Día 11

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POV ANASTASIA

Me duele mucho mi espalda. Anoche me dormí tarde, eso lo sé porque la estaba lloviendo cuando por fin pude conciliar el sueño. Dormí en posición de feto y mis vertebras quedaron para la historia. Esta mañana cuando desperté, se hicieron notar con unas fuertes punzadas y un gran dolor.

Cristian no estaba cuando me levante y lo agradezco. No tenía las ganas suficientes para verlo. Sé que suena tonto pero me siento incomoda teniéndolo cerca. Su forma de hablar del dinero me intimida. Sé que no tiene ni un centavo en este momento pero su forma de hablar, de actuar, su forma de moverse me dice todo lo contrario.

Sé que no tengo dinero y que no encajo en su estilo de vida. Eso ayer me dejo mal. Mientras lava las cosas que se ensuciaron, pensé en todas las cosas que podría hacer con solo un minuto de su tiempo en dinero y me dio pena y rabia a la vez. Pena porque tiene todo en este mundo y rabia porque no lo disfruta.

Salgo de la caverna mientras como un plátano. Mi misión es buscar algo más que se pueda comer. No quiero volver a pescar por ahora. No quiero herir más su orgullo de hombre. Aunque lo pudiera hacer por pura venganza.

Camino hasta llegar a otro bosque. Este está al costado derecho de donde están los plátanos. Quiero conocer esta isla al pie de la letra pero es tan grande o me parece grande. No sé qué tan grande. Hay un olor que se me hace conocido. En la casa de mi padre, existe ese olor. No me puedo acordar de que es ese olor.

Sigo avanzando hasta llegar a un pequeño claro me deja ver algo que hace que mi corazón brinque. Tres arboles con limones están haciendo acto de presencia. Hay de varios colores. Unos más amarillos que otros y varios de color verde. Tengo ganas de llorar. Me encanta el limón, lo como una fruta cualquiera y lo amo.

Con cuidado saco solamente dos limones que están completamente amarillos y están a una altura que puedo alcanzar. Sonrió pensando que el pesando con algunas gotitas de limón quedarían más que delicioso.

Si no quería pescar, con esto, tengo las ganas suficientes para hacerlo.

Agua no queda, así que tendré que buscar un poco antes de ir a pescar. Vuelvo feliz a la caerán con este descubrimiento. Busco los tiestos para buscar agua y poder cocer un poco. Estoy demasiado feliz como para pensar en otra cosa.

El suelo está un poco resbaloso por culpa de la lluvia, así que un recorrido que hago en unos 10 minutos hará lo hago en más de 30 y la vuelta es más complicada. Al final termino un poco mojada pero por lo menos llevo suficiente agua para dos días. Dejo todo guardado y salgo para pescar.

Cuando llego me detengo de forma brusca, ya que lo que tengo delante de mí, me deja sin aire. Cristian esta solamente con bóxer, muy mojado, peleando con el mar. Algo debe de haberle caído mal porque a los segundo llega una ola gigante, que lo deja más mojado que antes.

-eres un ser vengativo. No sé cómo me podías gustar cuando era pequeño- dice. Me imagino a un pequeño niños de ojos grises intentando pescar, imposible no sonreír.

Me acerco hasta quedar a unos metros de él. Quiero hablar con él, de lo que sea pero me da miedo que mi forma de pensar al final lo termine molestando y no me hable más. Decido no hablar y camino en dirección contraria.

Desde que en mi mente se instaló que somos distintos, la relación no es como antes. ¿Cómo puedo hablar con alguien que tiene más dinero que sentido común? ¿Qué puedo hablar con esa persona, sino tenemos nada en común?

Llego a un lugar donde hay algunas piedras donde me siento. El aire tibio, toca cada centímetro de mi piel y si siente bien. Al fin de cuentas, el viento, el agua y la naturaleza no hace diferencia. Trata a todos por igual. Las ganas de llorar aparecen de la nada.

60 días: Cristian y AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora