Capítulo sesenta y nueve

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El tiempo no se despide de mí, se desliza con gracia por los senderos de lo efímero. No se detiene, ni mira atrás con nostalgia en ningún instante. Acelera su paso tan vertiginosamente que, aunque me afane en alcanzarlo, se escabulle como el viento entre mis dedos. Y así transcurren los días en Hiraeth, como ríos caudalosos que arrastran consigo todo lo que nos revoluciona el corazón. Pero solo cuando despierto en una luminosa y fría mañana, descubro que es el treinta y uno de diciembre, y el tiempo se viste de gala para continuar con su curso un año más.

El doctor Pearson clava su mirada en mí una y otra vez. Penetra mi ser con su pluma estilográfica, adentrándose en lo más profundo de mi alma, examinándola y tratando de comprenderla. Busca comprender todo el dolor que conlleva. Aquel que casi me destruye. O quizás ya lo haya hecho.

—Me gustaría que redactara una carta para despedir el año, señorita Bowman —me solicita el doctor Pearson, entregándome una hoja y un bolígrafo.

Asiento con un leve movimiento de cabeza y me tomo unos minutos para mirar hacia atrás, reflexionando sobre cuánto he cambiado desde que ingresé a Hiraeth.

"Despido el año siendo una mujer más fuerte que nunca. Enlazada con la vida y el paso del tiempo, los caprichos del destino y las heridas que conlleva.
Despido el año amándome más que nunca, pero sobre todo amando a todos aquellos que alguna vez formaron parte de mi vida. Simplemente porque al hacerlo, los dejo partir.
Despido el año con ansias de alcanzar la Luna, incluso compartiendo mis sueños con ella. Aquellos en los que he dejado de odiarme y de desear mi propia destrucción cada vez que me veo reflejada en el espejo.
Despido el año y me despido de mi antigua yo. Una que, a pesar de todo, echaré en falta".

Entrego mi papel al doctor Pearson, dejando escapar un suspiro con un sabor a nostalgia. Cuando escape de Hiraeth, echaré de menos que el doctor Pearson me examine. Pero no puedo decírselo, ya que, si lo hago, nunca me dejará ir.



Deambulo la mirada por el jardín de Hiraeth en busca de Joy. Esta tarde, en cambio, encuentro al escritor ladronzuelo absorto en la escritura en su cuaderno de notas. Impregna información en su trozo de papel a través de su mirada, aquella que vislumbra la falta de sentido en todo, y en ocasiones, más sentido de lo común.

En un momento dado, alza la cabeza hacia el edificio y me mira. Esboza una sonrisa y comienza a escribir sobre mí. El escritor ladronzuelo desliza la pluma sobre mi silueta. En mi ser. En mí. Me arrebata la sensación de la piel, las pupilas dilatadas y el palpitar del corazón. Los usurpa para hacerlos suyos. Quizás por un instante, una hora o incluso dos.

Cuando parece haber acabado, llama a uno de los celadores y disimuladamente le entrega un trozo de papel, sin dejar de observarme en ningún momento. Me preguntó que contendrá esa hoja.

El timbre resuena en las paredes del taller de creatividad y me encojo. Nunca me habituaré a su estridente sonido.

Atravieso la sala en dirección a mi habitación y, en ese instante, un celador se aproxima y me entrega el trozo de papel que el escritor ladronzuelo me escribió, para luego desaparecer.  Lo despliego sutilmente y leo:

"No te desearé un treinta y uno de diciembre loco y apasionado. Ni un feliz año nuevo. Lo que sí haré será desearte una nueva vida. Una que nunca hayas vivido pero que ansiabas en secreto.
Desearé que te sigas cayendo. Una y otra vez. Y que en cada caída te acuerdes de lo que vendrá después. Un triunfo. Dos. O incluso tres.
Desearé que te enamores. Que ames a cada segundo, a condición de no olvidarte de ti.
Desearé que sigas creyendo en la magia del tiempo. En el destino. Y en los golpes de suerte. Pero lo que realmente desearé es que sigas creyendo en ti."

Esbozo una tierna sonrisa y niego con la cabeza, divertida. Es curioso cómo cada alter ego de Joy exhibe diferentes cualidades y destrezas. Sus identidades son tan ambiguas que a veces resulta difícil concebir que todas coexistan en un mismo cuerpo. No obstante, ello demuestra el poder de la mente y su capacidad de obrar lo que sea necesario para sobrevivir.

El aroma embriagador a carne invade mis fosas nasales, provocando un torbellino en mi estómago hambriento. Sé que sería capaz de devorar cualquier cosa que se cruce en mi camino.

Una de las enfermeras nos tiende un par de platos repletos de jamón glaseado, puré de patatas y verduras. Mía suelta un grito con emoción, ansiosa por saciar su apetito. Sin perder tiempo, se apodera de su plato y comienza a engullir su cena vorazmente, tan rápido como la fugacidad de una estrella.

—¿Creéis que el próximo año será diferente o igual de intenso y arriesgado que hasta ahora? — pregunto a mis compañeras de cuarto mientras degusto mi puré de patatas

La joven de cabello ámbar amarillo se llena la boca con un par de guisantes negros y entonces la oigo decir:

—Creo que será aún más arriesgado. Siento que me estoy haciendo vieja en Hiraeth y cada vez tengo más ganas de escapar de aquí.

Asiento con un leve movimiento de cabeza, al tiempo que una idea empieza a tomar forma en mi mente sobre cómo podría ayudarla a cumplir su deseo, y el de Xia y Faith. Sin embargo, guardaré silencio hasta el momento adecuado.

—Yo intentaré que sea más tranquilo. Necesito descansar de mi trastorno. No te puedes imaginar lo agotada que me tiene. —explica Xia, la muchacha de las mil quemaduras dándole tres bocados a su jamón glaseado. Siempre debe ser un número impar.

Poso mi mirada en Faith, la depresiva, pero ella parece estar ausente, con la cabeza gacha, concentrada en su plato y en los demonios que la atormentan.

Estiro mi mano y la enlazo con la suya, pero ella no reacciona. Es como si estuviera en un estado constante de hibernación, esperando que el tiempo se agote, aunque en el fondo sepa que eso nunca sucederá.

Me acerco a la máquina dispensadora de agua para llenar mi vaso, y de reojo diviso a Joy al otro lado, en el comedor del ala de hombres. Él me mira y sonríe, lo hace como si no nos hubiéramos visto en años y fuera la primera vez que lo hiciera después de tanto tiempo. Se me eriza la piel sin voluntad.

De repente, una enfermera me entrega una servilleta doblada y volteo los ojos, divertida. Al abrirla puedo leer en tinta negra:

"¿Preparada para celebrar la Nochevieja conmigo y con veintinueve invitados más?
No te pongas muy guapa que luego nos acabaremos metiendo en un problema. Tal vez en treinta. ;)
Posdata: Cambio de hora. Nos vemos a las 23:55.
Jota"

Alzo la mirada del papel y me vuelvo a encontrar con sus ojos azules del mar. Una sonrisa sincera se dibuja en mi rostro y suspiro. Estoy locamente enamorada de este hombre, pero, sobre todo, de su sentido del humor y su habilidad con las palabras. Cada interacción con él me revoluciona el alma y me llena de vida. 


En  mi tiktok  @inessdeluna publico contenido  variado sobre la trama, los personajes y avances.
xoxo

© Obra protegida por los derechos de autor

Diario de una enferma mental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora