Capítulo cincuenta y cuatro

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Cuando el reloj del tiempo marca las tres de la madrugada, atravieso la azotea, aquel lugar que tantos recuerdos me ha dado junto a Joy. Lo encuentro sentado en el suelo, observando el cielo de esta noche. Cuando él oye mis pasos, se levanta del suelo con agilidad y se acerca a mí.

—Bowman, que sorpresa. —dice con una mezcla de sorpresa y alegría 

—Hola, Carter. —murmuro en un tono neutro

—¿Cómo estás? —pregunta con suavidad

Me encojo de hombros y los ojos se me llenan de lágrimas. No, no voy a llorar. Ahora no.

—¿Por qué me has citado aquí, Joy? —inquiero intentando mantener la calma, y camuflar todo el dolor que he experimentado estas últimas semanas por su culpa

Joy se yergue y suelta una bocanada de aire, ordenando sus ideas y buscando las palabras adecuadas.

—¿Crees que estás dispuesta a arriesgarte a que Brando, el fumador frustrado y cascarrabias intente hacerte daño? —dice sin dejar de mirarme a los ojos en ningún momento

—Sí. —respondo sin titubear. Sé que junto a Joy siempre correré el riesgo de que Brando me mate, pero llegados a este punto ya no me importa. —Quiero estar contigo. Con Joy. Solo porque tú nunca me haces daño. —añado y las lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas. —Y porque Brando nunca te definirá.

Joy me acerca a su cuerpo y me da un abrazo. Uno que intenta curar todas y cada una de nuestras heridas. Tan cicatrizadas como no.

Me aparto un poco y le vuelvo a mirar a los ojos, a aquellos ojos azules del mar que tan embobada me dejan. Joy levanta la mano y me acaricia la mejilla con delicadeza. Mi pulso se acelera y mi piel se eriza. No sabía cuánto lo echaba de menos hasta ahora.

—Lo siento. —lo oigo decir y entonces aproxima sus labios a los míos y me regala un beso. El calor que irradia su aliento me envuelve dándome paz

—¿Sabes por qué no te dije que tenía un negocio de drogas en Hiraeth? —susurra cerca de mi boca

Niego con la cabeza. Realmente no lo sé.

—Porque no quería ponerte en peligro, Sabina. —añade frunciendo el ceño —Ahora que lo sabes, si me descubren, te considerarán mi cómplice.

—Me da igual, Joy. —insisto, pero puedo ver que en su mirada sigue ocultándome algo—¿Estás seguro de que es solo por eso?

Joy se rasca la coronilla y suspira, esbozando una jubila sonrisa.

—No se te escapa ninguna, Bowman. —exclama con tono burlón y entorna los ojos, divertido —Temía que tu percepción sobre mí cambiara porque a pesar de todo te quiero, Sabina. —añade y me vuelve a apretar contra su pecho

Cierro los ojos e inhalo su aroma a hogar, jabón y compota de peras.

—Entiendo tu postura, pero aun así me hubiera gustado que, a pesar de todas tus justificadas razones, me hubieras dicho la verdad, Joy.

—¿Nunca habías oído que la verdad es hija del tiempo? —responde, planteando una reflexión e intentando cambiar de tema

—¿Por qué lo mencionas? —alzo una ceja, expectante

—El tiempo es la unidad de medición más precisa cuando se trata de la verdad. De decir solamente y nada más que la verdad. Aunque ésta última se mantenga oculta por un lapsus de tiempo, llegará un momento en el que será obligada a salir a la luz, porque la verdad siempre será cuestionada. El tiempo no. Nunca lo cuestionamos. O por lo menos no lo cuestionamos tanto como la verdad.

—¿Por qué tenemos el poder de cuestionarnos la verdad, pero nunca el tiempo?

—Porque el tiempo tiene la sencilla utilidad de separar acontecimientos, darles una fecha, un antes y un después. En cambio, la verdad tiene la habilidad de crear y destruir acontecimientos a su manera. Añadir, quitar, dibujar entre el pasado, el presente y el futuro, y crear una odisea capaz de cambiarlo todo. Solo para estar a su merced.

— Me cuesta entenderlo.

— En otras palabras, cuestionamos la verdad porque prende del hilo de las coincidencias entre afirmación y hecho. Es fácilmente deformable. Una variable.

— El tiempo también es una variable. —contraataco

— Pero no funciona de la misma forma para nadie. El tiempo es menos abstracto que la verdad. Más metódico, conciso y no puede estar presente simultáneamente en dos instantes, salvo en uno. Ese es su seguro de vida. Sin embargo, la verdad sí que se lo puede permitir. Tiene la ventaja de aparecer en cualquier momento, incluso en dos, tres veces, lo que la hace menos creíble.

—"Veritas filia temporis". Lo dijo Aulo Gelio, ¿verdad? — recuerdo, y siento como me brillan los ojos

Joy se rasca la coronilla y sonríe con júbilo.

— Olvidé que a mi lado se encontraba una señorita Enciclopedia. Deberé tener más cuidado la próxima vez que use frases que no me pertenecen.

Suelto una carcajada y niego con la cabeza.

Las luces de la ciudad trazan destellos brillantes sobre las solitarias carreteras, otorgándoles aún más vida y movimiento. El eterno silencio de la madrugada nos envuelve, nos arropa, como si fuéramos los únicos viajeros hacia un destino sereno y misterioso que ansiamos por conocer. 

—Desde muy joven he sentido que la vida me niega a ser feliz. Sin embargo, la muerte me asegura que solo con ella conseguiré serlo. —confieso con un hilo de voz

—La felicidad es una elección, Sabina. Una elección que ni la vida ni la muerte podrán asegurarte. Sin embargo, al residir ésta dentro de ti, hace que seas la única candidata para conseguirla, otorgándote el poder de manifestarla. Puede aflorar solo para quedarse contigo, ya sea como una amante pasajera o como el amor de tu vida. Tú eliges. Tienes la elección de dejarla salir y extraviarse contigo o que se mantenga encerrada para siempre dentro de los arrabales de tus miedos.

—¿Cómo estás tan seguro de que la felicidad reside dentro de mí si yo solo soy una vaga idea entre la oscuridad y el odio?

—Porque he tenido la oportunidad de observarla entre los diminutos destellos de tus pupilas cada vez que sonríes. Cada momento que te ahogas en mi mirada. Cada minuto que admiras un amanecer, que escuchas recuerdos y acaricias heridas ajenas. Y que amas. Cada segundo que amas a personas que solo existen en nuestra cabeza. —Joy me acaricia el cabello con mimo y cierro los ojos respondiendo a su contacto— Si quieres ser feliz, debes elegir serlo, Sabina. Luchar por conseguirlo. Luchar mucho. Pero, sobre todo, luchar bien. —añade

Es posible que Joy tenga razón. Quizás la felicidad sea una elección, algo que solo nosotros podemos controlar, pero a veces se hace tan difícil que le cedemos el poder al tiempo. Tal vez por miedo. Tal vez por falta de responsabilidad.

—¿Y tú? ¿Crees que tú sí has elegido ser feliz? —pregunto curiosa.

—Sí. Elijo ser feliz cada mañana. Todos y cada uno de los días accedo a prenderme de la paz caótica que tus ojos me regalan cuando menos me lo espero. El placer de recorrer Hiraeth descalzo. El trance en el que estoy tardando en enamorarme de ti. Odiarme a quererme frente al espejo del baño de la planta baja, o completamente a oscuras y a solas con mis veintinueve alter egos. Cada mañana accedo a recorrer mi pasado y aprender de él. Creo que esa es la felicidad. Una elección más.

—Y oh que elección, Joy Carter. —murmuro abalanzándome sobre él y dándole un beso en los labios


En mi tiktok @inessdeluna publico contenido variado sobre la trama, los personajes y avances.
xoxo

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Diario de una enferma mental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora