CAPITULO 60

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Seguí mirando atónita el lugar en donde anteriormente se había encontrado aquel hombre de mirada triste y apuesto rostro.
Aquel chico junto con el de cabello rubio no hacían más que confundir más mis sentidos provocando un nudo en mis pensamientos el cual por más que rogaba, no podía desenredar.
Sentía que cada situación acrecentaba la posibilidad de recordar pero no conseguía nada, sólo sentimientos que me confundían y me hacían sentir más y más enterrada en aquella laguna mental.
Recordaba lo mínimo o incluso un poco menos. Lo esencial si que estaba ahí pero los pequeños detalles no conectaban con mi cerebro.
Con un enorme suspiro, me aleje de la ventana y me deje caer en la cama esta vez con la mirada puesta en mis descalzos pies.
Había tantas cosas rondando en mi cabeza en tan poco tiempo que de verdad creía que podía volverme loca. No entendía el porqué de todo, sólo era una expectadora de las circunstancias e incluso dolía porque no podía recordar mi infancia con mis hermanos. No había nada, era un enorme vacío color negro.
Tampoco entendía la obsesa necesidad de mi padre de no dejarme salir en lo absoluto o de si quiera convivir con mi propia sangre la cual era suya también. Sabía que sería toda una bomba pero ambos lados teníamos derecho a volver a estar juntos.
Si bien, el convivir con mis hermanos sería tardado, no podía negarme el saber más sobre aquellos dos chicos que vi, aunque sabía que tenía que actuar con suma prudencia o en casos extremos a escondidas dadas las circunstancias. Ni siquiera Irie estaba de mi lado y la entendía un poco, pero no del todo. Me estaban quitando toda la libertad de saber sobre mi.
Quería recordar y si eso no era posible al menos volver a sentir un poco sobre lo que era, por lo que para eso, necesitaba la convivencia con estas personas.
Volví a acostarme en mi cama y con la mirada al techo decidí poner manos a la obra a la primera tarea la cual iba dirigida a un nombre o apellido.
Mukami.

Irie una vez que me peinó, vistió y médico con aquellas extrañas píldoras me ordenó ir a la enorme biblioteca del lugar para empezar con mis clases particulares. Estaba decidida a actuar por cuenta propia y no decir absolutamente una palabra, una cosa jugaba a mi favor. Mi padre no se encontraba la mayoría del tiempo en la mansión, así que, la única persona que realmente me preocupaba era el chófer ya que el se encargaría de llevarme a todos los lugares a los que querría visitar en un futuro para recopilar información.
A Irie poco a poco le iría sacando información aunque me costará un mundo.

Las clases resultaron ser muy de mi agrado. Irie al parecer era buena en muchas cosas y una de esas tantas era en el francés y el alemán por lo que mis clases se trataron sobre eso. No me costaba nada pero vaya que el alemán era raro haciendo que no me terminará de gustar.
Una vez terminada la larga sesión, fui a mi cuarto con unas enormes ganas de ver a mis hermanos. Me frustraba el no saber ni siquiera donde vivían, incluso absurdo.
¿Como había logrado perder la memoria a esa magnitud?
Algo grande debió sucederme.
Mire la hora en el reloj de la pared de mi cuarto descubriendo lo temprano que aún era. Entrecerre los ojos decidiendome por empezar mi plan.
Salí contándole a Irie la excusa de que iría a comprar libros de alemán conociendo que con aquello mi padre (si es que llegaba) no tendría algún problema.
Esta vez tendría suerte ya que no necesitaría contar una mentira pero tendría que inventarme una coartada pronto.

Al llegar a la ciudad, el chofer me daba la total libertad de hacer mis cosas ya que su trabajo se reducía al perímetro de la limusina y todo lo que tuviera que ver con esta por lo que no me seguía a ninguna parte.
Como si mis piernas pícaran, salí disparada con la energía de querer encontrar algo nuevo y casi como si lo hubiera manifestado, en la enorme pantalla de un alto edificio, salió aquel chico de cabello rubio y ojos azules en lo que parecía ser un comercial de ropa. Sin perder tiempo me acerque más a aquel edificio y vi su nombre aparecer el cual provocó que mi pecho se oprimiera en regocijo y mis ojos se expandieran.
Mukami Kou.
Trague saliva con una enorme sensación de adrenalina. Mukami Kou,repeti saboreando el nombre en mis labios. Así que era un apellido.
De inmediato la sonrisa de aquel joven ese día en el pasillo apareció en mi cabeza y entendí que lo había hecho al escuchar como su apellido salía de mis labios.
Lo sabía!
Mas que feliz, sonreía como no lo había hecho en un tiempo al desenredar un poco más el nudo de mis recuerdos. Aunque fuera solo un pequeño tirón, había encontrado algo y no lo dejaría ir así de fácil.
–Oye – mis pasos se vieron interrumpidos ante la llegada de una chica que la veia con escrutinio en su rostro. Me quedé esperando a que dijera algo pero antes de hacerlo siguió examinando mi rostro para después taparse la boca en completa sorpresa.
–¿Pasa algo? – exclame confundida por la expresión la cual no me hacia sentido.
–Debes de ser tu, por dios estas tan bella que no lo puedo creer – sin más me abrazo ocasionando que mi confusión creciera de forma exponencial. Aquella joven actuaba como si en verdad me conociera.
–Perdón pero no estoy entendiendo nada – hable un tanto nerviosa porque estaba frente a alguien que en mi pasado interactue.
Al decir aquello, como si de un resorte se tratara, la joven de cabello corto y negro se alejo de mí sin dejar de tomar mis hombros entre sus delgadas manos.
–¿No me recuerdas? Bueno, en realidad sólo nos vimos una vez, no me sorprendería – parpadee aún sin comprender notando lo guapa que era. Parecía una modelo con aquella complexión, cara y estatura – Soy amiga de Kou. Hana – bajo sus manos y con una linda sonrisa se presentó. Sonreí apenada sin saber de que me hablaba pero con una sensación en el estómago al escuchar aquel nombre. Sabía que nadie debía de enterarse sobre mi amnesia o mi supuesta muerte por lo que fingi un poco saber lo que me decía.
–Un gusto Hana.
–De verdad que eres preciosa. Ese maldito rubio tiene suerte, pero, debo de irme, fue un gusto volver a verte. Estas mucho más grande – apretó mis cachetes en un gesto bastante intimo provocando que me sonrojara un poco. Sin más, dio la media vuelta y comenzó a alejarse.
Saliendo de mi ensoñación, trote antes de que pudiera irse y la tome del brazo con más fuerza de la que pense parando su caminar.
–Lo lamento pero, hace mucho que no veo a Kou, ¿Me podrías decir dónde vive? – mi desesperación se acrecentó al ver a la lejanía como mi chófer se iba acercando para llevarme de vuelta a aquella enorme y sola mansion.
–Ahora lo entiendo, claro que sí – bajo la mirada observando mi mano aún tomando la mía como si estuviera encontrandole un significado más profundo a lo que dije.
Una vez que terminó de decirme la dirección, camino lejos de mí y el chófer me llevó junto con él de vuelta a mi hogar.

La Pequeña SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora