Capítulo cincuenta y nueve

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En medio de la deliciosa combinación de mantequilla y mermelada en mi boca, mi atención se desvía hacia Faith, quien parece haber experimentado una transformación sorprendente.

—Te noto diferente, Faith. ¿Qué sucede? —pregunto mirándola de reojo. No ha probado bocado desde ayer

La joven de cabello zanahoria encoge los hombros en un intento por mantener la calma, pero puedo percibir que en su interior algo se ha alterado de manera inusual.

—Llevo unos días en los que mi trastorno de bipolaridad parece haberse adormecido. No he experimentado ni la euforia de la manía ni la oscuridad de la depresión. Es como si mi mente estuviera en un estado de equilibrio que hace mucho tiempo no experimentaba. Me siento extraña, y muy diferente.

—Ya me parecía a mí que estabas siendo demasiado amable. —bromea Xia con una sonrisa, a lo que Faith niega con la cabeza, divertida

—Espero poder seguir siendo yo durante mucho más tiempo. Cada vez se me hace más difícil lidiar con tanta y tan poca energía en una mente y un cuerpo que lo anhelan y lo rechazan todo a la vez.

—Te entiendo perfectamente. —susurra Mía, envuelta en su manta celeste, tiritando de frío. Sus labios están rojos y agrietados, y ojeras evidencian la falta de sueño.

—Oh no. No, otra vez no. —brama la joven de las mil quemaduras, derramando sin querer su vaso de leche sobre la mesa y dando un respingo. Su rostro se desencaja y comienza a hiperventilar.

—¿Qué te pasa? —pregunto acercándome a ella

—La leche estaba muy caliente. Temo... temo que me queme la piel. Oh, dios. No me encuentro bien. —masculla Xia y las lágrimas empiezan a deslizarse por sus mejillas

—Tranquila, no te pasará nada malo. Estamos aquí contigo. —dice Faith estirando la mano y limpiando los restos de leche con una servilleta— Todo saldrá bien. ¿Quieres que llame a la enfermera Leonora?

—No. —susurra la joven de las mil quemaduras, y Faith asiente, buscando desesperadamente una manera de calmar su miedo.

—¿Quieres que te traiga algo de hielo? —añade la muchacha de cabello rojizo. En ese instante, Xia, con un brillo en los ojos, asiente.

Faith se levanta de su asiento y corre hacia la máquina de hielo. Coge un par de cubitos y vuelve a la mesa, extendiendo el bol hacia Xia, quien lo toma con manos temblorosas y se pasea los trozos de hielo por el rostro, el cuello y las manos. Oh.

—¿Te sientes mejor? —pregunta Faith con esperanza y el rostro de la joven asiática se relaja, dándonos a entender que está bien

Nunca había visto a Faith de esta manera. Es tan diferente cuando su trastorno bipolar no la controla. Recuerdo que una vez me dijo que cuando su manía y su depresión se alejan, se convierte en una lluvia torrencial de verano. Necesaria. Amable y tierna. Y ahora comprendo lo acertado de sus palabras.

Me acerco a la estantería de frutas en busca de un plátano, cuando de repente, veo al doctor Pearson acercarse a mí con paso decidido. No puedo evitar sentir una mezcla de molestia y curiosidad al verlo.

—¿Todavía estas enfadada conmigo? —pregunta Pearson con un atisbo de diversión en su voz

—Siempre estoy enfadada contigo, Pearson. —respondo con sarcasmo, sintiendo una chispa de tensión entre nosotros.

—Del odio al amor solo hay un paso, señorita Bowman.  

Volteo los ojos con gracia y cogiendo un plátano, simulo clavárselo debajo de la barbilla.

—¿Qué quieres? —pregunto con impaciencia, esperando su respuesta.

— ¿No puedo incordiar a mi paciente favorita? —inquiere él alzando una ceja

—Todos anhelamos muchas cosas que al final se escapan de nuestras manos, doctor Pearson. —respondo con una pizca de resignación en mi voz

—Yo no estaría tan seguro, señorita Bowman. —susurra guiñándome un ojo y desaparece

¿Qué habrá querido decir con eso? ¿Acaso sabe algo sobre mi plan de huida con Joy? ¿ O se refiere a nuestra imposible historia de amor?
Ahuyento las ideas de mi cabeza y regreso a mi asiento.

"Entre el alba que nunca canta y el ocaso que tal vez no susurra, en el nexo del medio donde nada fluye, una tríada se esconde, esperando ser descubierta." Repito como un mantra, intentando descifrar el acertijo.  ¿Y si el laberinto no se encuentra realmente en algún rincón de aislamiento? Pero, de ser así, ¿dónde se encuentra?



La doctora Robin se pasea entre nosotras con lentitud, indagando en nuestras almas, heridas y vulnerables.

—¿Valiente es el que se va, o el que se queda? —pregunta la doctora, dejando que nuestros pensamientos se expandan en el aire

—Valiente es el que se va aun queriendo quedarse. —dice Faith, la joven de cabello rojizo fijando su mirada en el ventanal de la sala contigua. Sé que hace referencia al fatídico matrimonio de sus padres. Ellos se amaban locamente, pero se hacían tanto daño que prefirieron divorciarse.

—Es que se queda, pero anhela irse. —murmuro permitiendo que se me erice la piel. Yo me quedé con Lux aun cuando más me quería ir. Soñaba con una vida mejor, lejos de él, pero no pude tenerla. No pude irme.

—Valiente es el que se va porque quedarse siempre será peor que irse. — exclama Xia, la muchacha de las mil quemaduras, reconociendo todo el dolor que su madre causó en ella, pero no pudiendo irse debido a los lazos de sangre.

—El que se queda porque quedarse también implica una alta responsabilidad. — responde Mía con un nudo en la garganta. Ella recuerda a su primer amor, aquel que, debido a la distancia, no pudo quedarse. Pero apuesto a que Mía sí lo hubiera hecho.

La doctora Robin recopila nuestras respuestas en un cuaderno y luego se posiciona en el centro de la sala, enseñándonos a hacer ejercicios de respiración.





Un gélido viento se cuela por los amplios ventanales del comedor, haciéndome estremecer por su fría caricia. El cielo se tiñe de tonalidades grises, reflejando los deseos frustrados y los anhelos no realizados que residen en el corazón de cada una de las pacientes de Hiraeth.

De repente, un relámpago atraviesa el espacio, seguido por una lluvia torrencial que cae con fuerza. En medio del bullicio, escucho los gritos de algunas pacientes y los aplausos de otras. Las diminutas gotas de agua empapan rápidamente el suelo de granito, mientras un par de enfermeras se apresuran a cerrar las ventanas y piden silencio.

Cuando vuelvo mi mirada hacia nuestra mesa, noto la ausencia de Xia, la joven de las mil quemaduras.

—¿Dónde está Xia? —pregunto frunciendo el ceño, buscándola con la mirada.

—Mira por la ventana. —responde Mía, la joven de cabello rizado, con una sonrisa misteriosa en su rostro.

Dirijo mis ojos hacia el cristal y veo a Xia corriendo libremente bajo la lluvia, entregándose a ella sin restricciones. La observo más feliz que nunca, irradiando una felicidad desbordante y creando un espectáculo digno de admirar. Es un remolino de emociones envuelto en llamas de agua.

—Gracias vida. Gracias destino. Gracias tiempo.—grita la joven revolviéndose en el suelo mojado. Ansiando que nunca deje de llover, ni de que haga frío.

—Para ella, esto es una inyección de vida. —explica Faith, asombrada, mientras el resto de las pacientes la contemplamos con fascinación y el corazón a cien.


En  mi tiktok  @inessdeluna publico contenido  variado sobre la trama, los personajes y avances.
xoxo

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Diario de una enferma mental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora