La llegada de las tres de la madrugada me incentiva a encontrarme vehemente con Joy una vez más. Sentada en el suelo de azotea consiento que el aliado de vida y muerte me dibuje en un lienzo, y no como el pintor holandés salvo como Joy. El paciente traza trazos imperfectos. Desorbitados. Irregulares. Más grandes. Más pequeños. Pintando una especie de caricatura que me hace soltar una carcajada.
—¿Estás dibujándome mal adrede?
—¿Por qué lo dices? —inquiere levantando la cabeza del cuadro y mirándome a los ojos por un momento
—He visto los cuadros del señor Van Dongen y éste dibuja exquisitamente. Pero tú lo haces de forma diferente.
Joy asiente con suavidad y esboza una media sonrisa.
—Dibujo de forma diferente porque la mano de Joy no es la del pintor holandés y su destreza.
—No te comprendo. —murmuro frunciendo el ceño
—Recuerdo que hubo un caso de un hombre que tenía un alter ego sordo. Curiosamente cuando el alter ego sordo afloraba, realmente no oía nada. Sin embargo, la aparición de otros alter egos demostraba que los demás presentaban un rango de audición perfecto. Intacto. —Joy hace una pequeña pausa para respirar—Creo que una de las adversidades del trastorno de identidad disociativo es la repartición de las habilidades y destrezas entre un alter ego y otro, haciendo diferente a cada uno, con distintas características y personalidades.
—El poder de la mente y sus atributos. —puntualizo permitiendo que se me erice la piel
Joy se encoge de hombros y continúa trabajando en el lienzo, perforando mi alma con cada trazo. Delineándome una vida. Una suerte. Un lugar en el que existir.
—A veces pienso que yo soy más muerte que vida. Más oscuridad que luz. — susurro acariciando las heridas de mi cuello
—Todos somos muerte, Sabina. Somos destrucción. Pero también somos vida. Somos creación. Somos una especie de cambio constante envuelto entre brotes de oscuridad y luz. Si mi memoria no falla sé que existió alguien una vez que textualmente dijo: "Todos llevamos dentro el cielo y el infierno". — Hace una pausa —Creo que lo importante es saber que parte de éstas potenciar. Quién elegir ser. Si cielo o infierno.
— ¿Y si no sé elegir quién ser?
—Date tiempo. El suficiente como para encontrar respuestas en la luz. Y el necesario como para no perderte en la oscuridad.
— Esa cita fue de Oscar Wilde. ¿Verdad? — murmuro y entonces Joy sonríe volviéndose loco y me mira a los ojos. El marrón oscuro de mi iris se empapa del azul magnético del suyo, obligándome a ser absorbida por uno de sus remolinos marinos dibujados marcadamente en su mirada.
— Sí. Extraída del retrato de Dorian Gray.
Asiento con un movimiento de cabeza y sonrío recordando parte de mi adolescencia. Mi madre me lo regaló por mi decimosexto cumpleaños, y fue uno de los mejores regalos que me hizo. Y tal vez de los pocos.
"..."
Lux está muy borracho. Bailotea entre un insulto y otro. Lanza desprecios en dirección a mi ser despertando al monstruo que vive dentro de él. Proclamándolo una noche más.
Por el rabillo del ojo veo como coge una de las botellas vacías de WhiMía y la lanza sobre la encimera de la cocina rompiéndola en pedazos. Haciéndola añicos. Como a mi alma. Entonces agarra un trozo de cristal entre los dedos y se acerca a mí cautelosamente.
— Ven aquí, Sabina.
No. No lo hagas.
— Lux, por favor.
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Diario de una enferma mental ©
RomanceSabina Bowman despierta en un psiquiátrico sin saber por qué. Desesperada por escapar, traza un arriesgado plan: seducir a su psiquiatra, el doctor Pearson, para conseguir el alta médica. Sin embargo, su estrategia da un giro inesperado cuando conoc...