Día 54

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POV ANASTASIA

Estoy emocionada. No conocía esta faceta de Cristian. Él se mostraba tan distante y tan frio. En todas las entrevistas que tuve el privilegio de ver, nunca sonreía, jamás hacia una broma, pero era entendible, ahora que lo conozco mejor, simplemente era reservado. Supongo que a nadie le gusta que alguien completamente ajeno, se meta en su vida privada.

Algo que no soy yo. Conozco cada parte de su ser y me fascina. Creo que soy la única mujer, en todo este gran mundo, que puedo decir que lo conozco a la perfección. Sonrió al pensar que hoy nos vamos a casar por medio de una ceremonia a la luz de la luna pero, no sé dónde.

Dijo algo de una sorpresa con muchos testigos. Aun no comprendo como paso de ser tan frio a ser un hombre tan romántico. Las malas lenguas dicen que las mujeres, tenemos el don de cambiar a los hombres si tenemos el suficiente valor para enfrentarlos. Supongo que al estar solos aquí, en medio de la nada, mi carácter salió a flote y no me deje intimidar por este hombre que tiene más riqueza que sentido común.

Corto unas cuatros tiras de unos tres centímetros de telas de una de las sabanas que no ocupamos. Él dijo que me quería ver bonita y por lo que recuerdo, mi padre me decía que las ondas me quedaban bien. Con cuidado para no romper las tiras y con pelo un poco húmedo, comienzo a hacer los rulos. Mi padre nunca entendió, como podía hacer rulos con unas simples tiras de papel o género.

Supongo que siempre he buscado la manera de gastar lo menos posible y usar el secador de pelo o una plancha para el pelo, era mucho gasto. No tenía permitido muchos lujos pero, jamás me presente mal vestida o aseada. La presentación personal es importante para mí y mi padre también lo sabía.

Varias veces me morí de vergüenza cuando mi padre, en vez de traerme algún presente como ropa o chocolates, llegaba con una canasta que traía de todo un poco. Desde alimentos no perecibles hasta útiles de asea y de limpieza. La primera vez que vi toallas higiénicas me morí de vergüenza pero, mi padre me dijo que era algo que las mujeres siempre necesitarían hasta que se pusieran la inyección. Mi padre siempre ha sido adorable y creo que le gusta que me sonroje.

Tengo mi pelo tomado. Sé que le gustara. En una olla tengo las flores que corte esta mañana. Son de color blanco algunas, otras de color rosado pálido y algunas moradas. Saque con cuidado de un cactus unas espinas que me sirven de aguja. Estúpidas cosas, me dolieron los pinchazos.

-nunca pensé que una boda tan simple fuera tan complicada. He pensado en hacer algo tan simple pero ahora, creo que estoy indeciso. ¿Quién hubiera imaginado que me pondría nervioso con algo tan simple?- dice Cristian mientras come un trozo de mango.

-fuiste tú quien solicito esto. Me dijiste que me arreglara y que picara fruta y que ordenara algunos platos. Pero no tengo ni idea de que es lo que estás haciendo afuera. Estas muy sospechoso y no me esta gustado. Quiero ayudar y la verdad que no me gusta que me dejes fuera- digo pero simplemente no me toma en cuenta. Sigue trabajando y hablando para sí mismo.

Me levanto y golpeo su trasero. El frunce el ceño y me regala una sonrisa que me coloca los pelos de punta. Conozco esa mirada y sé que está pensando en hacer algo malo conmigo. Aunque se diga que sea malo, me gustara. De eso estoy segura.

-¡Oh, señorita Steele! ¡Acabas de cometer un error! Nadie que me golpee en el trasero, sale invicto- dice y me toma en brazos.

-Cristian, ¿Que vas a ser conmigo? Me tengo que arreglar si quieres que me case contigo al atardecer- digo pero no me escucha. Está en modo hombre de las cavernas y me encanta. Es algo que no puedo entender aun. ¿Cómo algo que me parecía descabellado, ahora me parece excitante? Creo que jamás podré entender todos los aspectos del amor. Nadie podría decir que el amor funciona de una manera para todos.

60 días: Cristian y AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora