Capítulo treinta y ocho

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Durante la hora del almuerzo, una de las enfermeras me entrega discretamente una servilleta doblada en cuatro y un bolígrafo, como de costumbre, de parte de Joy. Abro la servilleta y leo:

"¿Disfrutando del almuerzo, señorita Bowman? Aunque sé que sin mi presencia se te hace difícil y complicado.
Jota"

Volteo los ojos con gracia y cojo otra servilleta para responderle.

"No bebas de la soberbia, pero sí de tu vaso de agua. Debe hidratarse para no envejecer, señor Carter.
Ese be"

Llamo a la enfermera que hace de mensajera y le entrego la servilleta con mi mensaje. Al cabo de unos minutos recibo la respuesta de Joy:

"¿Me estás llamando viejo?"

Suelto una risotada y le respondo.

"Puede. ¿Por qué? ¿Harás algo al respecto?"

Luego recibo su respuesta.

"Tal vez. Lo sabrá esta noche, señorita Bowman."

Sonrío y niego con la cabeza. Oh Joy. Arrugo la servilleta y la meto en un vaso de agua para destruir las pruebas.

—¿Te vas a terminar el cuscús? ¿Y las verduras? —me pregunta Mía abriendo mucho los ojos. Niego con la cabeza y le entrego mi plato que coge con ansias

Cerca de la puerta del comedor, diviso a la enfermera Leonora intercambiar un par de palabras con el celador Scott, y me acuerdo de algo. 

—¿Os cuento un secreto? —murmuro arqueando una ceja 

Mis compañeras de cuarto me miran con intriga y asienten.

—Dispara. No nos hagas esperar mucho. Suelta lo que tengas que decir sin rodeos, que la de los rodeos soy yo. Oh, ¿alguna vez os conté que de pequeña me caí de un caballo y casi me quedo paralítica? Fue tan trágico. Mía, no comas tan deprisa. Disfruta del plato. Te lo dice una que ama correr. Estoy agotada de pensar tanto. ¿Por dónde íbamos? Ah, sí. Sabina, cuéntanos tu secreto. —Faith, la conejita Duracell, da un largo trago a su zumo de piña y entonces cierra el pico

—Leonora y Scott trafican con drogas dentro de Hiraeth —susurro acercándome más a la mesa del comedor e intentando que nadie nos oiga

De pronto, Mía se atraganta con el cuscús y mira de reojo a Faith, quien se ha ruborizado levemente. Xia suelta una carcajada y yo frunzo el ceño. Qué reacción tan extraña por parte de las tres.

—Todos ocultamos un secreto, Sabina —susurra la pelirroja, encogiéndose de hombros —Algunos más peligrosos que otros, pero los ocultamos para sobrevivir, o por querer hacerlo. No sé. —se encoge de hombros intentando mostrar indiferencia, aunque no lo consigue

La voz de mi conciencia la mira por encima de sus gafas de medialuna con desaprobación. Igual que yo.

—¿Por qué me da la sensación de que tú ya lo sabias, Faith?

La joven de cabello zanahoria suelta una risotada nerviosa que se expande por el comedor y se aparta el pelo de la cara, evitando el contacto visual conmigo.

—¿Te ha mordido la lengua el gato?

—Porque soy yo la que reparte la droga entre las pacientes para que nadie sospeche de Leonora y Scott. —confiesa ella al fin — Apuesto a que no te lo esperabas. Bien. Eso significa que estoy haciendo bien mi trabajo. Con estas dotes de actuación podría ser actriz de Hollywood. Oh y ganar dinero. Comprarme una casa. Y un coche todoterreno.

Diario de una enferma mental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora