CAPITULO 58

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No sabía que lugar era aquel, ni el porque de mi apariencia. Me sentía demasiado liviana y extrañada sin saber muy bien lo que estaba ocurriendo.
Rodee sobre mi propio eje tratando de comprender algo.
–¡¡Christa!! – voltee detrás de mí al escuchar el nombre de mi madre viendo como una joven de cabello rubio casi blanco y ojos rojos pasaba a un lado de mi.
Se giro y con furia le grito a alguien dentro de un callejón haciendo que mirara para ver de quien se trataba.
Un chico de cabello blanco corto, ojos miel, alto, delgado y de vestimenta formal apareció frente a mis ojos mientras miraba a la chica con enojo reflejado en sus ojos.

De inmediato mis ojos se expandieron, cegandome por completo al darme cuenta de quienes se trataban

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De inmediato mis ojos se expandieron, cegandome por completo al darme cuenta de quienes se trataban.
Eran mis padres de jóvenes.

Abrí mis ojos de golpe sintiendo como mi pecho subía y bajaba en estado de alerta.
Trague saliva completamente desorientada ante el lugar que se presentaba ante mis ojos. Me puse de pie de inmediato, mirando y tocando mi cuerpo como si no se tratara del mío.
Mi cabello largo hasta terminar mi espalda, mis manos más largas y delgadas, mi pecho más crecido, mis piernas más largas. Una inhalación de sorpresa logró hacerme retroceder ante el reflejo que se mostraba frente a mi a causa de un enorme espejo con un precioso borde tallado en oro.
Mi cara, mis facciones. Todo era completamente distinto. Era como si... Hubiera crecido.
Ignore por completo el hermoso vestido color crema que portaba, sintiéndome cada vez más al borde de la locura.
¿Que estaba pasando?
¿Que era todo esto, donde estaba?
Salí de aquella lujosa habitación descalza, caminando por un enorme pasillo, el cual estaba cubierto por unos ventanales gigantes los cuales revelaban la pesada noche y la luna de un color gris resplandeciente.
Me detuve unos segundos inspeccionando aquella vista sintiendo por unos segundos hasta que mi pecho dolío logrando hacerme cerrar los ojos ante la fuerte punzada.
Aparte mi mirada de ahí con incomodidad y seguí caminando hasta llegar a un enorme salon.
El hombre frente a mí se puso de pie caminando rápidamente hasta donde me encontraba con una expresión perpleja cubriendo todas sus facciones.
–Mi niña – suspiro tomando mi rostro entre sus manos logrando sacarme una ligera sonrisa.
Aquel hombre apuesto de cabello largo blanco y ojos miel no hacía más que transmitirme serenidad y tranquilidad.
–Padre.
–Por fin has despertado. Me había preparado para este momento pero el verte así, me ha hecho olvidarme de todo – exhalo sorprendido separándose de mi aun con una de sus manos acariciando mi mejilla.
–No entiendo... – Frunci el ceño tratando de recordar algo.
Aquel sueño me dejó un tanto retrocedída en el tiempo y el verme así no hizo más que alimentar mi creciente ansiedad.
–Ven, siéntate.
Asustada, acate su apacible orden sentandome en el sillón de terciopelo negro mientras el tomaba lugar frente a mi.
–Aquí está el té, Karlheinz-sama – una mujer de ojos violeta y cabello castaño, vestida de mucama, entró dejando una bandeja de plata con tazas de porcelana y una tetera sobre la mesa, la cual parecía ser de un material bastante fino como todo lo que había podido observar hasta el momento.
Mi mirada seguía puesta sobre la mujer sin poder despegarla, siguiendo cada uno de sus movimientos como si de un magneto se tratara.
–Irie – las palabras saltaron de mi boca sin siquiera pensarlo provocando que la mujer volteara a verme con los ojos completamente abiertos en sorpresa.
Parpadee, confundida ante lo que mis labios soltaron con tanta naturalidad.
–Irie, retirate – La dura voz de mi padre resonó por la enorme habitación escuchando como las puertas se cerraban detrás de la fémina mientras mis ojos seguían clavados justo en donde se había encontrado.
–¿Se conocen?
–No, yo, no see. ¿Que esta ocurriendo?
Karlheinz me pasó una taza de té y con la mirada un tanto indecisa, soltó un suspiro esta vez clavando sus ojos miel en mi cara.
–Estuviste 5 años en coma.
La taza resbaló de entre mis dedos cayendo estruendosamente al suelo rompiéndose de inmediato.
Abrí la boca sin poder creer.
Lamentablemente todo indicaba que aquellas duras palabras eran ciertas, eso explicaba por completo mi aspecto.
Ya no era una niña de 17 años, ahora tenía 22. Era una mujer ahora.
Trate de organizar mis ideas levantando una mano deteniendo las palabras de mi padre al ver que abría la boca para volver a hablar.
–Mis hermanos, ¿dónde están? Quiero verlos – me puse de pie caminando fuera de aquel lugar siendo detenida por la gruesa voz de mi progenitor.
–Aún no puedes. Es muy pronto.
–¿Te parecen pronto 5 años? – pregunté soltando una risita irónica ante sus palabras – Quiero verlos, porfavor.
La sola idea de poder volver a sentirlos hizo que mi pecho se agrandara de regocijo. No había comparación ante la emoción que sentía.
–Lamento decepcionarte Rina, pero eso no sucederá. Tus hermanos no están en la mejor disposición – Karlheinz se puso de pie dejando ver su imponente figura frente a la mía. Sin mencionar que su vestimenta lo agrandecia aún más.
–¿Que quieres decir? – Frunci el ceño con miedo de escuchar lo que saldría de su boca.
–Ellos piensan que estas muerta.

La Pequeña SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora