Dia 29

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POV CRISTIAN

Estoy sonando. Eso es lo que debe de estar pasando. No puedo creer que ella este hablando en serio. Debo de estar en puto cielo o el furioso infierno.

-¿Sabes algo, Cristian? me gustaría que me hicieras el amor- dice Ana y juro que casi me da un infarto.

-no te entiendo. Ayer me decías que te diera tiempo para asumir las cosas y ahora me dices que estas listas. ¿Qué juego es ese? me estas dejando confundido. Ella sonríe y me siento feliz. Me gustaría que lo hiciera más a menudo.

-bueno, tus brazos y la forma en que le ayudaste me han hecho cambia de parecer. ¿Me vas a decir que no quieres tener sexo conmigo? ¿Después de tanto tiempo de estar detrás de mí? eso sí que es raro en ti- dice mirándome con esos ojos azules profundos. Esa es la única forma de poder describir ese azul de sus ojos. Son bellos y no se parecen a ninguno que haya visto antes.

He visto mujeres que tienen ojos azules y no son como de Ana. El de esas mujeres a veces eran fríos y básicamente mirabas el azul distante. Era como si se estuvieran describiendo ellas mismas. En cambio los de Ana, no solo describen lo bella que es como persona, sino que también me muestran que me pueden leer y eso me aterra.

Solo dos personas antes me han sabido leer de esa manera. Mi madre, ella fue quien me pario, estuvo todas esas horas en parto para tener a este semental por hijo. Desde que era pequeño y tenía problemas, ella simplemente me tomaba de la mano y me sentaba en su regazo. No había necesidad de decir ni una palabra. Ella me entendía. Siempre me dijo que los ojos son el espejo del alma. Supongo que por eso, me sabía leer tan bien.

Y ahora Ana, ella también me puede ver y leer. ¿Cuantos de sus comentarios me han dejado callado porque sabe cómo afectarme? creo que por este motivo, el ser que nos dejó a los dos en esta isla, la escogió a ella. Si hubiera sido otra mujer, lo más seguro es que ya estuviera aislada y llorando a mares por mi falta de tacto. Siempre he sido así pero, Dios ha sabido escoger a las mujeres de mi familia. Ellas no aguantan nada de mi parte y son felices con mandarme a la mierda.

-¿Dónde te fuiste? Te he estado hablando y no me has respondido a la pregunta que te hice- dice Ana sacándome de mis pensamientos.

-¿Que pregunta?- digo frunciendo el ceño. ¿Qué era lo que me estaba preguntando?

-¿Si quieres tener relaciones sexuales conmigo?- dice tan coquetamente que me está derritiendo. No sé si creerle o no. debo de haber muerto y estoy en el cielo. Eso debe de haber pasado.

-no está jugando limpio, nena. Estoy muriendo aquí y me estas abriendo las puertas del paraíso. ¿Estás segura de esto? No quiero que después te sientas mal y me recrimines por hacer algo donde no estabas segura- digo nervioso.

-estoy segura. Puede que también este nerviosa y por eso no haya querido escuchar lo que mi cuerpo pedía a gritos. Pero es hora que le haga caso. Quizás con tus caricias y besos, puedan hacer que me olvide de mi pasado. ¿Me ayudaras?- dice y juro que casi convulsiono. El que diga que una mujer no puede provocar espasmos con solo algunas palabras, es porque nunca ha tenido a una al lado con ese tono de voz.

-maldita sea, claro que te ayudare. Claro que te hare mía y hare que te olvides de lo que te hizo ese idiota. Ningún hombre debe de tratar a una mujer así. Quizás yo las trataba así por un solo motivo pero ellas lo hacían gustosa. Yo nunca las trababa mal. Siempre con cuidado en ambos sentidos. Yo quiero lo mejor para ti y si esta en mis manos, hare que esta noche sea inolvidable para ti- digo seguro. Ella lo quiere y yo también.

Comienzo a jugar con los tirantes de su camisa blanca con volantes. Ella se queja cuando mis dedos tocan sus senos. Me voy a volver loco. No quiero hacer tan larga esta agonía porque no aguantare ni un poco en llegar.

60 días: Cristian y AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora