CAPITULO 27

41 4 0
                                    

Me puse de pie rápidamente, sobresaltada al encontrarlo ahí en medio de la obscuridad, preguntandome cuanto tiempo llevaria esperando en aquel lugar.
El odio hacia él no tardo en extenuarse provocando un fuerte dolor de cabeza que hizo que gimiera de dolor ante la terrible sensación. Los tosidos no tardaron en aparecer manchando mis muslos y mi vestido de sangre, viendome en la necesidad de sentarme en la cama mientras sostenía los costados de mi cabeza haciendo algo de presión para aminorar la sensación. Su presencia se fue acercando poco a poco hasta tomar mi barbilla entre sus dedos, obligándome a verlo con cierto recelo. Su cabello caía alrededor de su cara perfilándola de una manera bastante escalofriante.

-Mi hermosa rosa blanca - susurro mirándome embelesado, haciendo un poco de presión en mí barbilla.

Un hilito de sangre salió de la comisura de mis labios recorriendo hasta mi cuello lo que capto la atención de quien se hacía llamar mi padre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un hilito de sangre salió de la comisura de mis labios recorriendo hasta mi cuello lo que capto la atención de quien se hacía llamar mi padre.
-Es hora de que aprendas una vez más quien eres - una vez dichas esas palabras. La obscuridad me embargo por completo dejándome así por unos minutos.

Abrí los ojos de sopetón encontrándome con la familiar y tenebrosa imagen de un pasillo de hospital completamente blanco y deshabitado.

Un vestido blanco de algodón caía hasta mis rodillas y mi cabello abrazaba mis hombros, meciéndose con cada paso que daba provocando un ruido sordo a causa de lo descalzo de mis pies

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un vestido blanco de algodón caía hasta mis rodillas y mi cabello abrazaba mis hombros, meciéndose con cada paso que daba provocando un ruido sordo a causa de lo descalzo de mis pies.

Al paso de los minutos caminando por aquel corredor sin fin, los murmullos en una habitación no tardaron en llegar reconociendo con miedo de que se trataba. Tome la saliente de la puerta y la deslice lentamente con miedo de encontrarme con la imagen detras.

Una Rina de 6 años se alzó sobre mí como una ventisca de aire helado congelándome por completo. Agujas y tubos incrustados en todo mi marchito cuerpo suministrándome sueros y medicamentos, moretones por doquier y un ambiente tan pesado que envolvio todo el lugar, hicieron que las ganas de vomitar no tardaran en llegar.

Aquella época era dura de recordar. No hablaba, no comía, no jugaba, no vivía. Verla desde otro punto de vista era aún mas desgarrador. Mi infancia se trató siempre de estar salvando mi vida al haber nacido increiblemente debil. Cualquier golpe, cualquier anomalia hacía que de inmediato cayera en cama sin poder hacer nada.

La Pequeña SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora