34. Las cartas sobre la mesa.

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Javier miraba a su hermana con cara de "¿qué coño me acabas de contar?", Amaia había llegado a la habitación de su hotel con un chico alto, rubio y con unos ojos verdes hipnóticos, le habían dicho que se llamaba Carlos y que tenían que contarle algo que iba a cambiarlo todo. Fue Amaia la que más habló, Carlos solo aportaba los dato que ella no tenía tan claros por ser de su vida y de la vida de su hermana, intentó mantener la calma, estaba muy nerviosa abriéndose tanto a su hermano, pero debía saberlo, la denuncia y la afirmación de Anahí de estar dispuesta a destruirla eran palabras mayores, no era un juego.

—Di algo...

Amaia no despegó los ojos de su hermano cuando éste se puso a andar de un lado a otro mientras se pasaba las manos por el pelo y la barba, le conocía, estaba intentando asimilar todo.

—Javi...

Carlos no miraba a Javier, miraba el perfil de Amaia, que estaba sentada a su lado, llevaban juntos desde la tarde anterior, según le había contado ella, Alfred se había ido después de comer, tenía un plan, aunque tampoco le dio muchos detalles, no porque no quisiera, sino porque ni ella misma lo sabía. Habían dormido en su piso y habían hablado de qué hacer, ambos coincidieron en que debían hablar con Javier y allí se encontraban.

—Vamos a ver qué yo me aclare.... La asesora de Alfred es una psicopata, hermana de este chico que era un infiltrado en la empresa con la que firmamos el contrato de los conciertos, que desde el primer momento todo lo que hacía era para que Alfred y tú rompierais vuestra relación, cosa que casi consigue y que, a parte de joderos la relación, quiere joderte a ti la carrera y la vida, que la denuncia sobre la posesión de las drogas es todo una mentira y una manipulación inventada por ella para conseguir su objetivo, pero que...—Javier se paró y se apoyó en la pared volviendo a mirar a los ojos de su hermana— Ella no sabe que su hermano, el infiltrado, se ha hecho tu amigo, que habéis descubierto el pastel y que tenemos que reventarlo desde dentro.

Amaia asintió en silencio y se giró para mirar a Carlos, la noche anterior se había vuelto a abrir a ella, tenía miedo, su hermana con una sola llamada había conseguido volver a hundirle, cada día que pasaba Amaia la odiaba más y más.

—Alfred se fue ayer, su madre me ha avisado de que llegó bien, fue a comprar un móvil nuevo porque Anahí rompió el suyo cuando estaban en Nueva York.
—Joder...
—Ha quedado en llamarme esta noche, eso me dijo su madre.

Javier seguía intentando asimilar toda la información cuando Carlos se levantó y se acercó a la ventana de la terraza.

—Anahí me tiene que llamar, me dijo que iba a hablar con los fotógrafos para el robado.
—Tenemos que hablar con el abogado, no podemos permitir que...
—Tenemos un plan para eso.

Javier se volvió hacia su hermana, tenía la sensación de estar viviendo en una novela latinoamericana de las malas, solo faltaba que apareciera un hijo no deseado, que alguien se muriera pero fuera mentira o que tuvieran una plantación de café en mitad de algún campo de Pamplona.

—Sigo pensando que tenemos que hablar con el abogado, tenemos que buscar testigos que puedan corroborar todo esto, hay que denunciar a esa mujer y conseguir que nos deje en paz.
—Pero tenemos que esperar un poco hay cosas que aún no están claras y necesitamos tener más pruebas para presentarlas, pero tienes razón, aunque testigos ya tenemos: Carlos declararía, Ana me ha dicho que va a intentar que su padre se ponga en contacto con el hombre al que le destrozó la vida y también...

Carlos frunció el ceño, Javier se quedó mirando a su hermana esperando que continuará hablando.

Alfred llevaba puestas sus gafas de sol y estaba terminando de configurar su nuevo teléfono, había quedado con Anahí que no iba a utilizarlo aún, que no iba a llamar a Amaia, cuando él aceptó la sonrisa de la rubia fue tan amplia que a Alfred le entraron ganas de vomitar, había quedado con ella en un par de horas para ir a comer y a la playa.

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