Capítulo 20 - Sam

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Cada vez que mi padre abre la boca me da un pequeño ataque al corazón. Tenía la esperanza de que no fuera así, de que el hecho de tener una invitada en casa (y a sabiendas de que es muy importante para mí) le animara a contener su natural simpatía, pero en cuanto le presenté a Mel supe que me equivocaba. No sé en qué estaba pensando cuando creí que esta vez iba a ser diferente.
- Me tengo que marchar ya.- dice Melanie después de cenar. Todavía es temprano, pero Ben nos advirtió de que si no dejaba a Mel en casa antes de las diez me lanzaría a los leones.- Muchas gracias por todo, la cena estaba riquísima.
- Imagino que vas a echarle mucho de menos.- continúa mi padre, ignorándola.- Si todavía te queda tanto para ir a la universidad vais a estar mucho tiempo separados.

En cuanto dice eso, miro a Melanie con pánico. Todavía no hemos hablado de ESO. Ella, por su parte, intenta mantener la compostura, decidida a escapar de esa situación de la mejor manera posible. Trago saliva, expectante.
- Desde luego.- empieza, midiendo sus palabras.- Pero todavía tenemos todo el verano por delante, así que no creo que debamos precipitarnos con ese tema.
- ¿Todo el verano?- mi padre se gira hacia mí, con un expresión divertida en el rostro. No quiero creerlo, pero parece que está disfrutando con esto.- Sam, me parece que tu chica y tú tenéis una charla pendiente.

Ya está, lo ha dicho. Dejo caer la cabeza, abatido, y clavo los pies en el suelo como si pudiera echarlo abajo y dejar que me tragara la tierra. Melanie se vuelve hacia mí y me mira con la interrogación en el rostro, y yo me maldigo por el momento en que me hice el valiente y decidí que presentar a Melanie a mis padres era una buena idea.
Después de sufrir dos eternidades de incómodo silencio y de miradas encontradas, mi madre toma la palabra.
- Cielo, creo que deberías llevar a Melanie a casa. No queremos que sus padres se preocupen si llega tarde.

Nadie dice nada, pero Melanie asiente con la cabeza y deja que mi madre nos acompañe hasta la entrada. Una vez estamos fuera, el silencio continúa.
- Melanie, di algo.
- No.- responde ella, con frialdad.- Si digo cualquier cosa, si elaboro cualquier conjetura, tal vez acierte. Y no quiero que nada de lo que se me pase por la cabeza esté en lo cierto.
La miro a los ojos, dolido. Pero no por lo que ha dicho, sino por lo que tengo que contarle yo.
- Está bien.- le digo al fin.- Te lo contaré: hace años que Evan, Ben y yo queremos ir a la misma universidad. Mi padre quería que fuera a otra, pero yo le pedí que lo considerara. Por supuesto, se negó en redondo. Pero al final...al final hicimos un trato. Un trato que, por entonces, no sabía que te iba a afectar a ti también.

Hago una pausa, estudiando su reacción. Melanie me mira con la mandíbula apretada, intentando no adelantarse a los acontecimientos. Sabe que lo que tengo que decirle, sea lo que sea, no va a gustarle.
- ¿Qué clase de trato?- masculla.
- Un campamento de fútbol.- le contesto, incapaz de mirarla a los ojos.
- Pero tú no eres jugador, eres corredor.- dice ella, sin comprender nada.
- Precisamente por eso. Para él solo hay una manera de alcanzar el éxito, y el atletismo no es una opción para conseguirlo…
- Un campamento…- repite.- ¿Cuándo?
- Dentro de tres semanas.

Analizo su rostro, temeroso de lo que pueda encontrarme. Me temía lo peor de este momento, así que no sé cómo reaccionar ante la expresión de su rostro. Melanie cierra los puños.
- ¿Durante cuánto?
- Melanie…- intento poner una mano sobre su hombro, pero ella lo aparta. Yo suspiro, rendido.- Dos meses.

Y ya está. No tengo que decir nada más. Las manos de Melanie se cierran formando dos puños, y de alguna manera sé que la tormenta acaba de desencadenarse.
- A ver si lo he entendido.- empieza ella, con un tono demasiado sosegado para ser una buena señal.- Me estás diciendo que hace años tomaste una decisión sobre tu futuro…-asiento, compungido.- Lo sabías desde hace años… ¿Y me tengo que enterar tres semanas antes? ¿EN SERIO?
- Melanie…
- Me estás diciendo- continúa ella, ignorándome.- que hace meses que te presentaste en mi vida, que le diste la vuelta y la pusiste del revés, que llevamos semanas saliendo y que me tengo que enterar por tu padre de que te marchas?
- Son solo dos meses, luego…
- Luego te vas a la universidad.- responde ella, con el tono de voz cada vez más elevado.- Y yo me quedo aquí, Sam. Me quedo aquí con tus estúpidos mensajes.

Melanie se calla de golpe, y algo dentro de ella se rompe. Quiero consolarla, pero me da miedo tocarla. Cuando todo esto empezó, yo no podía ni siquiera imaginarme que podríamos estar juntos. Y cuando al fin lo conseguí...simplemente no quise pensar en ello.
Y ahora la tengo aquí, pequeña y peligrosamente frágil...rota como el día en que entré en su vida, como el día en que quise salvarla. Solo que esta vez es por mi culpa. Y es que no pensé en ello, que ella también podría estar sufriendo como yo.
- Melanie.- le digo, sin obtener respuesta.- Sabes que te quiero. Que me vaya a otra universidad no va a cambiar eso.
- Qué fácil, ¿no?- responde ella, con una mueca de desagrado en la boca.- Ya está, arreglado. Llévame a casa.

A pesar de todo, asiento en silencio y nos encaminamos hacia el coche. Sé que debería habérselo contado, pero en cierto modo espero que se le pase el enfado inicial y que pueda entenderme. Para mí la universidad siempre ha sido un sueño. Jamás pensé que ella entraría en mi vida, que tendría un motivo que me anclaría aquí para siempre. Pero no puedo dejar todo eso...todos tenemos que seguir adelante.

Durante el viaje ninguno de los dos dice nada. No quiero pensar en ello, pero una vocecita en mi interior me advierte de que esto puede ser el final de mi sueño con ella. Por eso, cuando aparco y ella hace ademán de bajarse del coche, la agarro de la muñeca y le suplico que se quede.
- Suéltame, por favor.- responde ella, fría. Mi hermano me espera.
- Escúchame, Mel. Piensa que esto es de antes de que tú y yo...tú también querrías ir con tus amigos a la universidad, ¿no?
- Claro.- responde ella, sarcástica.- Me encantaría estudiar filología inglesa junto con mis amigos del instituto.- Abro los ojos, desconcertado ante su repentino comentario. No me esperaba que eso le hubiera afectado.- Aunque no sé si me quedará alguno, porque desde que entraste en mi vida no he parado de pelearme con ellos. Dime, ¿cuándo pensabas decírmelo? Sabes que no es por la universidad. Sería estúpido que la dejaras por mí. Pero, ¿y ese campamento? ¿De verdad pretendes que después de salir durante apenas un mes puedes marcharte así como así? Y yo tengo que quedarme aquí esperando, claro. Como un buena chica. Una buena filóloga animadora.
- Mel, para.- digo de golpe, algo molesto.- Realmente creo que te estás pasando. ¿A qué viene eso? No he sido yo el que te ha pedido que te hagas animadora, y lo de la filología lo dije para salir del paso…
- Mira, Sam.- me interrumpe, masajeándose la sien con los dedos.- Yo te quiero, y mucho. Pero si no soy suficiente para ti, mejor que lo dejemos aquí. Este tipo de cosas no estaban incluídas en el trato cuando empezamos con todo esto.

Melanie se baja del coche, y yo me quedo petrificado en el sitio. Mis mayores temores se acaban de confirmar en cuestión de horas. Esta mañana todo era perfecto: tenía a Melanie a mi lado, los exámenes terminados y la amistad entre mis amigos de toda la vida empezaba a restablecerse. Ahora, solo tengo el corazón roto y la total certidumbre de que sin Melanie, todo lo demás me importa una mierda.

Miro mi teléfono, dispuesto a llamarla. Quiero explicarme, suplicarle que se replantee lo que acaba de decirme. Pero tengo miedo de hablar con ella y de que se mantenga implacable. Mi única esperanza es dejar que las horas pasen, y suplicar a quien quiera escucharme para que mañana me dé una segunda oportunidad. Dejo el teléfono a un lado y fijo los ojos en el volante. No quiero volver a casa.

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Ahora sí
Empieza
La acción

Hasta el jueves :)

Cómo enamorar a un idiota [Saga Idiota #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora