—Esta mañana tenéis programada una exposición de arte —nos informa la doctora Robin cuando cruzamos la puerta de la sala contigua—. El autor es uno de los pacientes de Hiraeth.
—Qué aburrido. —exclama Faith soltando un bufido, desilusionada—. Yo paso de ir.
—Lamento informarte que es una visita obligatoria —responde Robin con tono firme, sin perder su profesionalidad—. No puedes hacer pellas, Evans.
—No sabía que seguíamos estando en un instituto —responde Faith con sarcasmo y Mía suelta una risita débil
—Pues ya lo sabes. De allí a que nos comportemos con vosotros como si fuerais adolescentes rebeldes. —aclara la doctora Robin con una sonrisa fría
La joven pelirroja voltea los ojos y sale de la sala contigua dando un portazo, que retumba fuertemente en mis oídos, encogiéndome. Hoy es uno de esos días en los que Faith, la depresiva, se pasea entre la desolación y la nostalgia en busca de un refugio. Se pierde en el miedo, solo por querer escapar de la rutina asfixiante.
—Vamos, chicas. Tenéis que cambiaros de ropa. —nos pide la enfermera Leonora desde el umbral de la puerta, y nosotras asentimos.
Durante la exposición naufrago entre eternos cuadros de tulipanes, árboles de la muerte muy de cerca, noches estrelladas holandesas y pacientes flotar en aguas carbonizadas. Todos y cada uno de ellos están pintados con brotes de amor. Odio e ingenio. Recreaciones de una realidad disociada. Sueños al desnudo. Y pesadillas.
Deambulo entre arte. Emociones mudas. Sacrificio. Una constante libertad de expresión. Voz. Y voto.
Al aproximarme al final de la exposición, me detengo a observar un último cuadro. En éste está retratada una muchacha de pelo largo y castaño, cuyo rostro está enjaulado entre infinitas espinas y débilmente iluminado por un rayo de luz.
—Juraría que ésta eres tú. —Murmura Mía mirándome de reojo e inspeccionando la obra de arte —Tú cabello largo y castaño, tus ojos negros, e incluso el lunar que tienes encima del labio superior.
Debajo del cuadro está colocada una nota escrita por el artista donde puedo leer:
"A veces musa de la vida. A veces musa de la muerte."
Esbozo una sonrisa y niego con la cabeza, impresionada. Esta exposición de arte es del pintor holandés. El señor Van Dongen. Y gracias a él he podido formar parte de ella.
La voz de mi conciencia le hace un par de fotos al cuadro donde aparecemos y me recuerda que reclame mi porcentaje de ganancias como buena asesora.
—¿Sabina? —oigo detrás de mí
Cuando giro la cabeza y veo de quien se trata, mi respiración se corta bruscamente. Oh no.
Lux tiene los ojos inyectados en sangre y barba de tres o cuatro días. Su pelo está revuelto, largo y desaliñado. Éste oculta un golpe en la sien. Qué extraño.
—¿Qué haces aquí?
—Yo...—balbuceo a la vez que Faith se pone a mi lado, dándome seguridad— He.... he venido con mi amiga.
— ¿Tu amiga? —murmura alzando una ceja y posando la mirada sobre la muchacha de las mil pecas, desprendiendo arrogancia —Nunca me habías hablado de ella. ¿Os acabáis de conocer?
No te importa. Ya no formas parte de mi vida así que no tengo porque seguir dándote explicaciones.
—¿Qué quieres, Lux?
—Que me des otra oportunidad, Sabina. —pide pasándose una mano por el pelo, algo inquieto —Estar sin ti estas semanas me ha vuelto loco. Yo... necesito que regreses.
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Diario de una enferma mental ©
RomanceSabina Bowman despierta en un psiquiátrico sin saber por qué. Desesperada por escapar, traza un arriesgado plan: seducir a su psiquiatra, el doctor Pearson, para conseguir el alta médica. Sin embargo, su estrategia da un giro inesperado cuando conoc...