19. Un paseo.

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—Un poco.

Llevaban como mínimo quince minutos paseando por callejuelas desiertas de Madrid, Carlos no iba a llevar a una Amaia recién vomitada, aún borracha y posiblemente colocada por calles concurridas, sería un escándalo, aunque seguramente su hermana... No, no quería pensar en su hermana, tenía que centrarse en la chica que andaba a su lado.

—¿Un poco?
—Si, Elena se ha puesto un poco en la yema del dedo meñique y me lo ha puesto en la nariz, lo demás se lo han repartido, no podía decirle que no, tenía el dedo en mi cara, e inspirado sin mucha fuerza y luego ella al ver que habían quedado restos ha pasado la lengua...
—Joder.
—Es la primera vez, no sé exactamente lo que debo sentir, me va el corazón muy deprisa y tengo ganas de...
—Amaia, no te has metido mucho, los efectos se irán pasando poco a poco, lo mejor es lo que estamos haciendo, pasear y que te de el aire, sería muy diferente si hubiéramos seguido allí.

Se paró en seco y le cogió de la manga, Carlos se giró hacia ella, parecía una niña pequeña, asustada y perdida, le miraba con los ojos muy abiertos, aún tenía las pupilas dilatadas, empezó a respirar deprisa.

—Escúchame, andemos, intenta no pensar en ello, solo camina y hablemos de cosas.
—"Camiiiiina, da un paso al frente y respiiiiira..."

Se puso a cantar bajito y asintiendo continuaron andando, no le soltó la manga, la agarraba fuerte.

—Es un himno del programa, pero es una canción un poco moñas.
—Si, para mí es especial, pero tienes razón.
—¿Echas de menos la academia?
—Si y no.
—Explícame eso.

Giraron en una esquina y continuaron su camino, un camino sin rumbo fijo.

—Han pasado muchos meses y todo lo que estamos viviendo fuera está siendo increíble, no lo cambiaría por nada, pero lo que vivimos allí...
—Siempre hablas en plural.

Amaia se pasó las manos por el pelo para cambiárselo de lado, al terminar se volvió a agarrar a la manga de Carlos.

—Si, es una costumbre que tengo desde toda la promoción de Eurovisión, a Alfred también le pasaba, sobre todo cuando nos preguntaban más sobre nuestra relación que sobre nuestra música.

Un pequeño parque para niños pequeños entre los edificios apareció ante ellos, Amaia se soltó de la manga y fue corriendo hacia los columpios, se sentó en uno de ellos y se empezó a balancear, Carlos la observaba con una sonrisa, era como una niña y dudaba que eso fuera efecto de la poca droga que tuviera en el cuerpo, tenía la sensación, después de esas semanas viéndola por el edificio de la empresa para reuniones, viéndola ensayar, viéndola en el escenario, solo podía pensar en que tenía un alma muy pura, un alma que su hermana quería teñir con odio y dolor, suspiró, otra vez su hermana en la cabeza, no podía más, necesitaba ser él solo durante un rato.

—Oye, Amaia, por curiosidad, ¿Sabes cómo me llamo?

Le miró sin dejar de balancearse atrás y adelante impulsándose con las piernas y sonrió, fue una sonrisa amplia y sin restricciones, una sonrisa real.

—Carlos, te chocaste conmigo y te tiré todo al suelo antes de firmar el contrato de los conciertos.

Carlos soltó una carcajada y se sentó en el columpio de al lado, ella dejó de balancearse tan deprisa porque notó que se empezaba a marear de nuevo, no quería volver a vomitar, se quedaron en silencio, mirándose a los ojos, tranquilos, creando una atmósfera de familiaridad bastante necesaria para ambos en ese momento, hasta que un par de pitidos salieron del bolso de Amaia, desvió la mirada y sacó el móvil, la contestación de Alfred a sus whatsapp de antes, eran dos vídeos, pulsó para reproducir el primero.

Alfred enfocaba a las cámaras que estaban delante de él, estaban en mitad de Times Square, "Mira, Amaix, mira dónde estoy", la emoción se le notaba en la voz, le conocía, estaba eufórico por estar allí, realmente fue una decisión difícil la de irse, estuvieron todo ese fin de semana hablando de los pros y contras, hablando de lo que podía ocurrir si firmaba, hablando de las posibles consecuencias, cuando Alfred volvió a Barcelona y tuvo varias reuniones con abogados y la empresa consiguieron renegociar el contrato hacia algo más acorde a la filosofía de trabajo de él, lo que no sabían era que Anahí ya lo había previsto y había conseguido que con ese nuevo contrato los beneficios que iba a llevarse fueran incluso superiores, pero eso nadie lo sabía, ni siquiera Carlos; la imagen volvía a cambiar y se enfocaba a sí mismo, chupa de cuero, gafas de sol, varios días sin afeitarse, estaba muy guapo, y en la imagen entró Anahí, con su pelo rubio precioso, su maquillaje perfecto, sus labios carnosos y jugosos, saludó a la cámara y Alfred se despedía.

Amaia se quedó parada durante varios segundos, tenía la sensación de estar sola en la habitación de su casa en Pamplona, no de estar en un parque con Carlos en mitad de una madrugada silenciosa, borracha y drogada. Pulsó para reproducir el segundo vídeo.

Alfred corriendo en un parque, bueno, no un parque, EL PARQUE por excelencia, el verde de los árboles del Central Park lo inundaba todo, había cogido una rutina de ejercicio desde que después de volver de Eurovisión acudía a la sala de Magalí, sonreía a la cámara, llevaba una camiseta blanca y unos pantalones cortos. "Esto es increíble, tenemos que venir juntos, mi amor.", Amaia quiso estar allí, con él, acariciarle la mejilla, besarle dulce y luego fuerte, tirarle en la cama del hotel en el que se alojarían, subirse encima y devorarle hasta que todo se llenara de gemidos y sexo, de lengua y caricias, pero todo se desvaneció en su mente cuando una Anahí con mallas negras y un top azul, con la melena rubia recogida en una coleta aparecía detrás de él y le picaba en el hombro jugando con él para ver quién iba más deprisa, "Te llamo pasado mañana cuando tenga un hueco libre, T'estimo." Y se terminaba el vídeo.

Carlos la observaba sin moverse, desde su columpio, pudo ver en su cara todo lo que estaba sintiendo, era tan expresiva que incluso dolía.

—¿Estás bien?

Amaia permaneció en silencio mirando la pantalla apagada de su móvil, asintió y guardó el móvil en el bolso, a Carlos se le formó un nudo en la garganta, se pasó las manos por el pelo rubio despeinándose un poco y se mordió el labio.

—¿Quieres que te lleve con tu hermano al hotel?
—No.

Amaia se levantó y le tendió la mano a Carlos, se miraron a los ojos y ambos sonrieron, él se levantó y sin soltarse de la mano, dieron un paseo.

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