—¿Tienes hermanas? Es porque una vez Adam, el niño de las piruletas, me dijo que las extrañaba... —pregunto, ladeando un poco la cabeza. Joy suelta una cruda bocanada de aire y se toma unos segundos para pensar. O para saber que responder.
—A veces dudo si realmente tengo dos hermanas o si soy hijo único. No consigo recordarlo del todo. Tengo muchas lagunas —dice con un hilo de voz, echando la vista hacia atrás—. Es un desafío para mí que mis otros alter egos sepan más detalles de mi pasado que yo mismo. Pero estoy intentando recuperar mis recuerdos.
Asiento con un leve movimiento de cabeza, y mi corazón se encoge. No puedo imaginar lo duro que debe ser no tener acceso a los recuerdos de uno mismo, solo porque creo que estos nos definen.
—¿Crees en la teoría de que vemos el mundo solo una vez, en la infancia? ¿Y que el resto es solo memoria? —cuestiona entonces Joy en voz alta, como tantas otras veces.
—Si nos basamos en tu perspectiva budista y tu personalidad contradictoria, tendrías que negar lo que afirmó Louise Gluck. —respondo alzando una ceja, divertida
—No he afirmado nada de lo que ella dijo. Te planteé una pregunta retórica para iniciar un debate —aclara Joy frunciendo los labios
—Oh, disculpa mi memoria fósil. A veces confundo preguntas retóricas con afirmaciones. Supongo que es porque tengo que enfrentarme a muchos alter egos en un solo día —bromeo, y Joy suelta una carcajada que se expande dulcemente en la burbuja que hemos creado.
—Bueno, para enfrentarte a tantos alter egos en un solo día, tu memoria fósil se está desempeñando bastante bien, a pesar de sus pequeños arrebatos emocionales —contraataca Joy, y yo río antes de reflexionar sobre su pregunta.
—Apoyo a Louise Gluck. Apoyo su idea de que lo que experimentamos en la infancia se reflejará en todo lo que nos ocurra después. El pasado nos define, quieras aceptarlo o no. Tiene cierto peso en el hilo de nuestra vida —respondo.
—La genética también juega un papel muy importante —añade Joy.
—No te lo niego. Creo que si nos imaginamos como una casa en construcción, la genética sería la base. Sin ella, no podríamos comenzar a construir nuestro hogar soñado. Pero como buen polímata, una vez que tenemos la base, necesitamos los pilares. El esqueleto de la casa que sostendrá todo el peso cuando intentemos levantarla. En ese momento, el pasado irrumpe y crea los pilares necesarios con cada recuerdo, momento, emoción y vidas circunstanciales. Sin embargo, si por alguna extraña razón no logramos estabilizar adecuadamente el esqueleto de la casa, esta se derrumbará. Por eso el pasado nos define, porque forma parte de lo que fuimos en su momento. Siempre tendremos la posibilidad de remodelarlo, pero eso no impide que cuestionemos la resistencia de los pilares y si son aptos para un cambio futuro. Nos preguntaremos si las personas se verán afectadas por haber adquirido un pasado u otro —hago una pausa para respirar—. Dos constantes: genética y pasado.
—Genética y pasado —repite Joy detrás de mí—. Y destino.
—¿Por qué incluyes al destino en esto? —pregunto.
—Porque el destino también define tu genética. Define cómo serás, tus habilidades, tus virtudes. Pero también influye en tu pasado con sucesos que tú ni nadie puede controlar. Dolor, placer, incertidumbre, sorpresa. Creo que el destino siempre lleva la delantera. Tiene cierto poder, porque incluso sabiendo lo impuntuales y versátiles que somos los humanos, siempre logra tener la última palabra —explica Joy.
—Son preguntas a las que nunca podremos responder mientras estemos vivos —reflexiono.
—¿Acordamos una cita en la muerte? —pregunta Joy.
—¿Te viene bien a las tres de la madrugada? Sé puntual, Carter. No me gusta esperar —respondo en tono ligero
—Intentaré llegar a tiempo y sin vida —bromea Joy.
Río y permito que me atraiga hacia él, rodeándome con su brazo.
—Y si me permites hacer hincapié y utilizar tus términos y referencias, debo decir que solo podremos vivir en esa casa una vez que la hayamos construido. Alcanzar la adultez y haber cedido a la genética y al pasado, entregando todas nuestras cartas al destino y permitiendo que juegue por nosotros. Supongo que la construcción de la casa es lo que al final define quiénes somos, dónde estaremos, cómo y cuándo. Pero no podemos hacer ninguna de esas cosas sin haber terminado de construir nuestra casa, nuestra vida. Solo cuando lo logremos, ejecutaremos lo que ambos conocemos como vivir —añade él.
—¿Vivir después de haber vivido? —pregunto con curiosidad, acercando mis labios a los suyos
—Vivir después de haber simulado vivir —susura Joy cerca de mi boca, erizándome la piel.
—Se parece mucho a "Finge hasta que lo consigas". —inquiero alzando una ceja, divertida
—Cabe la posibilidad de que me haya inspirado levemente en ese aforismo. —responde volteando los ojos, divertido
Fijo mi mirada en él y me sumerjo en sus ojos azules, como un mar en el que naufrago cautiva ante sus decisiones. Vuelvo a existir cada vez que me sumerjo en sus deseos, fusionando mi alma con la suya y empapándonos de vida después. Bebo de un suspiro toda la paz que un día él engendró. Y aunque en marea baja a veces quiera decirle que no, en el fondo siempre desearé decirle que sí, sin importar la marea, alta o diferente.
—¿Qué te dicen mis ojos? —susurro acercándome aún más a su boca, pero manteniéndome lo suficientemente lejos para que nuestros labios no se toquen.
—Dicen que te has enamorado de mis treinta alter egos, y yo de tu oscuridad. Y por eso somos el infierno perfecto —responde Joy, respirando cerca de mi mentón.
Hace una pausa, permitiendo que su cálido aliento me haga cosquillas en el mentón.
—¿Y los míos? ¿Qué te dicen? —pregunta curioso.
—Dicen que somos la eterna inspiración de Mario Benedetti —respondo.
Joy dibuja una sonrisa sincera y carnal, luego niega con la cabeza.
—Nunca dejas de sorprenderme, señorita Enciclopedia —dice.
—En algún momento tenía que aparecer para reclamar los derechos de los autores que mencionas —me encojo de hombros y Joy ríe.
— Tengo un afán muy grave por querer invocar a la señorita Enciclopedia a cada rato. Incluso aunque a veces se crea abogada. —ataca Joy
— Hmm ¿por qué será? — inquiero con un ápice de curiosidad impregnada de sarcasmo
— Me gusta su compañía. — se defiende encogiéndose de hombros
— Me han dicho que a ella también le gusta estar contigo, aunque tenga que hacer de abogada la mayor parte de las veces.
Joy estalla en una carcajada que caldea aún más el ambiente que nos rodea y me acurruco en él, cerrando los ojos.
∞
En mi tiktok @inessdeluna publico contenido variado sobre la trama, los personajes y avances.
xoxo© Obra protegida por los derechos de autor
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Diario de una enferma mental ©
RomanceSabina Bowman despierta en un psiquiátrico sin saber por qué. Desesperada por escapar, traza un arriesgado plan: seducir a su psiquiatra, el doctor Pearson, para conseguir el alta médica. Sin embargo, su estrategia da un giro inesperado cuando conoc...