CAPITULO 54 +18

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ATENCIÓN: Imágenes un poco fuertes y contenido para adultos. Por favor abstenerse de leer el capitulo por curiosidad si no eres mayor de edad.


Rina, ven con mama.

¿Madre?

Ya todo está bien. No tienes que seguir luchando. Te prometo que todo esto se va a acabar.

¿Qué se va a acabar?

Solo tienes que venir con mama. Ven conmigo.

Mama...

Abrí los ojos sintiendo como los brazos que hace unos segundos me cobijaban eran cambiados por unas cadenas que tintineaban en mis tobillos. Mire a mi alrededor encontrándome von una habitación completamente obscura, alcanzando a percibir un poco una silla de madera en una esquina y una mesa del mismo material justo frente a mí. Trate de moverme un poco, percibiendo que mis manos estaban atadas fuertemente por detrás de mi espalda con una especie de soga o lazo al sentir como raspaba con el mínimo movimiento.

Aun con la voz de mi madre, volví a intentar esta vez ponerme de pie al encontrarme postrada en el suelo rindiéndome al sentirme terriblemente débil e indispuesta por las cadenas que aprisionaban mis tobillos con extrema violencia. Empecé a recobrar los sentidos moviendo mi cabeza de un lado a otra desesperada al no saber qué demonios estaba pasando y en donde es que me encontraba si hace unos minutos estaba en mi habitación.

Aun con el reflejo de las luces tintineando en mis ojos, trate de ver en medio de la obscuridad cada vez más alterada. Aquel lugar resultaba escalofriante y terriblemente frio al punto de hacerme tiritar y ponerme la piel de gallina desde el momento que abrí los ojos. Mis pupilas se fueron adaptando cada vez más a las penumbras reconociendo distintos materiales colgados en las paredes ocasionando que abriera mi boca al ver de lo que se trataba.

Era una sala de juegos sadomasoquistas.

Había absolutamente de todo.

Sogas de todo tipo de materiales. Látigos y fustas de todos los grosores, tamaños y materiales. Maquinas que parecían ser utilizadas para fines nada placenteros. Esposas y cadenas diferentes a las que tenía puestas. Mordazas. Pinzas para las zonas erógenas.

Me asustaba la capacidad que tenía para reconocer diferentes de los artefactos que había ahí.

De un momento a otro el pánico se instaló en todo mi cuerpo y temí porque un pervertido y viejo me haya secuestrado.

A pesar de que quería gritar y sollozar, mi voz se rehusaba a salir sin motivo a aparente poniéndome la piel de gallina al escuchar como abrían un cerrojo seguido de la puerta de la celda en donde me encontraba. Lo único que podía hacer era derramar lágrimas en silencio casi en agonía al no poder expresar toda mi frustración. Decidida a no mostrarme débil, obligue a mi cuerpo a mantenerse firme y a no llorar.

Los pasos no tardaron en hacerse escuchar viendo como las luces del lugar eran encendidas dejando ver aquel lugar con mayor lujo de detalle. Efectivamente, era un cuarto de juegos eróticos.

Abrí los ojos a tope al encontrarme con dos pares de ojos color miel mirándome detenidamente desde arriba con notable superioridad ocasionando en mi un sentimiento de respeto y terror provocando que me encogiera aún más ante sus intensas presencias.

—Por fin despiertas — la voz del de cabello largo blanco fue tan profunda que hizo que temblara notando lo enigmático y el enorme parecido que tenía con Karlheinz exceptuando las puntas rojas en su cabello que tenía el chico frente a mí. Sus ojos eran del mismo color y su expresión era sumamente parecida.

La Pequeña SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora