Me contraigo por la falta de aire, como si la vida se escapara de mí. No puedo respirar. Necesito desesperadamente que esta locura transitoria llegue a su fin. Solo porque sé que, si no lo hace, me acabaré volviendo loca.
Corro por los pasillos de Hiraeth ansiando algo más de tiempo. Necesito aire. Mucho aire. Uno que me libere de todo el dolor que mi alma lleva consigo.
Cuando llego a la azotea, me acerco al borde y con miedo, cierro los ojos. Mi pulso se acelera y siento la garganta seca. "¿Y si acabamos con tu vida?" me susurra la voz de mi conciencia acariciándome el cuello. "Somos una carga para todo aquel que se cruza en nuestro camino. No servimos para seguir estando con vida." Sacudo la cabeza intentando despejar mi mente, pero es inútil. Las voces de mi cabeza son sobrecogedoramente persuasivas en momentos de debilidad.
Bajo la mirada hacia abajo y el vértigo se propaga por mi cuerpo. "¿Y si saltas y acabas con todo?" "¿Despedirte del mundo real para siempre?" el ronroneo de aquella voz que tantas veces me ha acompañado, se infiltra en los poros de mi piel, embriagándome como un perfume de flores del infierno. "Hazlo. Solo así podrás acabar con todo tu sufrimiento. Sé valiente, Sabina".
Siento como la muerte se acerca a mí con decisión y engendra en mi alma un beso. Me ruega que regrese con ella. Me promete que esta vez no me abandonará y que junto a ella estaré mejor.
Justo cuando voy a dar un paso hacia delante, alguien me agarra del brazo, tira de mí y me devuelve al suelo. Mi oscura mirada tropieza con la de Joy. Tiene el rostro desencajado por el pánico y la respiración muy irregular.
—Oh, dios mío. Yo...lo... lo siento. —refunfuño llevándome una mano al pecho, angustiada. Estaba a punto de hacerlo. Iba a saltar.
—Tranquila. —dice Joy sentándome en el suelo y colocándose a mi lado
Mis oídos me pitan dolorosamente, tanto que me obligan a cerrar los ojos. Me tomo unos cuantos minutos para volver a despertar. Regresar a la realidad. A aquella que traza agujeros de la muerte en mi piel. Y en la de Joy.
¿Por qué la vida es tan complicada? ¿Y dolorosa? Nunca lo entenderé.
—Si yo no te hubiera alcanzado ¿crees que lo habrías hecho? —pregunta Joy en un susurro ronco y temiendo mi respuesta
—No lo sé. Fue un segundo. Un milésimo segundo que podría haberme cambiado la vida para siempre. —murmuro respirando hondo, aunque me cueste—¿Y tú, que haces aquí?
—Te estaba vigilando.
—¿Por qué? —alzo una ceja con arrogancia
Joy niega con la cabeza y se pasea una mano por el cobrizo pelo.
—Yo nunca quise que esto pasara, Sabina. Que llegáramos a esta dependencia emocional tan dañina. —sus palabras son como piedras en su boca
— Ninguno de los dos imaginó que sentiríamos tanto en tan poco y en un lugar tan hostil como este. —digo encogiéndome de hombros —A veces, la vida juega de esta manera, señor Carter. Y nosotros no podemos hacer nada para evitarlo.
—Lo sé. —acaba él en un murmullo casi incoherente. Desvía la mirada hacia el tintineo de luces de Atlanta y suelta una bocanada de aire—Necesito pensar.
Asiento con un nudo en la garganta y girando sobre mis talones, desaparezco.
**
Ese humo de años que nos separa, pero que ambos inspiramos.
Esa despedida que promete volver a encontrarnos. Sabiendo que esta vez será la última.
Ese beso entre almas. Negado en cualquier vida. Aún permitido en todas aquellas muertes que una vez esquivamos.
Esa falta de tiempo que nos hace mortales, pero que ambos sabemos que cuánto más tiempo tengamos más mortales nos hará ser.
Esas ansias por experimentar. Saborear recuerdos por querer hacernos inmunes al dolor. Aun debilitándonos en cada uno.
Ese viaje a la Luna en el que nos prometimos tanto. Sabiendo que al despertar no nos habríamos prometido nada.
Ese "ese" que nos hace ser lo que somos. Y estar donde queremos estar.
**A última hora de la tarde me dedico a observar a los pacientes desde el ventanal del taller de creatividad. Cada uno vive la vida que una vez el destino les otorgó. A veces adorándola, y en otras repudiándola hasta la muerte. Me preguntó en que posición me encuentro yo. Si alguna adoré mi vida o si siempre la odié.
Me dejo llevar por la triste melodía que emana de la guitarra de uno de los pacientes, el músico adolescente, uno de los alter egos que habitan el cuerpo de Joy. Lleva su característica gorra negra y, de vez en cuando, levanta la mirada hacia el edificio para observarme. Sus ojos reflejan sufrimiento, al igual que las palabras que brotan de su boca. Oh, Joy. Ojalá nunca hubiéramos llegado a esto.
Durante la cena, recibo un mensaje de Joy escrito en una servilleta de papel y mi corazón se encoge, nervioso y caótico. Cuando desdoblo el trozo de papel consigo leer:
"¿Podemos vernos? Necesito hablar contigo.
Jota"Sacudo la cabeza con resignación, y le escribo una respuesta con cierta rabia en el pulso, y en mi caligrafía.
"¿Vernos para que me vuelvas a dejar? No gracias, me abstengo."
En menos de tres minutos recibo otro mensaje suyo, y volteo los ojos.
"Tú solo ven a la hora y al sitio de siempre.
Por favor."Sumerjo la servilleta en un vaso de agua y me tomo un momento para reflexionar. ¿Debería verle esta noche? ¿Y si vuelve a romperme el alma en pedazos? ¿O si me hace aún más daño que la vez anterior? La voz de mi conciencia golpea el suelo con impaciencia y luego murmura: "No lo sabrás si no lo intentas, querida." Y oh tiene toda la razón del mundo.
∞
En mi tiktok @inessdeluna publico contenido variado sobre la trama, los personajes y avances.
xoxo© Obra protegida por los derechos de autor
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Diario de una enferma mental ©
عاطفيةSabina Bowman despierta en un psiquiátrico sin saber por qué. Desesperada por escapar, traza un arriesgado plan: seducir a su psiquiatra, el doctor Pearson, para conseguir el alta médica. Sin embargo, su estrategia da un giro inesperado cuando conoc...