Capítulo setenta y uno

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—¿Tienes hermanas? Es porque una vez Adam, el niño  de las piruletas, me dijo que las extrañaba... —pregunto, ladeando un poco  la cabeza. Joy suelta una cruda bocanada de aire y se toma unos segundos para  pensar. O para saber que responder.

—A veces dudo si realmente tengo dos  hermanas o si soy hijo único. No consigo recordarlo del todo. Tengo  muchas lagunas —dice con un hilo de voz, echando la vista hacia atrás—.  Es un desafío para mí que mis otros alter egos sepan más detalles de mi  pasado que yo mismo. Pero estoy intentando recuperar mis recuerdos.

Asiento  con un leve movimiento de cabeza, y mi corazón se encoge. No puedo  imaginar lo duro que debe ser no tener acceso a los recuerdos de uno  mismo, solo porque creo que estos nos definen.

—¿Crees  en la teoría de que vemos el mundo solo una vez, en la infancia? ¿Y que  el resto es solo memoria? —cuestiona entonces Joy en voz alta, como  tantas otras veces.

—Si nos basamos en tu  perspectiva budista y tu personalidad contradictoria, tendrías que negar  lo que afirmó Louise Gluck. —respondo alzando una ceja, divertida

—No  he afirmado nada de lo que ella dijo. Te planteé una pregunta retórica  para iniciar un debate —aclara Joy frunciendo los labios

—Oh,  disculpa mi memoria fósil. A veces confundo preguntas retóricas con  afirmaciones. Supongo que es porque tengo que enfrentarme a muchos alter  egos en un solo día —bromeo, y Joy suelta una carcajada que se expande  dulcemente en la burbuja que hemos creado.

—Bueno,  para enfrentarte a tantos alter egos en un solo día, tu memoria fósil  se está desempeñando bastante bien, a pesar de sus pequeños arrebatos  emocionales —contraataca Joy, y yo río antes de reflexionar sobre su  pregunta.

—Apoyo a Louise Gluck. Apoyo su idea  de que lo que experimentamos en la infancia se reflejará en todo lo que  nos ocurra después. El pasado nos define, quieras aceptarlo o no. Tiene  cierto peso en el hilo de nuestra vida —respondo.

—La genética también juega un papel muy importante —añade Joy.

—No  te lo niego. Creo que si nos imaginamos como una casa en construcción,  la genética sería la base. Sin ella, no podríamos comenzar a construir  nuestro hogar soñado. Pero como buen polímata, una vez que tenemos la  base, necesitamos los pilares. El esqueleto de la casa que sostendrá  todo el peso cuando intentemos levantarla. En ese momento, el pasado  irrumpe y crea los pilares necesarios con cada recuerdo, momento,  emoción y vidas circunstanciales. Sin embargo, si por alguna extraña  razón no logramos estabilizar adecuadamente el esqueleto de la casa,  esta se derrumbará. Por eso el pasado nos define, porque forma parte de  lo que fuimos en su momento. Siempre tendremos la posibilidad de  remodelarlo, pero eso no impide que cuestionemos la resistencia de los  pilares y si son aptos para un cambio futuro. Nos preguntaremos si las  personas se verán afectadas por haber adquirido un pasado u otro —hago  una pausa para respirar—. Dos constantes: genética y pasado.

—Genética y pasado —repite Joy detrás de mí—. Y destino.

—¿Por qué incluyes al destino en esto? —pregunto.

—Porque  el destino también define tu genética. Define cómo serás, tus  habilidades, tus virtudes. Pero también influye en tu pasado con sucesos  que tú ni nadie puede controlar. Dolor, placer, incertidumbre,  sorpresa. Creo que el destino siempre lleva la delantera. Tiene cierto  poder, porque incluso sabiendo lo impuntuales y versátiles que somos los  humanos, siempre logra tener la última palabra —explica Joy.

—Son preguntas a las que nunca podremos responder mientras estemos vivos —reflexiono.

—¿Acordamos una cita en la muerte? —pregunta Joy.

—¿Te viene bien a las tres de la madrugada? Sé puntual, Carter. No me gusta esperar —respondo en tono ligero

—Intentaré llegar a tiempo y sin vida —bromea Joy.

Río y permito que me atraiga hacia él, rodeándome con su brazo.

—Y  si me permites hacer hincapié y utilizar tus términos y referencias,  debo decir que solo podremos vivir en esa casa una vez que la hayamos  construido. Alcanzar la adultez y haber cedido a la genética y al  pasado, entregando todas nuestras cartas al destino y permitiendo que  juegue por nosotros. Supongo que la construcción de la casa es lo que al  final define quiénes somos, dónde estaremos, cómo y cuándo. Pero no  podemos hacer ninguna de esas cosas sin haber terminado de construir  nuestra casa, nuestra vida. Solo cuando lo logremos, ejecutaremos lo que  ambos conocemos como vivir —añade él.

—¿Vivir después de haber vivido? —pregunto con curiosidad, acercando mis labios a los suyos

—Vivir después de haber simulado vivir —susura Joy cerca de mi boca, erizándome la piel.

—Se parece mucho a "Finge hasta que lo consigas". —inquiero alzando una ceja, divertida

—Cabe la posibilidad de que me haya inspirado levemente en ese aforismo. —responde volteando los ojos, divertido

Fijo  mi mirada en él y me sumerjo en sus ojos azules, como un mar en el que  naufrago cautiva ante sus decisiones. Vuelvo a existir cada vez que me  sumerjo en sus deseos, fusionando mi alma con la suya y empapándonos de  vida después. Bebo de un suspiro toda la paz que un día él engendró. Y  aunque en marea baja a veces quiera decirle que no, en el fondo siempre  desearé decirle que sí, sin importar la marea, alta o diferente.

—¿Qué  te dicen mis ojos? —susurro acercándome aún más a su boca, pero  manteniéndome lo suficientemente lejos para que nuestros labios no se  toquen.

—Dicen que te has enamorado de mis  treinta alter egos, y yo de tu oscuridad. Y por eso somos el infierno  perfecto —responde Joy, respirando cerca de mi mentón.

Hace una pausa, permitiendo que su cálido aliento me haga cosquillas en el mentón.

—¿Y los míos? ¿Qué te dicen? —pregunta curioso.

—Dicen que somos la eterna inspiración de Mario Benedetti —respondo.

Joy dibuja una sonrisa sincera y carnal, luego niega con la cabeza.

—Nunca dejas de sorprenderme, señorita Enciclopedia —dice.

—En algún momento tenía que aparecer para reclamar los derechos de los autores que mencionas —me encojo de hombros y Joy ríe.

—  Tengo un afán muy grave por querer invocar a la señorita Enciclopedia a  cada rato. Incluso aunque a veces se crea abogada. —ataca Joy

— Hmm ¿por qué será? — inquiero con un ápice de curiosidad impregnada de sarcasmo

— Me gusta su compañía. — se defiende encogiéndose de hombros

— Me han dicho que a ella también le gusta estar contigo, aunque tenga que hacer de abogada la mayor parte de las veces.

Joy estalla en una carcajada que caldea aún más el ambiente que nos rodea y me acurruco en él, cerrando los ojos.


En  mi tiktok  @inessdeluna publico contenido  variado sobre la trama, los personajes y avances.
xoxo

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Diario de una enferma mental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora