El suave resplandor de la lámpara ilumina delicadamente el despacho del doctor Pearson, resaltando los estantes repletos de libros y las notas dispersas sobre su escritorio desordenado.
La luz de la tarde se filtra a través de las cortinas entreabiertas, llevando consigo una brisa que acaricia la oscuridad que me envuelve. Cierro los ojos e inspiro el sutil olor a incienso.
—¿Cómo te ves en el espejo, Sabina? —pregunta el doctor Pearson recolocándose las gafas
—Con mucha más oscuridad que luz. No me gusta lo que veo. Siento que tengo poca vida. —respondo con sinceridad, y él asiente, adueñándose de mi confesión
—Ahora, quiero que me resaltes algo que te guste de ti misma. —me anima ladeando un poco la cabeza y sin dejar de observarme en ningún momento
—Mis ojos —respondo con una pizca de duda en mi voz—. Tal vez haya algo más, pero no lo tengo claro.
El doctor Pearson me tiende una hoja en blanco y un bolígrafo, y yo frunzo el ceño.
—Me gustaría que hicieras una lista con tus fortalezas y logros, por más pequeños que sean.
—Dudo que pueda llenar toda la lista, doctor Pearson —susurro, dejando escapar mis inseguridades
—Estoy seguro de que encontrará más de lo que cree. Confíe en mí, señorita Bowman. —me alienta
Cojo el trozo de papel y el bolígrafo e intento plasmar en palabras todo aquello que me define. Tal vez sea paciente, cariñosa, sarcástica, risueña, sensible y creativa. Y tal vez sea lo que siempre desee ser.
Pasados unos cuantos minutos levanto la mirada de la hoja y me doy cuenta de que el doctor Pearson no dejó de observarme en ningún momento. Me ruborizo.
—Ahora, me gustaría que lo leas en voz alta. — me pide
Volteo los ojos y me niego.
—El ejercicio es sumamente obligatorio. No acepto un no por respuesta, Sabina. —insiste el doctor Pearson, y yo asiento
Me aclaro la garganta y leo mi lista a regañadientes.
—Créetelo Sabina, porque todo esto eres tú. —exclama el doctor Pearson con una tenue sonrisa
—Supongo que por eso estás loco por mí, Pearson. —bromeo arqueando una ceja, divertida, y él ríe
—Creo que olvidaste poner en tu lista "experta en vacilar a mi psiquiatra". —comenta el doctor Pearson guiñándome un ojo y yo dejo escapar una carcajada que se expande en el aire —Y Sabina, tienes mucha vida. Mucha más que cualquier persona que haya conocido. —acaba con cierta ternura en su tono de voz, y yo esbozo una sonrisa, ruborizándome otra vez
El doctor Pearson siempre dejará una profunda huella en mi corazón, huya o no huya de Hiraeth. Creo que, estoy enamorada de Joy perdidamente, pero también siento mucho por Oliver Pearson. Nunca creí que sería posible sentir por dos personas completamente distintas a la vez, pero el destino siempre acaba sorprendiendo. Y sorprendiéndome.
El delicado aroma de las albóndigas con tomate envuelve mi paladar, transportándome a un abismo de placer. Desvío la mirada hacia Xia, la joven de cabello azabache, quien espera pacientemente a que su plato se enfríe antes de comenzar a comer. Las quemaduras en su piel blanca y suave se hacen evidentes, marcando su cuerpo de forma inevitable. Quizás, incluso, su alma.
—Tienes una forma peculiar de observar a las personas, Sabina. No es intimidante, pero tampoco entrometida. Parece como si intentaras establecer una conexión con nuestras almas a través de la mirada, incluso aunque ellas no deseen hacerlo, pero en el fondo lo anhelen. —comenta Xia, apartándose el cabello del rostro y volviendo a posar sus ojos en mí—. Nunca alguien me había mirado así.
—Oh, lo siento. No era mi intención... —balbuceo, bajando la mirada hacia mis manos. Mierda.
—Te gustaría saber cómo obtuve estas quemaduras, ¿verdad?—dice ella
—Bueno... solo... solo si tú quieres.—murmuro mirándola con timidez
—Durante una puesta de sol, incendié mi apartamento con la intención de morir lentamente junto a mi trastorno obsesivo-compulsivo. Quería asegurarme de que después de la muerte, éste no me persiguiera. Pensé que bastaría con gasolina, un cigarrillo y un mechero, pero no fue suficiente.
Un escalofrío recorre mi cuerpo al escuchar sus palabras. Su testimonio me remite a mi propia experiencia. Y es que cuando el destino está escrito, aunque intentes desesperadamente quitarte la vida, no lo lograrás. Yo lo sé bien.
—Es irónico que mi nombre tenga el mismo significado que el momento en que intenté acabar con mi vida —murmura Xia haciendo referencia a la puesta de sol.
Oh.
—¿Fue una coincidencia?
—Creo que sí, pero a veces pienso que mi subconsciente lo hizo con plena conciencia.
El subconsciente de Xia deseaba dejar de existir desde el mismo momento en que ella comenzó a existir, cuando sus padres le otorgaron un nombre.
A veces pienso que la joven de las mil quemaduras se cuida y se mima tanto por haber perdido una parte de sí misma en el incendio. Ella cuida la parte que quedó con vida.
**
Una vez me pidieron probar de la felicidad. Con de la mía. Y accedí. Accedí a que pasaran unas cuantas noches con mi pasado. Rendirse ante todos los sueños que tuve de niña. Conocer y reconocer a los amores de mi vida. Comprender al tiempo. Y sus maneras de dejarme siempre sin él.Conversar con mis demonios. Acordar en verse una vez en cada vida para no hacerlo en ninguna muerte más. Una vez me pidieron volver a probar de la felicidad. Pero esta vez me negué. Solo porque realmente ellos eran la felicidad. Incluso aunque aún no se hubieran dado cuenta. O que si lo hubieran hecho."
**
Le entrego mi hoja a la doctora Arizona y me dispongo a observar lo que sucede en el jardín de Hiraeth. Esta tarde, el cuerpo de Joy está ocupado por Nana, la anciana tejedora.
—Mason, límpiame las gafas, no veo bien. Oh, se me ha caído la aguja. Recógela. —murmura con voz de mujer mayor. Agita las piernas y respira con dificultad.
El celador se acerca y le limpia las gafas con un trocito de tela. Luego, se agacha y busca la aguja perdida que no aparece.
—Rápido, necesito terminar de coser los botones de mi vestido.
Mason pone cara de circunstancias y se levanta del suelo.
—Lo siento, Nana, pero no la encuentro.
La anciana tejedora niega con la cabeza, resignada y le tiende el vestido a Mason.
—Voy a dar un paseo. Con estos jóvenes de hoy en día, no hay quien acabe algo. —habla consigo misma mientras da lentos pasos por el jardín. Juraría que es una anciana, y no Joy. O su cuerpo.
Desde lejos, veo cómo uno de los pacientes le lanza una pelota a la cabeza, y entonces el cuerpo de Joy se endereza adoptando una postura completamente diferente, y se deshace del pañuelo de monedas y las gafas.
Observo como el cuerpo de Joy camina con elegancia y se acerca a otro celador. Intercambian algunas palabras, y luego el último le entrega una bufanda de cachemir roja y un par de pinturas y pinceles. Ah, es el señor Van Dongen, el pintor holandés. Él se acerca al mural de hormigón que rodea el centro de salud mental y con pintura negra escribe:
"Te quiero, con y sin secretos.
Jota"Sonrío desde lo más profundo de mi corazón. Nunca he conocido a alguien tan considerado y romántico como Joy.
El señor Van Dongen gira la cabeza y nuestras miradas se encuentran. Sus ojos azules como el mar son los mismos, pero la mirada es diferente. Más cordial y educada. El pintor holandés me saluda con un sutil movimiento de cabeza y luego vuelve a pintar el mural.
Suelto una bocanada de aire y me alejo del ventanal.
∞
En mi tiktok @inessdeluna publico contenido variado sobre la trama, los personajes y avances.
xoxo© Obra protegida por los derechos de autor
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Diario de una enferma mental ©
RomanceSabina Bowman despierta en un psiquiátrico sin saber por qué. Desesperada por escapar, traza un arriesgado plan: seducir a su psiquiatra, el doctor Pearson, para conseguir el alta médica. Sin embargo, su estrategia da un giro inesperado cuando conoc...