CAPITULO 20

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Las caras de los Mukami revelando su proxima inconformidad, seguían rondando por mi cabeza sin dejar de pensar en cómo es que les iba a decir de mi partida. Las horas pasaban y aun no tenía planeado ni el como ni el cuando.

Suponía que mi cara era todo un poema ya que la gente que pasaba a un lado de mí en los pasillos de la escuela, me miraban extrañados y hasta curiosos de saber que era lo que me tenia con tremenda mueca. Por lo que, sin querer seguir captando miradas chismosas de los demas y el nerviosismo de no querer cruzarme con alguno de los susodichos, hizo que acelerara el paso, viendome interceptada por la mala suerte que me cargaba al toparme con Yuma justo de frente.

–¿Qué haces? – fruncí el ceño al no entender la pregunta de Yuma. Mire en la posición en la que me encontraba suponiendo que me había tropezado con él a juzgar por el impacto que tenía en su suéter.

–Ah, lo siento – murmure aun distraida en mis pensamientos. Este sin previo aviso me tomo en sus brazos cargándome haciendo que quedara sentada en uno de sus antebrazos mientras que su otra mano agarraba mi cintura casi en un gesto protector. Abrí los ojos un tanto confundida, una vez pego mi cabeza a su pecho, poniendo él su mentón en mi cabeza. Chillidos de horror y celos salieron de las chicas presentes provocando darme cuenta de la escena frente a ellas.

Me removi incomoda tratando de soltarme de sus brazos ante la atencion que estabamos generando.

–¿Qué se supone que estás haciendo? – murmure mirándolo con molestia.

–Mantén tu boca cerrada.

Una vez en la azotea, acatando de manera hasta sumisa su "orden", me soltó dejando a la vista nuestra notable diferencia de estaturas. Sin más, se sentó en una de las bancas de ahí soltando un enorme bostezo como si minutos antes no hubiera provocado un revuelo allá abajo.

Me le quede viendo con una ceja levantada sin entender la razon del porque me habia llevado hasta ahí. Sus ojos se encontraban cerrados ignorando mi notable confusion y duda, revelando también unas enormes pestañas. Aprovechando su silencio, comencé a inspeccionarlo al estar siendo ignorada, mirandolo lentamente deteniendome en aquella joyeria que rodeaba su cuello. Era un collar de plata con una placa en donde se podía ver un símbolo que no podía reconocer grabado en este. Llevaba por la curiosidad y por la idea de que tal vez se había quedado dormido al ver que no se movía despues de unos minutos, me acerque a tomar el collar con delicadeza queriendo ver de qué se trataba aquel símbolo viéndome interrumpida por la mirada perezosa del chico. Un tanto asustada por la repentina accion, quise alejarme viendo como estiraba su mano hacia mi para tomar mi brazo, dando un suave tiron que logro acercarme una vez mas a él.
A pesar de la intimidad de las acciones, la energia no iba dirigida al romanticismo, sino más a un cariño casi fraternal.

Este miro mi rostro casi de forma insistente provocándome cierta inquietud para despues dejar caer su frente en mi torso al encontrarme aun de pie frente a el con sus piernas a ambos lados de mi cuerpo. Levante las cejas ante la tierna accion sintiendo un cosquilleo calido en mi estomago igual al que hace años no experimentaba ante la muerte de Edgar.

Se sentia exactamente igual a él. Calido y hogareño. Inconscientemente, rodee su cabeza con mis brazos, abrazandolo suavemente sintiendo como se tensaba bajo mi toque. Inhale su aroma dejándome un sentimiento de nostalgia bastante presente.

Las clases terminaron y a comparación de otros días, me sentía demasiado exhausta incluso a la hora de tomar mis cosas, bostezando mientras restregaba mis ojos.

El pasillo se vio obstruido gracias a Kou y al montón de fans que se encontraban ahí rodeándolo como si fuera un animal de zoológico.

–Kou-kun, hice tu postre favorito.

La Pequeña SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora