Día 36

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POV ANASTASIA

Cada vez que veo a Cristian, termino colorada. Sé que tengo que pensar que el sexo será algo normal entre nosotros pero, me cuesta. Creo que soy una de las pocas mujeres que puede decir que no ha tenido sexo después de los 20 años. No por falta de querer, sino que por culpa de querer a alguien, el cual te daño y te uso, te cerraste a eso.

Hace un par de horas que amaneció y no he sido capaz de ver a Cristian a la cara. Hace unos minutos salió de la cabaña pero, no sé dónde puede haber ido. Lo más probable es que encontrare algunas huellas en el lugar pero, quiero darle su espacio.

Puede que este enojado porque no pudo hacer más que darme un orgasmo anoche. Me siento y me doy cuenta que estoy desnuda. Si las mejillas están rojas, ahora estoy casi sin oxígeno. No me acuerdo en que momento me quede dormida pero, sí que termine durmiendo en sus brazos.

-¡Qué vergüenza!- digo colocando mis manos en mi cara. Busco rápidamente mi ropa y me visto. Lo mejor será hablar con él. Si hay algo que no le gusto o si quiere algo, debo saberlo. Si queremos que esto funciones la comunicación es clave.

Eso es lo que pienso yo. El loro que está caminando por el lugar, emite un sonido raro y lo miro. Siempre que hace ese ruido, es porque tiene hambre. Suspiro. Desde anoche, no le he podido dar nada de comer. Voy donde deje fruta y me doy cuenta que no hay ninguna, pero tampoco hay rastro de que el ave se las haya comido.

-me tendrás que esperar. No hay ninguna fruta disponible para ti o para mí- digo mientras me estiro. Necesito ducharme lo antes posible. Además creo que nuestro amigo puede buscar un poco de fruta en un árbol cercano. Le coloco la mano y él va a mi encuentro. Sonrió cuando me doy cuenta que no me teme pero, a la vez me preocupa. No debería hacer este tipo de relación sino podre cuidar de el en un futuro. Solo si volvemos a la realidad.

Dejo el ave un gran árbol. El, automáticamente se va a ocultar en las ramas del árbol y yo voy a los pozones. Necesito bañarme con urgencia. Me siento húmeda y con el sol que hay, podre lavar la ropa y secarla. Este clima es como un chiste, una noche intensa lluvia, con truenos y relámpagos y al día siguiente un sol precioso.

Camino con cuidado hasta los pozones. El piso está un poco resbaloso y no quiere salir lastimada. No hay un médico cerca al que pueda recurrir. Me afirmo en algunas ramas y por fin llego a mi destino. Estoy por sacarme la camisa cuando escucho un gruñido. Me detengo en seco. No habíamos tenido registros de que anduviera algún animal suelto por esta zona. Busco un palo. Es lo que más cerca tengo y es lo único que me puede ayudar en este momento.

O defenderme.

Con paso sigiloso voy caminando hasta que siento el mismo el sonido pero, ahora se suma un gemido. ¿Qué demonios es eso? camino hasta que llego a los pozones. No se ve nada anormal hasta que me doy cuenta que hay ropa de Cristian sobre unas rocas. Trago duro. ¿Él es el causante de esos sonidos? ¿Qué es lo que está haciendo?

Lo busco con la mirada hasta que lo encuentro. Esta al fondo, casi llegando a unas murallas de piedras. Está completamente desnudo. Por su espalda van bajando chorros de agua que caen de los hilos de la cascada. Su trasero redondo y grande está siendo tapado por el agua, pero solo la mitad. Sus músculos están tensos y se contraen por algún motivo.

Es aquí cuando lo entiendo todo. Se está masturbando. Su espalda esta tensa y sus manos hacen en típico vaivén, que se necesita para estimular el pene. Ha seguido un ritmo constante hasta ahora. Hace unos segundos ha comenzado a moverse más rápido y su respiración, es como de un animal salvaje corriendo por su vida.

Un último gruñido y varios jadeos después, me hacen saber que ha llegado a su límite. ¿Cómo alguien puede masturbarse cuando el agua no está precisamente tibia? ¿Sera que las duchas heladas no sirven después de todo?

60 días: Cristian y AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora