CAPITULO 50

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Habían pasado dos días desde la aparición de Karlheinz empeorando desde entonces. Tenía episodios de paranoia extrema haciéndome gritar como desquiciada.

 Intensa fiebre y  ataques de tos que terminaban en manchas enormes de sangre por todos lados siendo una constante preocupación al no saber qué pasaría después

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Intensa fiebre y ataques de tos que terminaban en manchas enormes de sangre por todos lados siendo una constante preocupación al no saber qué pasaría después.

Mis hermanos se turnaban para hacerme guardia exceptuando a Raito por lo que había pasado anteriormente quedándose fuera de aquello. La botella de líquido cristalino resulto ser una especie de reductor a los cambios que estaba sufriendo devolviéndome paulatinamente el color de mi cabello y mis colmillos volvieron a su filo original agradeciendo el ya no poder cortarme, en cambio mi ojo izquierdo empeoro siendo solamente capaz de ver manchas borrosas siendo incapaz de distinguir con claridad para después sangrar causándome un enorme dolor teniendo que tomar analgésicos.

Al tercer día de la semana decidir ir a la escuela recibiendo ayuda de Reiji para cambiarme y una dotación extra de medicamentos junto con una botella de sangre la cual me tome casi de un trago. Me calce los zapatos acomodándome las medias viéndome en el espejo evitando poner demasiada atención en mi ojo el cual se veía bastante opaco perdiendo su brillo.

Agarre un parche de color blanco colocándomelo sintiéndome algo satisfecha con mi apariencia. Salí de ahí metiéndome a la limusina poniéndome nerviosa casi de inmediato una vez que llegamos.

—Si te sientes mal o débil ve a la sala de música y quédate con Shu — indico estrictamente Reiji — ¿Esta bien?

Asentí ante sus instrucciones para después darme media vuelta dirigiéndome a mi salón bajo la mirada de todos a causa de mi apariencia sintiendo en aquellos momentos el peso de que Haru ya no se encontrara sintiendo como mi pecho se apachurraba. Me senté en mi lugar esperando no encontrarme a Kou al menos por ese día.

Para mi suerte las clases pasaron horriblemente lentas lo que provoco que una terrible fatiga en mi percatándome de que mi ojo estaba empezando a sangrar al sentir un cosquilleo bajar por mi mejilla. Levante la mano pidiendo permiso para ir al baño parándome casi de un salto una vez que obtuve el permiso. Entre con un gemido de dolor quitándome el parche soltando casi un grito de susto al ver mi ojo inyectado en sangre comenzando a limpiar mi mejilla.

Al ya estar dispuesta a irme, un gemido me hizo quedarme quieta seguido de golpeteos logrando sacarme el color de la cara al ser la primera vez que escuchaba algo así dentro de la escuela. Sin ningún tipo de interés en querer seguir escuchando decidí salir de ahí rápidamente deteniéndome con el corazón en la mano.

—Ruki — gimió aquella tipa. Voltee a ver el cubículo de donde salían los sonidos movida por la intriga y por la furia de saber con quién demonios estaba teniendo relaciones de manera descarada en el baño de mujeres. Cuidando mis pasos me metí al espacio de alado y hacer ningún ruido me pare en la taza de la taza del baño paralizándome al ver que se trataba de la amiga de Aya teniendo los pechos al aire y la espalda contra la pared sosteniéndose del cuello de Ruki mientras este la embestía violentamente.

La Pequeña SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora