Capítulo sesenta y siete

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El llanto de Faith, la joven de cabello zanahoria me resquebraja el alma. Tiene la mirada ida y aprieta las manos en un puño con mucha fuerza, como si tratara de aferrarse a algo inalcanzable.

—¿Qué te ocurre? —le pregunto con un hilo de voz, pero ella parece no oírme. Navega entre el dolor que la consume y puedo sentir su estado depresivo emergiendo. Esta vez su episodio maníaco ha sido breve y no logro comprender por qué.

—Yo... no...—solloza con la respiración entrecortada y sacude la cabeza

—¿Debería llamar a la enfermera Leonora? —le pregunta Mía, preocupada, pero Faith se niega

Pasea la mirada por nuestra mesa con desesperación, como si buscara algo. La veo coger un tenedor de plástico y clavárselo en el cuello con fuerza. Oh no.

Alargo el brazo en un intento por quitarle el tenedor y evitar que se haga más daño, pero ella me golpea el pecho, dejándome aturdida, y vuelve a clavarse el tenedor, sangrando.

Dos celadores acuden rápidamente y la inmovilizan, pero Faith no se rinde, patalea y grita.

—No me toquéis. Soltadme, joder.  —brama intentando escaparse—No. Dejadme en paz.

Una de las enfermeras aparta su corto cabello a un lado y le administra un sedante, haciéndola dócil a hasta dormirla.

Mis compañeras de cuarto y yo intercambiamos miradas y me encojo en mi asiento. Creo que es la primera vez que veo a Faith autolesionarse. Y me sienta tan mal no poder hacer nada por ella.



El despacho del doctor Pearson está impregnado de un olor inquietante a incienso. Me resulta tan abrumador que le pido amablemente que abra la ventana para poder respirar. Me retuerzo ligeramente en mi asiento mientras lo observo a los ojos. Sus pupilas están dilatadas en cierta medida, como si quisiera transmitirme algo, pero a la vez supiera que no debería hacerlo. O tal vez sí.

—Una vez que salgas de Hiraeth, ¿cuáles son tus planes? —me pregunta el doctor Pearson, ajustándose las gafas.

—Me gustaría reincorporarme a la universidad, reconciliarme con mis antiguas amigas, pero sobre todo sanar las heridas que mis padres me causaron. Y las que yo les causé a ellos — confieso, mientras él toma notas en mi expediente.

—¿Por cuál de ellas comenzarás?

—Empezaré por mis padres. Ahora que Lux ya no está, siento la necesidad de llenar el vacío que dejaron —respondo con sinceridad.

—Es importante tener en cuenta que no se trata solo de llenar ese vacío, sino de hacerlo de manera saludable, señorita Bowman. Para lograrlo, deberás seguir ciertas pautas. En primer lugar, permíteles que te escuchen, expresa cómo te has sentido durante todo este tiempo. Luego, será tu turno de escucharlos y permitirles que se expliquen. Una vez hecho esto, deberéis reconstruir la relación desde el principio, como si estuvierais conociendo a un nuevo amor. Paso a paso, con paciencia, y dejando que el corazón sea quien marque el camino.

—Lo intentaré —afirmo, con determinación— Sin embargo, hay algo que aún no tengo claro. No sé si quiero retomar Ciencias Políticas.

—Ya no hay nadie que te lo impida. Recuerda que las decisiones son tuyas, Sabina.

—Aún no me he acostumbrado a sentirme dueña de mi propia vida. —murmuro con un hilo de voz

— Es comprensible. Después de dos años de abuso y control por parte de Lux, tu mente ha olvidado cómo se siente realmente. Pero poco a poco, recuperarás el control hasta que vuelvas a sentirte dueña de ti misma.

Asiento con un leve movimiento de cabeza y dirijo mi mirada hacia su biblioteca monocromática. Me pregunto cuántas palabras y mundos se esconden entre sus estantes, y me doy cuenta de que solo puedo vivir mi realidad tal como se presenta, sin filtros ni manipulaciones. Y enamorada de Joy y atraída por Pearson.


**
A todos aquellos amores que dejamos atrás en el camino. A todas esas voces que buscaron respuestas y anhelaron algo más tiempo y vida.     A todos esos corazones rotos que nos enseñaron que nada es eterno y que, por eso mismo, debemos saborear cada momento como si fuera el último. Y agradecer. Agradecer que sigamos estando con vida y que sigamos teniendo tiempo.
**

Esta tarde, Joy no hace acto de presencia. Lo busco incansablemente en cada rincón visible del jardín de Hiraeth, pero no logro encontrarlo. Me pregunto dónde habrá ido a parar, pero, sobre todo, si estará bien, y a salvo. La incertidumbre se adueña de mis pensamientos haciendo que mi corazón palpite con inquietud.



El calor de la sopa me provoca una leve quemadura en el paladar, pero no me importa. Esta noche el frío es tan intenso que anhelo sentir un poco más de calor para mantenerme despierta.

Xia, la joven de las mil quemaduras, tiembla de frío y se envuelve en un jersey de punto.

—¿Estás segura de que no quieres un poco? — le pregunta Mía, ofreciéndole un sorbo de su sopa, pero Xia niega con la cabeza.

Tiene los labios azules y lágrimas en los ojos. Sé que está hambrienta y que el frío la está haciendo sufrir, pero el calor es su peor enemigo y contra eso, no puede hacer nada. Ella suspira e intenta absorber el frío, anhelando encontrar placer en él, aunque sea corrosivo.

Una enfermera se acerca a nuestra mesa y me entrega una servilleta doblada en cuatro. Oh, Joy, por fin apareces. Tomo el papel rápidamente y, al desdoblarlo, leo:

"Querida señorita Bowman, la informo de que me encuentro en aislamiento por mala conducta, pero me las arreglaré para que nos veamos en nuestro lugar de siempre, a la hora de siempre.
La echo de menos. Y en falta.
Jota"

Siempre que leo algo suyo, mi pulso se acelera y mi respiración se agita. Joy es la única persona capaz de emocionarme incluso estando lejos, y hacer que me sienta amada incluso estando cerca.


En  mi tiktok  @inessdeluna publico contenido  variado sobre la trama, los personajes y avances.
xoxo

© Obra protegida por los derechos de autor

Diario de una enferma mental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora