Me acerco al borde de la azotea y cierro los ojos, permitiendo que el silencio de la ciudad acaricie mi piel. Y mi alma marchita. Nunca había disfrutado de mi soledad, pero desde que llegué a Hiraeth he descubierto nuevos placeres en la vida, incluyendo el fluir del tiempo, los juegos del destino y el poder del amor.
De repente, siento el calor del cuerpo de Joy detrás de mí y me estremezco. Me rodea la cintura con las manos y me da un beso en el cuello que me acelera el pulso.
—Pronto viviremos esa vida que siempre has deseado. —susurra cerca de mi oído, y a mí se me eriza la piel
—Quiero una vida que no acabe nunca. —murmuro girando sobre mis talones y lo miro a los ojos. Las luces de la ciudad iluminan su rostro débilmente, permitiéndome ver cómo sus pupilas se dilatan cada vez que me mira a los ojos.
Extiendo el brazo y acaricio su denso y suave cabello.
—Más que una vida, tendrás treinta. —dice con una sonrisa, y yo suelto una suave carcajada—Y hablando de vidas, he descubierto que no es necesario excavar debajo de la estatua de tres cabezas. Solo tenemos que moverla hacia un lado para acceder a la trampilla. El único inconveniente es que pesa más de cien kilos, así que necesitaremos la ayuda de algunos celadores.
Asiento con un movimiento de cabeza mientras lo veo sacar el mapa de su bolsillo y colocarlo en el suelo.
—Bien. ¿Recitas lo que te aprendiste ayer? —pregunta con cara sería y yo entorno los ojos
—¿Y por qué no me recitas las salidas del mapa tú, Carter? —inquiero, alzando una ceja
—Porque yo ya me lo sé.
—Demuéstramelo.
Joy volteo los ojos, divertido y aclarándose la garganta dice:
—Derecha, derecha, izquierda, derecha, izquierda, izquierda, derecha, izquierda, derecha, derecha, izquierda, izquierda, izquierda, derecha, izquierda, izquierda, derecha, derecha, izquierda, derecha, izquierda, izquierda. Y luego se repite el mismo patrón un par de veces. —recita Joy con fluidez y seguridad
Parpadeo varias veces, impresionada por su habilidad para memorizar y recitar el complicado patrón de direcciones.
—Te había subestimado, Carter. —confieso, ladeando un poco la cabeza, y él ríe
—Ahora te toca a ti, Sabina. Veremos de qué eres capaz.
—Dame el mapa y tres minutos. —le pido, cogiendo el mapa entre mis manos, e intento memorizar las siguientes salidas. Es más complicado de lo que nunca podría imaginar. Diablos. "Vamos, Sabina. Tú puedes" me anima la voz de mi conciencia. "Derecha, derecha, izquierda, derecha, izquierda, izquierda, derecha, izquierda, derecha, derecha, izquierda, izquierda, izquierda..." repito una y otra vez hasta que Joy me quita el mapa de las manos.
—El tiempo ha acabado. Recítame lo que te has memorizado.
—Derecha, derecha, izquierda, derecha, izquierda, izquierda... creo que derecha, izquierda, derecha, derecha, tal vez izquierda, izquierda, izquierda.... Y no me acuerdo de más.
—No está mal para una sola mente. —dice Joy con una sonrisa y yo cabeceo sabiendo que podría haberlo hecho mejor
—Tumbémonos. Necesito despejar mi mente. —le pido, tirando de él, y nos acostamos en el suelo de la azotea. Las estrellas de esta noche dominan el cielo, brillando con fuerza, como aquellos deseos que sabemos que en nada cumpliremos.
—Mírame. —me pide Joy en un susurro
Giro la cabeza y nuestras miradas se encuentran. Joy me mira a través de su alma, y me lleva consigo a que explotemos y exploremos las cuatro dimensiones. Que viajemos entre espejos de morfina y que abrochemos nuestros labios en cada reflejo. Joy me mira a través del deseo y permite que cuente sus latidos, sus miedos, incluso sus sueños. Aquellos que casi nunca quiere compartir. Joy me mira cómo solo él sabe hacerlo y deja que volemos entre cristales un momento más antes de despertar.
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Diario de una enferma mental ©
RomansaSabina Bowman despierta en un psiquiátrico sin saber por qué. Desesperada por escapar, traza un arriesgado plan: seducir a su psiquiatra, el doctor Pearson, para conseguir el alta médica. Sin embargo, su estrategia da un giro inesperado cuando conoc...