Día 35

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POV CRISTIAN

La lluvia comienza a caer muy despacio. Me sorprendo al ver que en la cabaña hay de todo, si cuando salí esta mañana, enojado y maldiciendo al mundo, no había nada. Esta mujer es maravillosa y yo sigo desconfiando de ella.

¿Por qué niego lo que mi corazón está sintiendo? ¿Es necesario compararla con ella? No se parecen en nada y ella me lo ha dejado ver muchas veces. Sin importarle mis palabras, mi enojo, siempre ha terminado cuidando de mí y de todo lo que nos rodea.

Por ejemplo, el pájaro que nunca me ha gustado, siempre tiene fruta fresca para comer y me he dado cuenta que los pájaros que atrapo, que nos dan algunos huevos, ahora tienen una caseta y están protegidos de la lluvia. Si algún día nos vamos de aquí, tanto el pájaro como los que nos dan huevos, se tendrán que venir con nosotros. Sin quererlo los hemos domesticado.

Ella se remueve en mis brazos y suspira. Sus labios están abiertos levemente y su respiración golpe mi pecho como una caricia. Todo el ella es así. Tierno, cálido y sin límites. Ella ha dado tanto para que estemos seguros y yo, bueno, le construí la cabaña. Era mi regalo y me sorprende que haya quedado tan bien. ¿Sera que quedo así, porque ella estaba conmigo?

Mi mano viaja hasta su vientre y ella suspira. Mi pene comienza a crecer de nuevo. Todo en ella me excita y me calienta. Varias veces he tenido frio y con solo verla, mi sangre comienza a entibiarse y luego se calienta, haciendo que todo el frio que tenía hace unos momentos se fuera.

No sé si lo hace adrede o es una manía que tiene, pero se acomoda y se acurruca a mi pecho. Su mano termina en mi espalda y suspiro cuando me doy cuenta su piel esta tibia y no fría hace como unas horas. Quiero acostarla para que este mas cómoda pero no puedo moverme. Me tiene hechizado.

-me gustaría que me amaras- dice en un susurro. Me tenso. ¿Qué es lo que están soñando y con quién? Me da muchos celos saber que es con alguien más quien está soñando. Solo yo soy su dueño.

Ella me abraza y casi jadeo cuando la suavidad de su piel, acaricia mi cadera. Su tacto me produce muchas cosas y no sé, si pueda seguir controlando mis ganas de hacerla mía. ¿Sera que de esa manera me doy cuenta que ella no es para mí? ¿Qué lo que estoy sintiendo algo físico y nada sentimental?

Me muevo un poco, para darme espacio para levantarme pero no puedo. Su cuerpo me llama a que lo toque, a que acaricie cada parte de su cuerpo. Quiero hacerle de todo y ella debe de estar de mi lado, porque su cuerpo también lo quiere.

-Ana- la llamo. Es hora de que arreglemos esto. Varias veces me he percatado que cuando estoy cerca de ella, sus pezones están erectos y no tiene nada que ver con el calor.

-mmm- dice adormilada. Maldición, quiero hacerle de todo pero cuando esta así conmigo, solo quiero besarla.

-bebé, por favor, abre los ojos. Necesito hablar contigo- digo. Un rayo ilumina toda la cabaña y Ana termina sentada en mi regazo con los ojos muy abiertos y asustados.

-no me digas que es otra tormenta. El cambio climático está haciendo estragos en todos lados- dice y me da risa. Se preocupa más de lo demás que de ella misma.

-nena, en este momento el cambio climático me importa una mierda. Lo que realmente me preocupa es que voy a morir, sino obtengo algo de ti- digo. Ella me mira y frunce el ceño.

-¿Qué es lo que necesitas de mí?- pregunta y busca con la mirada en la cabaña, supongo que la comida.

-no es eso. Es esto- digo. Muevo mi cadera y hago que mi erección termine debajo de su trasero. Ella abre los ojos asombrada. Jadea cuando se da cuenta de lo que le estoy pidiendo.

60 días: Cristian y AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora