1. El último concierto.

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Barcelona, Septiembre de 2018.

El eco de la música y de las voces aún estaba clavado en sus cabezas, acababan de bajar del escenario y a pesar de tener esa euforia tan característica, todos y cada uno de los dieciséis sentían un vacío bastante grande dentro del pecho.
Los abrazos empezaron a aparecer entre muchas lágrimas, Ana lloraba, Miriam lloraba, Juan Antonio lloraba...
Alfred se había quedado rezagado en las escaleras, viendo como la banda empezaba a recoger sus instrumentos, vio cómo Manu se abrazaba a uno de sus compañeros y amigos, ambos sonreían algo tristes.
Estaban muy cansados, había sido una gira impresionante, pero muy dura, sobre todo para Amaia y para él, con toda la promoción y los viajes que tuvieron que hacer para Eurovisión, las noches sin dormir, las cámaras continuamente grabándoles, pero había llegado el día, el viaje había terminado.

—Tío, ¿estás bien?

Alfred se giró y vio a Roi, que tenía los ojos llenos de lágrimas, asintió y se acercó para abrazarle.

—Ha sido impresionante.

Amaia estaba más abajo, rodeada de todos los demás y abrazada a Aitana, tenía un nudo en la garganta tan grande que casi ni podía hablar, las lágrimas le recorrían las mejillas sin que ella pudiera evitarlo, se sentía tan bien y a la vez tan mal que no entendía como debía reaccionar ante ello.

Noemí llegó junto a ellos a los pocos minutos, todos gritaron de alegría y se lanzaron hacia ella para darle un abrazo colectivo, se notaba que ella también había estado llorando, pero la vida es así, las etapas se acaban.

—Vamos a ver, un poco de orden, niños. El autobús está llegando, quien quiera quedarse en el hotel puede hacerlo, pero vamos, que lo más lógico es que todos nos fuéramos de fiesta esta noche para celebrar y para despedirnos, ¿no creéis?

El murmullo se extendió por el grupo justo cuando llegó Martí para indicarles que ya estaba el autobús allí, Amaia y Aitana se lanzaron a perseguirle, todos reían a pesar de la tristeza. Alfred, de nuevo, se quedó rezagado, Roi le miró de soslayo y entendió que debía dejarle espacio.
Aún había gente del público fuera, precisamente esperando a que salieran todos y poder verles juntos por última vez, muchos chillaban sus nombres, otros entonaban como podían "Camina", una lluvia de flashes les dio en los ojos al salir para subirse al autobús, casi todos se pararon a saludar aunque no pudieran acercarse, una vez arriba, los de seguridad despejaron el camino para que nadie resultara herido por el autobús.

—Hola.
—Hola.

Amaia había subido primero al autobús y se había puesto en la parte de atrás con Aitana, seguían riéndose y estaban deseando llegar a la fiesta para darlo todo con Martí, iba a ser una noche épica. Roi se acercó a ellas para sentarse junto a Cepeda, que estaba enfrascado en una conversación de whatsapp, miró a Amaia a los ojos y le hizo un gesto casi imperceptible, ella lo captó al vuelo y se levantó para ir a sentarse con Alfred, que estaba solo en los asientos más cercanos al conductor.
Miraba por la ventanilla, las luces de los coches y de la ciudad iluminaban la noche, el cielo estaba lleno de nubes, no se veía la luna y probablemente se pusiera a llover, estaba perdido en sus pensamientos de luces y gotas de agua cuando sintió el cuerpo de Amaia a su lado, se giró para mirarle a los ojos.

—¿Cómo estás?
—Bien.
—¿Seguro?

Amaia vio cómo Alfred sonreía, pero la sonrisa no llegó a sus ojos, alargó la mano y le acarició la mejilla, acto seguido se inclinó para besarle en los labios, fue un roce dulce, un bálsamo. Alfred recibió el beso con ganas, necesitaba sentir esa calma que le producía estar cerca de Amaia, necesitaba sentirse en casa.

—Es raro...
—Yo me siento igual, Alfred, pero tenemos que disfrutar de esta noche, puede que sea la última en la que estemos todos juntos.
—Lo sé.

Alfred volvió a fijar su vista en las luces a través de la ventanilla, Amaia apoyó su mejilla en el hombro de él y entrelazo sus manos.
Llegaron al hotel a los pocos minutos, allí también había un grupo bastante grande de fans, todos se pararon a hacerse fotos y a dar abrazos, hasta que el último no tuvo el regalo que más deseaba no subieron a las habitaciones. Alguno decidieron darse una ducha y cambiase de ropa, otros se retocaron un poco el pelo y el maquillaje, y pidieron algo de cenar para poder aguantar toda la noche de fiesta.

Una vez listos, salieron de allí hacia la sala donde iban a tener la fiesta privada, era un lugar pequeño, no cabían más de doscientas personas, con una barra al fondo, algún que otro sillón en los alrededores de la pista y decenas de luces estroboscópicas en el techo.
Los Javis estaban pinchando la música, entre grandes éxitos y canciones de la edición, los profesores y Noemí bailaban con sus copas en la mano demostrando que da igual la edad que tengas para pasarlo bien.
Bailarines, productores, cámaras, ayudantes, todo el mundo estaba allí, Ricky bailaba con Mimi mientras Agoney les grababa para subirlo a instagram, Raoul y Nerea se reían de ellos mientras les imitaban, Mireya y Miriam lo estaban dando todo con el pelo al viento y los ojos cerrados, Thalía, Juan Antonio y Marina no bailaban pero bebían y reían igual que lo demás.

—¿Cuándo vuelves a Los Ángeles?—preguntó Ana mirando a Aitana que estaba distraída mirando como Cepeda y Roi hacían el cabra por la pista.
—En dos semanas, antes tengo una sesión de fotos para la siguiente campaña de Stradivarius.
—¿Y es bonito?
—Tenéis que venir conmigo alguna vez.—contestó Aitana a la pregunta de Amaia.

Alfred volvió junto a ellas a los pocos minutos con cuatro copas, no estaban muy lejos de la barra, pero casi se le caen dos veces, cada una cogió lo que había pedido.

—¿Brindamos?—propuso.

Las tres chicas sonrieron y asintieron alzando hacia el centro los vasos.

—Por nosotros.
—Por lo que está por venir.
—Por Operación Triunfo.
—Por la amistad.

Chocaron los vidrios y bebieron, justo cuando empezó a sonar "Lo malo", Aitana y Ana se miraron y salieron corriendo hacia los Javis para coger el micrófono que tenían y ponerse a cantar.
Amaia volvió a beber de su copa, estaba dulce a pesar de estar bastante cargada, no pudo evitar sonreír cuando vio cómo sus amigas cantaban el gran éxito que les había abierto tantas puertas. Notó como Alfred se acercaba a su espalda y se pegaba a su cuerpo.

—¿Bailamos?—susurró en su oído.

Amaia se giró sin despegarse de él, rozando sus cuerpos empezaron a bailar, las copas en la mano les impedían bastantes movimientos, pero el fuego que se creó entre ellos era tal que les daba igual. Alfred se acercaba a sus labios sin llegar a tocarlos, jugaba al deseo y eso a Amaia siempre le había vuelto loca.
La canción acabó y dio paso a otra, pero ellos no se separaron, la respiración de Amaia empezó a entrecortarse al notar la erección de Alfred contra su cadera, él tenía las pupilas dilatadas y esa sonrisa en los labios que significaba que quería comérsela entera.
Aitana desde lejos pudo ver cómo sus dos amigos empezaban a besarse, no era un beso dulce, ni un pico a los que estaba acostumbrado todo el mundo, se devoraban el uno al otro, labios, lenguas... Casi se vio obligada a apartar la mirada, era un beso tan íntimo y ardiente que notó como sus mejillas se ruborizaban.
Al terminar de besarse estaban sin aliento, abrieron los ojos, se miraron y sin intercambiar ni una sola palabra, entrelazaron sus manos, dejaron las copas casi llenas en la barra y salieron de allí hacia un lugar en el que poder estar solos y que la única música que los acompañara fueran sus propios gemidos.

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