**
Incita a tu pasado, y cuando aparezca, concédele una cita con tu presente. Haz que caigan perdidamente enamorados, pero nunca olvides que algún día intervendrá aquel amante que se hace llamar futuro, y les separará. Puede que por un rato. Puede que para siempre. Girarás entorno a ellos tres, constantemente. Querrás detenerte en cada uno de ellos, y lo harás, pero me temo decirte que será momentáneo. No habrá equilibrio. Y por eso, tú tendrás que crearlo, y que esté estrictamente hecho a tu medida.
**Joy, siendo esta tarde un niño y sentado en el césped de Hiraeth con las piernas cruzadas, juega con su muñeco de madera mientras lame una piruleta de fresa.
—Vamoz...a savar el mudo, zeñor Hyde. Yo... te te ayudaé. Soy tu alido. —Murmura Joy con voz infantil, abrazando a su juguete
Envuelve sus dedos alrededor del cuello del muñeco y le da vida, haciéndolo caminar de un lado a otro y luego volar, navegar por mares lejanos y viajar a través del tiempo y la gravedad.
Desde lejos, observo cómo un paciente se acerca al pequeño Joy y le revuelve el cabello. El niño se tensa por un momento y la piruleta cae de su boca. Todo se suspende durante unos instantes, dejando de tener sentido. Tres segundos después, recobra la vida, se levanta del suelo soltando su muñeco y adopta una postura rígida e intimidante. Saca un cigarrillo de su bolsillo y lo enciende, buscando al paciente con la mirada. Ahora su cuerpo lo ocupa el fumador frustrado.
La mirada azul y violenta del cuerpo de Joy escudriña el jardín de Hiraeth, buscando al hombre oculto detrás del árbol de la muerte.
—Sé que estás cerca, payaso —grita con voz grave, explorando la zona como un depredador del bosque.
Observo cómo la mayoría de los pacientes le temen. Huyen de él. Se alejan de la agresividad que el fumador frustrado irradia.
—Eso es. Desapareced de mi vista, inútiles —añade, apagando el cigarrillo y encendiendo otro.
El fumador frustrado se alimenta de la rabia. Se nutre de la ira. E inhala el miedo.
Sin previo aviso, levanta la mirada hacia el ventanal de la quinta planta donde me encuentro y me lanza una mirada colmada de enojo. Luego, con un gesto de fastidio, aparta la vista y gira sobre sus talones, continuando su búsqueda. La búsqueda de su presa.
Faith, la depresiva aparece a la hora de la cena acompañada por dos celadores que no le quitan los ojos de encima y la obligan a sentarse con nosotras. Su apariencia no ha mejorado desde la última vez que la vimos por la mañana. Está peor de lo que la dejamos. Tiene la mirada ida y los ojos llorosos e hinchados. No se pronuncia. Apenas respira bien. Está sumida en sus pensamientos, atrapada en sus estados de ánimo. Aquellos de los que no puede desprenderse ni aun queriendo.
—¿Quieres... quieres hablar de ello? —pregunta Mía con algo de precaución
Nuestra compañera niega con la cabeza.
—¿Por qué no intentas comer un poco? Hoy han preparado tu comida favorita.—Xia le acerca un plato de arroz con champiñones y pollo, pero ella lo aleja con brusquedad poniendo cara de asco —No estarás embarazada, ¿verdad? Si es así, comprendería tu comportamiento agresivo y disparatado en hormonas.
Faith ignora a la inigualable asiática, y arropándose en sus mortales pensamientos, apoya la cabeza sobre la mesa y cierra los ojos, desvaneciéndose. Le da ventaja al tiempo. Le otorga poder a su estado de ánimo destructivo.
—No olvides que, que pase lo que pase, estamos contigo. —le recuerdo, extendiendo la mano y entrelazándola con la suya. Sus dedos están helados. Ella me aprieta la mano por un momento y luego la relaja.
Estar sin ella, siendo la conejita Duracell que nunca deja de parlotear, se hace extraño. Y pesado.
Vagabundeo por los pasillos de Hiraeth una noche más, recorriendo la tercera y quinta planta como en muchas otras ocasiones, sentándome a pensar en la segunda, y perdiéndome en la sexta. Solo para alcanzar la séptima y empezar mi recorrido de nuevo.
—Buenas noches, aliada de la vida —la voz de Joy me perfora el conducto auditivo y yo me encojo, asustada—. Perdona. No quería asustarte.
Me giro y choco con su cuerpo, fuerte y fornido. Nuestras miradas, adaptadas a la oscuridad de la noche se prenden entre ellas. Se unen encarcelando el azul del mar de su iris en el café exprimido del mío. Inflamando su respiración a la mía, irregular. Intercalando su olor a peras a mis fosas nasales.
—Buenas noches, aliado de las mil vidas.
—Mil vidas parecen ser bastantes. Creo que treinta vidas estarían bien.— murmura con tono juguetón
—¿Y por qué treinta?
—Es mi número de la suerte —él se encoje de hombros.
Treinta. Tres. Tres. Treinta. Treinta y tres. Treinta vidas en él y tres vidas en mí.
—Mi número de la suerte es el tres. — respondo entornando los ojos
—¿Y por qué el tres?
—Porque mis tres constantes son el tiempo. El destino. Y la relatividad. Pues no podemos volver en el tiempo. No podemos cambiar el destino. Y nunca podremos entender cómo funciona la relatividad. Ésta siempre juega sus cartas a su manera.
—Un complejo análisis, Sabina Bowman.
—Una compleja vida, Joy Carter —acabo y permito que él tire de mí para que demos un paseo nocturno por cada rincón del centro de salud mental mientras dialogamos.
—Y hablando de vidas, hay algo que me gustaría compartir contigo —murmura con cautela mientras se rasca la coronilla. — Aunque tengo la sensación de que ya estás al tanto. Eres una mujer muy perspicaz.
—La inteligencia y la observación siempre han sido mi punto fuerte, pero la adivinación y la lectura de mentes se me escapan. Son habilidades muy elusivas —hago una mueca y Joy suelta una carcajada —Así que no, no sé a qué te refieres.
—No sé cómo hacerlo para que sea fácil de digerir.
—Tampoco habrás matado a alguien. ¿O cabe la posibilidad de que esté manteniendo una conversación con un asesino en serie? —pregunto alzando una ceja, divertida
—De ser así ya te habría asesinado. Ten en cuenta que eres una de mis presas favoritas. Y contra eso, ya nada podemos hacer.
Oh, Joy.
De repente divisamos una luz al fondo del corredor moviéndose inquietamente y aproximándose hacia nosotros con rapidez.
—¿Quién anda allí? —vocea uno de los celadores de la quinta planta.
—Escóndete en el tercer compartimento de los baños que se encuentran entre la clase de creatividad y la de pintura. Cuenta tres minutos y luego regresa a tu habitación. Nos vemos en otro momento, aliada de la vida —susurra Joy cerca de mi oído , erizándome la piel fugazmente, y luego camina hacia el celador.
—Baja la linterna, Mike. Me vas a dejar ciego con tanta luz. — dice Joy al acercarse al celador.
—Sabes que no debes estar aquí, Joy —responde Mike.
—Bueno, a veces no hay por qué seguir las reglas al pie de la letra. ¿Verdad, Mike? —comenta Joy con una sonrisa.
Mientras camino hacia los baños con la intención de ocultarme, las voces de Joy y Mike se vuelven cada vez más débiles, más distantes. Hasta que finalmente desaparecen, asegurándome que estoy a salvo, al menos por ahora.
∞
En mi tiktok @inessdeluna y mi Instagram @inessdeluna publico contenido variado sobre la trama, los personajes y textos reflexivos.
xoxo© Obra protegida por los derechos de autor
ESTÁS LEYENDO
Diario de una enferma mental ©
RomansaSabina Bowman despierta en un psiquiátrico sin saber por qué. Desesperada por escapar, traza un arriesgado plan: seducir a su psiquiatra, el doctor Pearson, para conseguir el alta médica. Sin embargo, su estrategia da un giro inesperado cuando conoc...