Capítulo cincuenta y seis

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Como cada madrugada me dirijo a la azotea en secreto para encontrarme con Joy.

Hoy lleva el pelo peinado hacia atrás y una sonrisa que resalta en sus ojos azules, esos que me tienen cautivada.

—Hola. —murmura cogiéndome de la barbilla y depositando un tierno beso en mis labios

—Hola. —respondo casi sin aliento

—Tengo algo para ti.

—¿El qué? —pregunto ladeando la cabeza

Joy extrae una pequeña caja de terciopelo roja de su bolsillo y me la tiende.

—Ábrela. —me pide

Mi pulso se acelera fatídicamente. ¿Qué podrá ser?

Agarro la caja entre las manos y, al destaparla, aparece ante mí un collar de oro blanco del que cuelgan un par de alas. Dentro de ellas, hay incrustados numerosos diamantes. Oh. Es precioso.

—Es para tapar las marcas de tu cuello. Feliz cumpleaños, preciosa. —susurra Joy, dándome otro beso

—Es muy bonito. —confieso desviando la mirada hacia el collar de alas

—Las alas son una metáfora. Representan tu libertad. Quiero verte libre, volando muy alto, Sabina. Como un pájaro.

Una sonrisa triunfal se dibuja en mis labios y me estremezco.

—Recógete el pelo. —me pide, y con cuidado me pone el collar. Lo toco con los dedos y una paz inigualable me envuelve. Tan fuerte como una descarga eléctrica, pero tal débil como una caricia.

Me giro y vuelvo a mirarle a los ojos. A esos ojos azules como el mar que tanta vida han inyectado en mí. Le doy un beso en la mejilla, en la nariz, en la frente, en los ojos y, finalmente, en los labios.

—Espera, aún tengo otra sorpresa. —susurra alejándose de mí y cruzando la azotea con agilidad. De lejos, veo como extrae un pastel, con numerosas velas de color rojo encendidas.

Oh, Joy. Siempre tan ávido a la hora de sorprenderme que me da miedo. Se me llenan los ojos de lágrimas y suspiro. Había olvidado que hoy era mi cumpleaños. Estar en Hiraeth me ha hecho perder la noción del tiempo. Y de vaga existencia de la vida. 

Joy se acerca con el pastel y el aroma a chocolate y nata invade mis fosas nasales.

—Pide un deseo. —susurra, con un brillo en los ojos y yo asiento, entusiasmada

Cierro los ojos pidiendo lo que siempre anhelé y soplo las velas con rapidez.

Joy me vitorea y yo río. Este hombre me hace sentir querida, y creo que es la mejor sensación del mundo.

—¿Qué deseo has pedido? —pregunta alzando una ceja, divertido y coloca el pastel en el borde de la azotea.  Saca un cuchillo de plástico del bolsillo y corta el bizcocho en trozos

—Hacer veintitrés cosas que nunca había hecho y visitar veintitrés lugares que nunca había visitado.

Al escucharme, Joy me mira a los ojos y esboza una sonrisa.

—Los cumplirás. —murmura y siento como si estuviera ocultándome un secreto muy grande

Me acerco a él por detrás y rodeándolo con los brazos, le doy un abrazo. Huele tan bien que debería ser ilegal. Le beso la espalda y Joy suelta una bocanada de aire.

De repente, se gira y me mancha la cara con algo de tarta.

—Oups, parece que te has manchado un poco. —dice Joy en tono juguetón, y yo volteo los ojos, divertida

Diario de una enferma mental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora