Los rayos de la mañana se filtran a través de la tela de la cortina, iluminando la sala contigua con su cálido resplandor. La doctora Arizona se acerca a la estantería y busca entre los muchos libros que hay allí. Hoy lleva el cabello recogido y tiene ojeras muy pronunciadas. Me pregunto si habrá tenido una noche difícil.
—Quiero irme. —dice Faith, la joven con voz entrecortada y llena de desesperación— No me siento bien.
—Debes seguir asistiendo a terapia. No te lo repetiré más. —le advierte la doctora con voz severa, pero Faith parece no hacerle caso. Frunce el ceño y se tira en el sofá.
Oh.
La muchacha se cubre el rostro con uno de los cojines y se gira hacia el otro lado, intentando dormir. O al menos eso parece. Puedo sentir la desesperación en los ojos de la doctora Robin, aunque ella la oculta tras sus mecanismos de defensa. Respira hondo y recupera la compostura como la buena profesional que es.
—¿Estáis de acuerdo con la idea de que el amor puede curar a una persona herida? —pregunta mientras pasea entre nosotras, buscando una mirada de complicidad en nuestras expresiones
—Tal vez. Pienso que depende de quién se atreva a adentrarse en el laberinto de tus heridas para intentar sanarte. —responde la asiática inigualable, mirando de reojo a Faith, quien yace en el sofá— A veces, somos capaces de encontrar en nosotros mismos la fuerza necesaria para cerrar nuestras propias heridas. Otras veces, no.
La doctora Robin asiente con seriedad, captando el peso de la respuesta de Xia, y le lanza una mirada profunda.
—Y tú ¿crees que serás capaz de sanarte? —le pregunta con voz suave
Xia se encoge de hombros, dejando escapar un suspiro cargado de reflexión.
—Es el anhelo de todo ser humano, encontrar la fuerza interior para sanar sus propias heridas sin depender de nadie más. Sin embargo, a veces el camino de la sanación se vuelve tan oscuro y complejo que nos acabamos perdiendo, y ansiamos una mano amiga para guiarnos. O por lo menos para recordarnos que todo saldrá bien.
La doctora Robin anota su confesión en la libreta y le da la palabra a Mía.
—Yo creo que el amor tiene más poder para herir a una persona que para sanarla. Solo porque cuando probamos del amor, nos hacemos más vulnerables y frágiles. Y si uno da un paso en falso, se destruye.
—explica la joven de cabello ámbar amarillo, envolviéndose en su manta celeste, y buscando consuelo en el abrazo cálido del tejido. Sus palabras son como suspiros cargados de pesar, revelando el peso de aquellos amores que aún la atormentan.
—Y tú, Sabina, ¿qué piensas? —me pregunta la doctora Robin.
—Creo que el amor tiene la capacidad de sanarnos, y mucho. Puede cambiar nuestra visión de la vida, del tiempo e incluso del dolor. Lo sé por experiencia propia.
La doctora Robin frunce el ceño como si supiera que estoy ocultando algo desde hace tiempo, pero sacude la cabeza y anota mi respuesta en su cuaderno.
—No todos podemos pensar lo mismo. —responde Mía, haciendo un pequeño puchero con los labios.
—Que aún no te haya sucedido no significa que nunca vaya a ocurrir. No olvides que a todos nos sobra algo de tiempo. —le digo, tratando de animarla, y ella asiente, aunque no muy convencida. Sin embargo, sé que mis palabras han dejado una huella en su conciencia.
El amor es un arma de doble filo. Puede sanar y llevar a la felicidad, pero también puede destruir la vida de una persona con tan solo una palabra. Es tan peligroso que al final uno no sabe si amarlo u odiarlo. Si venerarlo o huir de él.
Atravieso el despacho del doctor Pearson con la certeza de que esta vez será la última. Las lágrimas pugnan por salir y siento un revoltijo en el estómago. Extrañaré al doctor Pearson, su sarcasmo ingenioso, pero, sobre todo, su paciencia, la cual me ha salvado la vida.
Cuando me siento en mi silla, él se recoloca las gafas y encaja su mirada en la mía. Esboza una tenue sonrisa y exhala un suspiro.
—Veo mucha mejoría en usted, señorita Bowman. Incluso aunque hoy tenga cara de pasa. —dice con tono burlón y yo volteo los ojos, divertida
—Eso es porque tú no te has visto, Pearson. —contraataco y él suelta una carcajada
—Has progresado mucho desde la primera vez que pisaste mi despacho. Estoy muy orgulloso de ti.
—¿Por qué siento que esto es una despedida? —pregunto, alzando una ceja, divertida.
En el fondo de mi ser, puedo percibir la certeza de que esta será nuestra última interacción antes de que ponga en marcha mi plan de huida esta misma noche. Sin embargo, la mirada que el doctor Pearson me dirige indica que es consciente de mis intenciones, aunque por alguna razón elige no revelar nada.
El silencio se cierne entre nosotros por un instante, creando una atmósfera cargada de complicidad y secretos no dichos. Puedo notar en sus ojos una mezcla de resignación y comprensión, como si entendiera que mi necesidad de liberarme de las ataduras de este lugar es inevitable.
En ese instante, una corriente de emociones se entrelaza en mi interior. Por un lado, siento una punzada de nostalgia anticipada al saber que echaré de menos al doctor Pearson y toda la complicidad que hemos forjado durante nuestras sesiones. Por otro lado, la emoción de la libertad próxima se expande en mi pecho, liberando un atisbo de felicidad en medio de la incertidumbre.
Mis ojos buscan desesperadamente una pista, un indicio de lo que él realmente sabe y si eso afectará mi plan de fuga. Sin embargo, el doctor Pearson se mantiene firme en su decisión de guardar silencio, provocando en mí una mezcla de intriga y admiración por su habilidad para mantener las cartas cerca del pecho.
—Todavía no te he dado el alta, Bowman. —dice al fin, rompiendo el silencio con una sonrisa leve aunque enigmática
—Pero no hay que negar que estás considerándolo. —achino los ojos y le señalo con él dedo
—Tal vez, pero no tengo por qué discutirlo con mi paciente. —ataca el doctor Pearson chasqueando la lengua
—Hace un momento sí que lo estabas haciendo, Pearson.
—Los gajes de tener una favorita. —termina guiñándome un ojo y yo suelto una carcajada, sabiendo que esta carcajada será la última con él. Solo porque si vuelvo a contactarlo después de escapar, me buscará y me obligará a volver a Hiraeth. Y eso es algo que nunca querré incluso aunque no conciba la idea de no volverlo a ver.
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En mi tiktok @inessdeluna publico contenido variado sobre la trama, los personajes y avances.
xoxo© Obra protegida por los derechos de autor
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Diario de una enferma mental ©
RomansaSabina Bowman despierta en un psiquiátrico sin saber por qué. Desesperada por escapar, traza un arriesgado plan: seducir a su psiquiatra, el doctor Pearson, para conseguir el alta médica. Sin embargo, su estrategia da un giro inesperado cuando conoc...