Día 34

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POV ANASTASIA

Tengo frío. Me siento fría y no hay nada para cocinar. Cristian ha estado tan distante conmigo, que no ha querido hablar conmigo de nada. En un tiempo más comenzare a tener hambre pero no tengo nada que comer. No hay fruta, pescados ni tubérculos.

Me levanto del suelo y salgo a la playa. Esta nublado y un poco helado. No creo que encuentre muchos peces en los roqueríos. Así que camino hasta el bosque donde puedo encontrar alguna fruta.

Cristian me desconcierta en muchas cosas. El me pide que me abra, que le cuente mi paso pero no habla del suyo. Quiero saber que fue eso tan mal que le hicieron para poder ayudarlo. No me considero una persona mala, cometo errores como todos y me gusta ayudar a la gente.

Y quiero ayudarlo a él.

Encuentro unos plátanos, unos mangos y unas patatas. Creo que con eso tenemos para pasar la noche. Con cuidado de no golpear la herida, camino de regreso a la cabaña. Veo que queda poca leña y maldigo. Necesito ayuda si queremos pasar una noche calentitos. Este aire tan fresco solamente indica que se acerca una tormenta.

Ya no me está gustando tanto estar en una isla en Indonesia. Para la próxima le pediré a mi padre que busque un lugar con menos agua y más tierra. Por último que haya nieve. Me gustaría jugar en la nieve como una niña pequeña.

Busco a Cristian pero no lo encuentro. ¿Dónde demonios esta? ¿Sera que sigue enojado por lo que le dije? ¡Qué hombre más enojón! Suspiro resignada a pasar todo el día sola, bueno, lo que quede.

Me molesta la herida pero logro hacer todo lo que tenía pensado. Después de 6 vueltas traje la suficiente leña para toda la noche y luego, di otras dos vueltas más para buscar agua.

Termino acostada en el suelo y respirando agitada. Con la cortada en mi talón me demore más de lo que esperaba y me canse más que nunca y Cristian brilla por su ausencia.

¿Y si le pasó algo? Con lo enojado que anda cualquier mal paso que dé, puede terminar con algún daño. Él es tan grande y cualquier mal paso puede terminar con lesiones muy grandes. Lo peor, es que no seré capaz de traer aquí. Es demasiado grande para mí.

Un sonido proveniente del pájaro me alerta que algo se acerca. Mi corazón late muy fuerte, ya que se comporta así cuando un animal se acerca o también cuando Cristian se acerca. El intenta acercarse a Cristian pero, no deja que se acerque. Aún no está acostumbrado al cariño que le quiere muestra un simple animal.

Me levanto con cuidado y veo que es Cristian. Un suspiro de tranquilidad escapa de mi cuerpo. Me preocupo por él. No me quiero quedar sola aquí pero me da miedo lo que estoy sintiendo por esta persona.

Una persona tan distinta a mí. Con una vida contradictoria a la mía. Donde el lujo y la riqueza están con solo extender la mano. Jamás se fijaría en alguien como yo. Un ser que están distinto. Donde puedo ser feliz con tan poco y a la vez entregar todo lo que puedo.

Lo que siento, me está poniendo nerviosa. Tengo miedo a que pase a otro nivel y que cuando nos encuentren, todo esto que acabe. Que vuelva a la civilización y quedemos como si nunca nos hubiéramos conocido y como resultado, termine con mi corazón roto, nuevamente.

Entra en la cabaña y por su postura, sigue en las mismas condiciones que salió. Enojado.

-ten- dice y me entrega unos peces. Los recibos pero esta distante. Le sonrió pero me da la espalda. Si no fuera porque tiene trasero, le hubiera dado un golpe. Por ultimo si no me quiere hablar, tengo buena vista.

-supongo que tendré que cocinarlos. ¿Has traído agua?- pregunto. Deje el agua en mi pieza. El me mira y el poso de color gris oscuro que me mira, me intimida. ¡Qué mal genio tiene este hombre!

60 días: Cristian y AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora