Capítulo cincuenta y dos

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Me despierto con un nudo en el estómago, consciente de que algo ha cambiado drásticamente en mi mundo. Mi mirada se posa en una servilleta doblada en cuatro junto a mi almohada, e instintivamente sé que es de Joy.

Mis manos tiemblan mientras desdoblo con cautela el papel, como si temiera enfrentar las palabras que se ocultan en su interior. Y allí, impresas con tinta negra, comienzo a leer las líneas que desgarran mi alma:

"¿Y si nunca hubiese tenido intención de hacerlo? De hacerte daño, de enamorarme de tu oscuridad, y permitir que tú te enamoraras de la mía.
¿Y si nunca hubiese pensado en desearte?  Pero acabar por hacerlo fatídicamente.
¿Y si nunca hubiese pensado en las caídas a contracorriente que sufriríamos por cogernos de la mano?  A contraluz. Incluso a contraorden.
¿Y si nunca hubiese sido consciente de que todo acabaría? De que todo tendría un final, aunque nosotros deseáramos que ese momento no llegase nunca.
¿Y si te hubiese dicho que realmente de lo que quería enloquecer no era de ti?  Ni de mí. Sino de toda la vida que se creaba y recreaba cada vez que nos mirábamos a los ojos.
¿Y si te hubiese consolado con un "para un largo rato"? Y no con un "para toda la vida" puesto que la vida nos estaba aguardando algo mucho menos trágico.
¿Y si no nos hubiéramos encontrado en Hiraeth? ¿Crees que habría sido diferente?
Jota"

Arrugo el pedazo de papel con rabia y lo lanzo por la ventana, como si así pudiera deshacerme del dolor que me consume. Pero sé que no puedo huir de él, ni del abismo que me incita a saltar. Y que me recuerda que he perdido a quien creí que era el amor de mi vida. O uno de ellos.


Los días en Hiraeth tornan y tornan hasta hacerse tediosos y abrumadores. La ausencia de Joy, como una herida profunda en el alma, me desgarra de manera implacable, haciéndome participe del vacío que su partida ha dejado tras de sí.

El tiempo, que solía ser un amante, se ha transformado en un enigma incomprensible. Ya no marca los segundos ni los minutos con la misma precisión de antaño, dejándome desorientada en un laberinto temporal. Y la vida, que antes era vibrante y palpable, se ha desvanecido en una neblina de desapego y desconexión. Ya no siento el fluir de los días ni el latir de la existencia, en cambio, me veo atrapada en un torbellino de nostalgia y anhelo que persiste sin cesar.



Una mañana, la navidad toca a la puerta de Hiraeth tal que un torbellino de luces y sonidos, transformando cada rincón del centro de salud mental en un escenario festivo. El aire se impregna de un dulce aroma a especias y chocolate caliente, mientras los villancicos y las canciones navideñas resuenan incesantemente a través de los altavoces de los pasillos.

En el gran comedor, un majestuoso árbol de navidad se alza en todo su esplendor, decorado con luces centelleantes y brillantes adornos. Las guirnaldas y los lazos coloridos dan vida a las paredes y luz a las pacientes. Sin embargo, mi corazón sigue sumido en una caída a contracorriente que ni siquiera esta época mágica puede disipar.

Mientras me zampo un bol de cereales bañados en leche, diviso débilmente a Joy en la puerta del comedor. Sus ojeras pronunciadas y su barba desaliñada revelan su cansancio y tristeza, reflejando mi propio estado de ánimo. En un instante, nuestras miradas encajan con nostalgia deseando quedarse, ansiando por algo más de tiempo, y lo hacen por unos cuantos segundos. Pero antes de que las palabras puedan fluir entre nosotros, él da un paso hacia atrás y desaparece en la oscuridad.

Un suspiro escapa de mis labios, dejándome con una sensación de inercia y la amarga certeza de que nada volverá a ser como antes.


La luz de la tarde acaricia fugazmente mi rostro mientras me levanto de mi silla y me despido del doctor Pearson. Creo que, desde que estoy en Hiraeth, esta ha sido la sesión en la que más lagrimas he derramado. Mi madre solía decirme que, aunque la oscuridad me envolviera, siempre encontraría la luz. Un diminuto rallo que iluminaría mi camino de vuelta a la vida. Pero ahora, me resulta casi imposible creer en sus palabras.

Al cerrar la puerta del despacho del doctor Pearson, me encuentro con Joy enfrente, apoyado contra la pared y con el labio partido. Un escalofrío recorre mi cuerpo, acelerando mi pulso de forma desenfrenada. Sus ojos azules como el mar se encuentran por un instante con mis ojos color café, cargados de recuerdos compartidos. El silencio se extiende entre nosotros, pero mi determinación se fortalece. Desvío la mirada y, sin detenerme, me encamino hacia mi habitación, permitiendo que el eco de mis pasos cubra el latido rebelde de mi corazón.


Por la noche, me dirijo a enfermería para tomar mis medicamentos.

Scott, el celador del turno de noche, me entrega mi vaso de plástico y al examinarlo, noto que contiene muchas más pastillas de colores que en ocasiones anteriores. Juraría que tres más. Qué extraño.

—Creo que te has equivocado en la cantidad. — digo frunciendo el ceño

—No, es la cantidad adecuada. —responde Scott con seriedad

—Pero aquí hay muchas más pastillas que antes.

—Sí, lo sé. El doctor Pearson ha decidido aumentarte la dosis.

Oh.

—Lo que quiere es drogarme hasta las cejas. —murmuro volteando los ojos y tomándome las pastillas de colores de un trago

—Dulces sueños, señorita Bowman. —Dice el celador Scott y llama a la siguiente en la fila

Giro sobre mis talones y me encamino de regreso a mi cuarto. Entre las sombras de la noche, diviso a Joy acercándose lentamente. Mi corazón se acelera, pero decido mantener la fachada de indiferencia, aunque en el fondo muera por abrazarlo. Nuestros cuerpos pasan uno al lado del otro, tan cerca pero tan lejos. Anhelando tocarse, pero incapaces de hacerlo debido al muro infranqueable que hemos construido entre nosotros.

Cada evasión, cada encuentro eludido y cada despedida se convierten en punzantes recordatorios de lo que alguna vez compartimos. Los fragmentos rotos de aquel viejo amor se dispersan por los rincones de Hiraeth, y el eco de nuestras almas se desvanece en el olvido. La distancia entre nosotros crece, dejando únicamente el dolor y la melancolía como testigos mudos de lo que fue y nunca volverá a ser.


En  mi tiktok  @inessdeluna publico contenido  variado sobre la trama, los personajes y avances.
xoxo

© Obra protegida por los derechos de autor

Diario de una enferma mental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora