27. Tu cara entre mil sombras en... El auropuerto de Madrid.

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-Varios días después-

El concierto en Tenerife había sido igual o incluso mejor que el de Madrid, el público entregado, los músicos y artistas arropándola a pesar de saber que estaba empezando, la mayor diferencia con el primer concierto era que después no se había ido de fiesta con todos los demás, Ana, Aitana y Carlos estaban esperando en el backstage.

—Roi ha llamado, Amaia, tenemos noticias de Alfred.

Permanecieron en la isla un par de días más, necesitaba relajarse y tomar conciencia de todo lo que había pasado, Javier lo entendió después de una larga charla entre hermanos, no le contó detalles sobre lo que había descubierto sobre Anahí, ni sobre las claras intenciones que tenía, consideró que no era el momento adecuado, más tarde, si la zorra rubia actuaba, se lo contaría todo.
Fueron días tranquilos, Aitana hizo buenas migas con Carlos, cosa que no ocurrió con Ana, que estaba reticente, Amaia no podía reprochárselo, siempre había tenido una relación muy estrecha con Alfred, era como un hermano pequeño para ella.
Amaia no tenía muy claro como sentirse después de haber hablado con Roi durante horas pidiendo hasta el más mínimo detalle de la conversación que había tenido con Alfred, en un principio se sintió culpable, cuando encendió su móvil y vio una llamada de un número largo y extraño asumió que era de alguna centralita de alguna empresa de publicidad y no le dio demasiada importancia, pero no, había sido él intentando ponerse en contacto con ella, un nudo en la garganta, toda la rabia, el rencor y la inseguridad se habían juntado para instalarse allí.

—Cuéntamelo otra vez.
—Joder, Sister...
—Roi, por favor...
—Me dijo que se le había roto el móvil y que te dijera algo que no llegué a escuchar porque se cortó la comunicación, pero vamos, que yo pienso que quería que te dijera que te quiere.

Otro de los motivos para quedarse en la isla surgió incluso antes de tomar la decisión, la revista, el maldito artículo con las fotos de Carlos y ella.

—Amaia, tía, como se te ocurre daros de la mano sabiendo que puede haber paparazzis...—Aitana se llevó las manos a la cara y puso gesto de indignación.
—Que yo sepa tú y yo hemos ido dadas de la mano muchas veces y no se monta este circo por ello.
—Conoces a la prensa, Amaia, les interesa cualquier cosa con la que puedan ganar dinero y vuestra relación siempre ha estado en el foco, imagina si hacen unas fotos a Alfred con una chica, se liaría igual o incluso peor.

Carlos permanecía en silencio escuchando a las tres amigas hablar delante de la pantalla del portátil, desde la noche en la que Amaia había ido a su habitación de hotel algo dentro de él había cambiado, no se lo había dicho a Amaia, pero Anahí había intentado hablar con él varias veces sin éxito, no quería hablar con su hermana, su hermana le hacía sentir débil e inseguro, solo escuchar su voz hacía que algo en él cambiara, un chip automático que se activaba después de estar toda la vida bajo su sombra.
El sentimiento que tenía al estar cerca de Amaia era algo que nunca había sentido y que era indescriptible, dentro de su cabeza asociaba la presencia de ella como paz, le gustaba tenerla cerca, y, para qué vamos a negarlo, puede, solo puede, que después de sentir sus labios sobre los suyos hubiera empezado a sentir algo por ella, no quería darle nombre, no quería decir "me estoy enamorando" pues sería mentir, pero si era cierto que había ocasiones en los que le gustaría abrazarla más de la cuenta o volver a sentir ese roce dulce, pero él no era así, sabía que Amaia, aunque tuviera dudas y miedos, amaba a Alfred de una manera tan visceral que él no quería interponerse, él no quería destruir eso.

La llamada de Javier hizo que los planes de quedarse unos días más se truncaran, había tenido un par de reuniones en Madrid.

—Coge el primer vuelo que puedas y vente para Madrid.
—¿Ha pasado algo?
—Cuando llegues te lo cuento, esto es mejor no hablarlo por teléfono.
—Pero mamá, papá, Ángela...
—Toda la familia está bien, no te preocupes.
—¿Entonces?
—En serio Amaia, coge el primer vuelo y te lo cuento cuando llegues.

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