al posar sus ojos en los de mi hermana.

Todos nos encontrábamos cansados, encontrando cierto consuelo al imaginarme la hermosa sonrisa de Rina una vez que se despertara.

Rogaba que no me dejara solo y desprotegido como alguna vez mi madre lo hizo.

NARRA KOU.

El verla así solo provocaba que mis entrañas se retorcieran.

Extrañaba todo de ella. Su sonrisa, sus mejillas sonrojadas, sus labios y las veces que se ponía celosa aunque ella nunca lo aceptara. Mi ojo continuaba torturándome con la imagen de ella sufriendo siendo martirizada por su propio padre.

Sabía que el que ella me contara su pasado sería algo bastante complicado para ella y que tal vez jamás sucedería, pero, a mis ojos, las cicatrices que tenía solo la hacían más hermosa y enigmante.

El amarla dolía en algunas ocasiones.

No podía verla así, no lo podía soportar. Quería decirle cuanto la amaba. Ella me había pertenecido aun sin siquiera saberlo. La había amado sin darme cuenta desde el primer día que la vi y por fin lo comprendía. Su corazón estaba unido al mío y podía sentirlo. Mi ojo jamas mentía, jamas se equivocaba.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La Pequeña SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora