Cruzo el despacho del doctor Pearson sintiendo cómo mi corazón late acelerado en mi pecho, mientras las palmas de mis manos se humedecen y los sonidos a mi alrededor se amortiguan. Nunca sé a lo que deberé enfrentarme y por eso, cada vez siento como si mi mundo se fuera a detener.
—"Y también porque le quieres, querida"— me recalca la voz de mi conciencia, y yo volteo los ojos
— Está muy guapa hoy, señorita Bowman. — dice el doctor Pearson sin dejar de observarme
—¿Otra vez coqueteando con su paciente, Pearson? Creí que eso iba en contra de sus normas psiquiátricas e ilegalmente retorcidas. — murmuro sentándome en la silla, y él suelta una carcajada
— Es lo que tiene al estar más de dieciséis horas lidiando con pacientes como usted, señorita Bowman. — se defiende cruzándose de brazos
—Hace menos de cinco segundos era su paciente favorita y ahora soy una irritante. ¿Está enfermo, doctor? ¿Necesita alguna medicina para lidiar con sus agudos delirios? — inquiero arqueando una ceja, divertida, y el doctor Pearson ríe y niega con la cabeza
—¿Te es familiar esto? —me pregunta entonces el doctor Pearson extrayendo un cuaderno de tapa negra con cerradura.
Oh. Es mi diario. Aquel en el que confesé todo el dolor que acarreaba en mi tormentosa relación con Lux. Dentro de él hay tantos recuerdos que siento que no podría volver a leerlos nunca más.
—¿Le ha comido la lengua el gato, señorita Bowman?
Sacudo la cabeza y le miro por un momento.
—¿Cómo lo has conseguido? —inquiero achinando los ojos
—Cuando la policía te trajo inconsciente, registró tu apartamento y lo encontraron. Pensaron que sería de ayuda para tu recuperación.
Oh.
—¿Qué quieres hacer con él? ¿Te lo quieres llevar? —añade, acercándose más a la mesa
—Sí. Nunca viene mal impregnarse de oscuridad pasada.
—Si no te sientes preparada para reabrir una de tus heridas, no tienes porqué leerlo.
Asiento con un leve movimiento de cabeza e intento ordenar mis ideas.
—¿El diario ha estado bajo tu custodia desde que fui ingresada aquí?
—Sí.
—¿Y por qué no me lo enseñaste antes? —digo frunciendo el ceño
—Porque no era el momento adecuado.
Me rasco la coronilla y frunzo los labios, no muy convencida.
—¿Has leído algo de lo que escribí en el diario? —pregunto sintiendo un nudo en el estómago
—Me ayudó mucho a entenderte. —responde el doctor Pearson sin apartar su mirada de mí
Mi alma se desploma, sintiéndome vulnerable y completamente expuesta. Una inquietud se apodera de mi cuerpo e imagino lo que el doctor Pearson debe estar pensando. Seguramente, en su percepción, estoy irrevocablemente loca.
—Eso es ilegal. No tenías mi consentimiento. —bramo con desdén
—Lo sé, pero en las primeras semanas no estabas por la labor de consentir nada, señorita Bowman. Era por tu seguridad, y por intentar ayudarte.
—Siento que has invadido mi intimidad.
—No te lo niego, pero prioricé tu mejora.
Volteo los ojos, irritada. Ya no hay nada que pueda hacer.
—Bien.
—Bien. —repite él desprendiéndose de sus gafas y frotándose los ojos, está cansado —Ahora que el diario está en tus manos, tú decides qué hacer con él.
Permanezco en silencio por un momento, sumergida en una maraña de pensamientos y emociones. ¿Debería abrirlo y enfrentar los recuerdos que yacen dentro? ¿O debería dejarlo cerrado, protegiendo mi frágil paz? Inhalo profundamente, y mi mirada se vuelve a encontrar con la del doctor Pearson.
—Me tomaré mi tiempo para pensarlo. —susurro, aferrándome al diario y presionándolo contra mi pecho.
—De acuerdo, pero ¿y si te estuvieras quedando sin tiempo, Sabina? ¿Qué harías en ese caso? —cuestiona el doctor Pearson enlazando las manos
Mis pensamientos tornan y tornan mientras considero la posibilidad de un futuro incierto. El tiempo nos engaña constantemente con sus apariencias cambiantes.
—Siempre nos queda poco tiempo, incluso cuando creemos que tenemos mucho por delante. El tiempo, siendo tan abstracto e inasible, nos hace vivir como si aún nos sobrara. —murmuro soltando una bocanada de aire —Pero me reconforta pensar que aún me queda, aunque en realidad no me quede.
El doctor Pearson asiente con un movimiento de cabeza, y reescribe mis pensamientos en papel.
**
No te rindas. No te despidas de la vida. Ni de los sueños que siempre tuviste de niña.
No te rindas. No te despidas del amor de tu vida. Ni del primero. Aquel que te enseñó tanto y tantas veces.
No te rindas. Ni hagas que yo me rinda contigo.
No te rindas. Lucha. Persiste. Insiste. Saca tus garras y absorbe cada momento. Solo porque nada vuelve. Ni regresa.
No te rindas. No te despidas de mí. Ni de ti.**
Coloco mi hoja sobre el implacable escritorio de la doctora Arizona y me dirijo hacia el amplio ventanal. Los rayos de Sol de la tarde acarician mi rostro, bañándolo en una suave luz que me reconforta. Desde mi posición, permito que mis ojos vaguen por el exuberante jardín en busca de Joy. Hoy, su cuerpo lo ocupa el escritor ladronzuelo, ataviado con gafas de sol y portando consigo una pequeña libreta en la que anota meticulosamente cada detalle que sus ojos capturan.
En un instante inesperado, el escritor alza la cabeza y nuestras miradas se encuentran. Observo cómo una sonrisa se dibuja en sus labios y, sin perder un segundo, su pluma comienza a danzar sobre el papel. Escribe sobre mí, sobre todo lo que me rodea y lo que deambula en mi interior. Inhalo profundamente y me permito ser su musa una vez más.
Desde lejos diviso a un paciente corriendo hacia el escritor ladronzuelo. Cuando lo alcanza, se abalanza sobre él y lo derriba al suelo. El alter ego recibe un golpe en la cabeza y, de repente, su cuerpo se encoge adoptando la postura de un niño. Comienza a corretear por el jardín y se acerca a un celador.
—Quero mi tutche. Mi tutche...—murmura con voz aguda, y haciendo un puchero con los labios
El celador introduce la mano en el bolsillo de su bata y saca una piruleta de fresa. Quita el envoltorio y se la ofrece. El niño de las piruletas se la mete en la boca y, saboreándola, continua su paseo por el jardín, dejando tras él un rastro de inocencia y dulzura.
∞
En mi tiktok @inessdeluna publico contenido variado sobre la trama, los personajes y avances.
xoxo© Obra protegida por los derechos de autor
ESTÁS LEYENDO
Diario de una enferma mental ©
عاطفيةSabina Bowman despierta en un psiquiátrico sin saber por qué. Desesperada por escapar, traza un arriesgado plan: seducir a su psiquiatra, el doctor Pearson, para conseguir el alta médica. Sin embargo, su estrategia da un giro inesperado cuando conoc...