CAPITULO 6

92 4 0
                                    

La decision de ir a ver a mis hermanos no fue en lo absoluto compartida. Sabía que necesitaba hablar con ellos y hacerles saber la situación, quería disculparme y hacerles ver que me encontraba sana y salva aún cuando no sabía si decirles en donde es que me encontraba. Habían pasado unos cuantos días por lo que no sabía bien cuál sería la reacción de todos, así que por puro método práctico, me teletransporte a la habitación más cercana encontrándome con un Ayato acostado boca-abajo con unos bóxer rosas pra nada favorecedores. Utilizar mis habilidades como vampira en estos momentos me resultaban bastante contraproducentes al grado de marearme o que los dolores de cabeza no tardaron en aparecer. Rogaba porque no sucediera en aquellos momentos algún efecto secundario. Evite reírme y me acerque lentamente tocandole suavemente el hombro intentado despertarlo de a poco.

–Ayato, Ayato, Ayaaatoooo – susurre cada vez más fuerte y moviéndolo cada vez más brusco al ver que no reaccionaba.

—Rina, ¿Rina? ¡Rina! — grito Ayato levantándose de sopetón haciendo que me espantara y brincara haciéndome para atrás. Al darse cuenta de que si era yo en carne y hueso frente a él, se paro jalandome junto a su cuerpo, pegando su frente con la mía cerrando sus ojos verdes –Estas bien, no vuelvas a espantar a Ore-sama de esa manera, tonta — gruñó negando con su cabeza aun sosteniendome en sus brazos – ¿en dónde has estado Rina? — pregunto Ayato alejandome un poco para verme el rostro con expresión acusadora.

—Yo... – dudee mirando como empezaba a fruncir el ceño molestandose al no obtener respuesta.

–Estas con aquellos Mukami de mierda, ¿verdad? – señaló enfadado y con cierto dolor en su voz.
–Ayato – advertí ante la forma tan despectiva de decirles – No digas nada aún, porfavor.
El pelirrojo siguió mirándome cada vez de forma menos sería, soltando un suspiro abatido al darse cuenta que no iba a ceder.
–¿No te han hecho nada? – volvió a preguntar haciéndome exhalar de frustración – Solo quiero saber que estas bien – dijo de forma exasperada frunciendo aún más el ceño.
–Estoy bien – sonreí ante su actitud acercándome para dejarle un beso en la mejilla – Iré con los demás.

Abrí la puerta lentamente, viendo a ambos lados para asegurarme de que estuviera despejado. Salí despacio y me dirigí a la habitación de Raito. Toque un par de veces la parte antes de recibir respuesta viendo como la cara de Raito se asomaba mirándome con expresión sorprendida al no esperar que me encontrara ahí. Tomó mi brazo y me jalo al interior de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí seguido de sus brazos envolviendo mi cuerpo mientras yo quedaba apoyada en su pecho correspondiéndole el gesto sin saber porque me ponía tan nerviosa ante el tacto de Raito.

–Oh Rina pensé que te habían hecho algo – susurro apretándome aún más hacia él casi como si quisiera fundirse conmigo.

–Estoy bien – asegure, separandome un poco para ver su expresión la cual era de dolor.

–Llegue a pensar lo peor  – confeso sacudiéndose el rebelde cabello al no traer puesto su sombrero.

–Siento no haber dicho nada, todo está bien – explique viéndo cómo está vez fruncia el ceño confundido.

–¿No viniste a quedarte? – preguntó acusadoramente envolviéndose en un aura algo intimidante.

–Necesito encontrar respuestas – afirme sin querer dar más detalles hacia el lugar donde me estaba quedando.

–¿Y los Mukami te van a ayudar en eso? – ironizó volviendo a su actitud burlona.

–Solo confíen en mí, ¿ok? – este sonrió de forma amarga dejando una leve caricia en mi rostro para volver a su cama a paso lento sin decir nada más tomándome aquello como una señal para irme.
Kanato nunca solía estar en su cuarto ya que su lugar favorito es su enorme museo de muñecas quedándose ahí la mayor parte del tiempo, por lo que me dirigí hacia allá, aun cuidando que nadie me viera o descubriera antes de tiempo que me encontraba ahí.
Sonreí al ver a mi hermano hablando con su peluche de forma tranquila mientras caminaba de forma cautelosa viendo como se volteaba hacia mi dirigiéndome una mirada seria casi inexpresiva.

La Pequeña SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora