A las tres de la madrugada, salgo de mi habitación en completo sigilo, con la intención de no ser descubierta. Atravieso los oscuros pasillos de Hiraeth descalza para evitar cualquier ruido, guiándome por las baldosas del suelo para saber cuándo girar o subir. En un momento dado, pierdo el rumbo, pero continúo avanzando con determinación luchando contra mi mente. De repente, choco con un cuerpo fornido y contengo un grito. El sujeto enciende una linterna e iluminándome el rostro con ella, lo oigo reprocharme con diversión:
—¿Otra vez deambulando por los pasillos, señorita Bowman?
Oh, Joy. Qué alivio. Suelto una bocanada de aire y me relajo.
—Como verá, señor Carter, cierto sujeto me citó aquí.
—Sí, eso me dijo. También me pidió que la acompañara hasta sus aposentos, señorita Bowman. Por lo que, si me disculpa, debemos irnos antes de que el señor decida cortarnos la cabeza. —murmura Joy encajando su mano con la mía y dirigiéndome hasta la monocroma y gigante biblioteca.
Cuando cruzamos la puerta, Joy se apresura a encender un par de lámparas de mesa que iluminan débilmente la sala, y se dirige a una de las estanterías de madera. Busca entre infinidad de novelas hasta que lo oigo preguntar:
—¿Te gusta leer?
— Creí que al traerme aquí tendrías la respuesta, Carter. —murmuro chasqueando la lengua con gracia—¿Has perdido facultades? No es digno de ti.
Joy suelta una carcajada y niega con la cabeza.
—Siempre tan ávida a la hora de responder, señorita Bowman.
—Y sí, me gusta leer. —le confirmo y entonces él me tiende una novela de Gabriel García Márquez. En la portada está perforado en rojo "Amor en tiempos de cólera". Oh.
—Es mi favorita. —recalca Joy con una nostálgica sonrisa y yo asiento guardándola debajo de hombro
—La leeré.
—¿Y en cuanto a ti? ¿Cuál crees que sería tu novela favorita?—cuestiona apartándome un mechón de cabello de la frente
—"El infierno de Dante", la primera parte de la "Divina Comedia" de Dante Alighieri. —respondo con entusiasmo
Nunca me cansaré de leer a Dante. Tiene una habilidad asombrosa a la hora de exponer la condición humana en sus obras. Solo él es capaz de explorar las complexiones de la redención, la moralidad y la naturaleza del ser sin cometer errores de juicio. Ni de elección.
—Resulta que me la leí. Muy profunda. Aunque te aviso que "Amor en tiempos de cólera" tampoco te dejará indiferente.
—No tengo ni la menor duda, señor Carter. Usted es tan intenso en su día a día que lo más coherente es que su novela favorita sea igual. —murmuro sacándole la lengua, divertida
Joy esboza una sonrisa y me acerca a él dándome un abrazo.
—¿Eso ha sido un halago, señorita Bowman?
—Puede. Depende de lo que sea un halago para ti, Carter. —le guiño un ojo y él niega con la cabeza, divertido. Acerca su frente a la mía y me acaricia la nariz con mimo. Cierro los ojos y le rodeo con los brazos.
—¿Hay algo que odies? — lo oigo decir con suavidad
— Creo... creo que odio mi vida, Joy. La odio tan mal y tan bien al mismo tiempo que temo no poder amarla nunca más. — confieso en un susurro ronco
Él me escucha atentamente y luego se toma su tiempo para ordenar todas las ideas que se dibujan en su mente. Pero sin soltarme en ningún momento.
— Mi madre me decía que me enamoraría de la vida solo cuando supiera que siempre fui muerte. En su momento no lo entendía porque me parecía absurdo volver a amar algo después de odiarlo tanto, pero pasado un tiempo entendí el sentido de sus palabras. Y es que yo nunca sería eterno aunque quisiera. La vida tampoco, ella también acabaría. Y por eso debíamos amarnos intensamente. Porque de todas formas no volveríamos a vernos nunca más. — Joy hace una pausa para inspirar y expirar sus recuerdos— eso es lo que ocurre muchas veces con los amantes. Lo viven todo tan apasionadamente porque saben que acabará. Y es que el hecho de que algo acabe hace que sea aún más especial. Y la vida lo es porque finaliza.
Asiento lentamente y abro los ojos un momento para mirarle. Sus pupilas están dilatadas, y su respiración irregular. Tiene los labios algo hinchados y barba de unos cuantos días, pero aun así es tremendamente atractivo.
—No me mires así que luego nos metemos en un problema. —murmura, y cogiéndome por la barbilla me da un casto beso que revoluciona mi piel, erizándola
—¿Y tú? ¿hay algo que odies?
— No sé si tengo la respuesta todavía. — Joy se pasea la mano por su cobrizo pelo, inquieto
Puede que aún no quiera compartirlo conmigo. O que no esté preparado para regresar por las brechas de su pasado.
— Cuando tengas la respuesta estaré encantada de escucharla. —exclamo a la vez que él esboza una media sonrisa con sabor a alivio
—¿Te apetece que leamos un par de páginas de las novelas del otro antes de irnos a dormir? —pregunta tirando de mí y sentándose en un sofá de piel.
—Nada me apetecería más. —murmuro colocándome a su lado y posando la cabeza sobre su hombro
Abro la primera página de "Amor en tiempos de cólera" y me surjo en la lectura mientras Joy juega con mi denso y oscuro cabello.
"Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. El doctor Juvenal Urbino lo percibió desde que entró en la casa todavía en penumbras, donde Clara del Valle esperaba que se muriera el padre para casarse con él, y sintió el horror de siempre ante la belleza intacta del recuerdo. En la memoria de los almendros estaba el patio de la casa donde jugaban los niños, y el ruido de las cañas de azúcar al viento de la siesta, y los tarros de dulce de membrillo que la abuela dejaba junto a las camas para que los enfermos comieran un poco antes del mediodía..."
—Despierta, Sabina. Nos hemos quedado dormidos. —murmura Joy acariciándome la mejilla con suavidad y yo abro débilmente los ojos. Oh.
—¿Qué hora es? —pregunto recomponiéndome y él mira su reloj de pulsera
—Las seis. Dentro de treinta minutos se despiertan las enfermeras y se retoma la vigilancia.
Asiento levantándome con dificultad y dándole un abrazo.
—Me llevaré la novela. Será como una especie de préstamo. —susurro dándole un beso en los labios
—Si no me la devuelve iré a por usted, señorita Bowman. Y a por sus bienes. No olvide que sé dónde vive. —bromea Joy dándome otro beso y otro y otro
—Si eres capaz de reclamar mis bienes te convertirás en mi banquero favorito.
—En ese caso, los reclamaré. Y reclamaré muchas otras cosas. —murmura haciéndome cosquillas en la barriga y yo estallo en una carcajada
—Shh, Nos van a oír. —susurro con la sonrisa en los labios y solo entonces Joy se detiene, recobrando la compostura—Por cierto, ¿ya sabes cómo podemos escapar de Hiraeth?
—Estoy en ello. Pronto me darán una respuesta.
—Ojalá podamos huir pronto de aquí, Joy. —anhelo soltando un suspiro lleno de urgencia
—Lo haremos. Y ahora, a la cama, señorita Bowman.
—Buenas noches, Joy Carter. Nos vemos en treinta de tus sueños. —me despido dándole un fuerte abrazo y me pierdo por los pasillos de Hiraeth pensando en lo maravilloso que es él conmigo, y en lo querida que hace que me sienta. Y plena. Muy plena.
∞
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xoxo© Obra protegida por los derechos de autor
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Diario de una enferma mental ©
RomanceSabina Bowman despierta en un psiquiátrico sin saber por qué. Desesperada por escapar, traza un arriesgado plan: seducir a su psiquiatra, el doctor Pearson, para conseguir el alta médica. Sin embargo, su estrategia da un giro inesperado cuando conoc...